sábado, 25 de diciembre de 2010

"y un mozo de campo y plaza que así ensillaba el rocín como tomaba la podadera"





Comentario al capítulo 1,1, del Quijote publicado en "La acequia", en la entrada del día 15 de mayo de 2008.

Quiero poner orden y comentar el primer capítulo de la primera parte. Y en cuanto expreso mi intención de comentar el 1.1, mi ordenador no para quieto, por esos canalículos debe andar algún personaje secundario de los que suelen visitarme. Ya no me sorprendo, sea quien sea le dejo hacer. Veamos, ahí está.

“Con Dios, señora mía. Vengo del limbo de los secundarios del Quijote, lugar donde tengo muy pocas amistades porque, aparte de la sobrina y el ama, todos me ignoran. Cuando llegué, todos se preguntaban, en voz muy baja, quién era yo.

La verdad, señora amanuense, es que soy un personaje efímero, solo dieciséis palabras, en el primer capítulo del famoso libro. Ni siquiera me conceden la intermitencia, como es el caso de otros. No, yo desaparezco como si me hubiera tragado la tierra.

Y ni siquiera me dan un nombre. Soy, nada más y nada menos, que el “mozo de campo y plaza”. Sí, el que “así ensillaba el rocín como tomaba la podadera”. Ése que aparece intercalado entre la edad de la sobrina y la de nuestro hidalgo.

¿Sólo ensillar y podar? Trabajo descansado hubiera sido el mío. Pendiente de todo: arar, deshacer terrones, sembrar, escardar, segar, gavillar, trillar, aventar la parva, cribar el grano, llevarlo al molino…Toda faena del campo o de la casa que no pudiera dejar en manos de los cuatro gañanes o del ama. Don Alonso, cuando estaba cuerdo, bien valoraba mi habilidad. Después, entraron en la casa aquellos endiablados libros y todo cambió.

Limpiaba las armas de sus antepasados, ya cubiertas de herrumbre. La lanza en el astillero y la adarga tan antigua. E, incluso, me tuve que ocupar de sacar al galgo, para que hiciera ejercicio, cuando mi señor se encerró en sus aposentos.

¿Y el ama y la sobrina? Mozo por aquí, mozo por allá y nada más, no presten atención a las lenguas de doble filo. Que traigas un palomino del palomar, que hoy es domingo. Baja el saco de las lentejas, matamos al cochino, prepara los cuchillos…Tanto trabajo para que luego nadie se acordara de mi persona. Ni siquiera me llevó con él, pero esa es harina de otro costal.

Gran madrugador y amigo de la caza, hasta aquel día en que un mercader que iba de camino le vendió, a bajo precio, un saco lleno de viejos libros. Eran novelas de esas que llaman “de caballerías”, llenas de disparatadas historias que sorben el seso a desocupados como mi amo. Ya saben Amadises, Palmerines, Esplandianes…



No sólo olvidó el ejercicio de la caza, también descuidó la administración de su hacienda y llegó a vender muchas hanegas de tierras de sembradura, para comprar más libros. Parece que le estoy viendo, con su sayo de velarte recitando aquello de “la razón de la sinrazón” o lo de “vuestra divinidad divinamente”.



"y llegó a tanto su curiosidad y desatino en esto, que vendió muchas hanegas de tierra de sembradura para comprar libros de caballerías en que leer"

Mi señor perdió el juicio desentrañando el sentido a tantas sandeces caballerescas. Y algo de culpa tuvo el señor cura, el cual daba sus opinión sobre quién había sido mejor caballero. Que si Palmerín, que si Amadís, que si el del Febo.

Se le llenó la fantasía de todo aquello que leía: encantamientos, pendencias, batallas, heridas, …disparates imposibles. Y quedósele asentado en la imaginación, mas como cosa verdadera, no como invención libresca.

Mas lo peor estaba por llegar, que mi señor “vino a dar en el estraño pensamiento que dio loco en el mundo”. Fue que decidió hacerse caballero andante, por el bien de su honra y para servir a la república. Y había de irse por esos mundos, en busca de aventuras, deshaciendo agravios y poniéndose en peligros, cobrando “eterno nombre y fama”.

Nunca pensé que hablaba de veras; pero me quedé de piedra cuando le vi limpiar aquella armadura en un rincón, llenas de orín y moho. Quise hacerlo yo, mas no lo permitió. Y como, a su juicio, le faltaba la celada, se hizo una de cartón y la encajó con el morrión. Quiso probarla, sacó su espada, le dio dos golpes; mas con el primero ya había deshecho toda su labor de artesanía. Y puso unas barras de hierro. Cielo santo, ahora sí creía ciertas las intenciones manifestadas, era su voluntad dedicarse a la caballería andante.

Cuando acabó de remendar las armas, se fue a la cuadra y se puso a mirar al rocín. No veía, al parecer, sus mataduras y defectos. Me lo comparó con el del Cid o el de Alejandro y me explicó que el caballo de caballero tan famoso había de tener un nombre. Después de decir muchos posibles nombres, vino a llamarle Rocinante, como primero de todos los rocines del mundo. ¿Rocinante? ¿Ese saco de huesos y pellejos? Pobre rocín, qué mala vida te van a dar.

Al cabo de ocho días, don Alonso pensó en cambiarse de nombre. Ya no era don Alonso Quijana sino don Quijote de la Mancha, esto último por honrar a su patria. Yo, como buen criado, permanecía callado, aunque me preguntaba cómo iba a terminar esto.

Más tarde, me dijo muy serio que un caballero andante precisaba una dama porque “el caballero andante sin amores era árbol sin hojas y sin fruto y cuerpo sin alma”. Pensé que deseaba casarse con alguna hidalga del vecindario, lo natural, mas no era eso. El andante ha de tener su dama solo para poner en ella sus pensamientos.


"no le faltaba otra cosa sino buscar una dama de quien enamorarse, porque el caballero andante sin amores era árbol sin hojas y sin fruto y cuerpo sin alma"

Y, por último, descubrí que la dama era una moza labradora del Toboso, llamada Aldonza Lorenzo. Mas mi don Alonso no va a llamarla Aldonza, no. Será Dulcinea del Toboso, nombre de “princesa y gran señora”. Y no tengo claro si la ha visto alguna vez, si anduvo enamorado de ella. En mi capítulo así lo dice; pero otros personajes me han asegurado que nunca, nunca la vio, que sólo existió en su imaginación.

La dejo, señora mía, porque con esto acaba mi capítulo y no tengo derecho a introducirme en otros. Le saluda el mozo de campo y plaza, el que nunca pudo salir del 1,1.

Ha sido un placer conocerle, señor “mozo”.

Un abrazo para todos los que pasáis por aquí.

María Ángeles Merino

10 comentarios:

pancho dijo...

Comentario muy original del primer capítulo acordándote del criado que no vuelve a salir en toda la novela.

Nos metes el gusanillo de volver a leer los capítulos, hay detalles que ya quedaron en el olvido.

Este don Quijote parece una PYME de tanta gente que emplea.

Ahora que hemos acabado la lectura se entiende mucho mejor la importancia de los libros y sus lectores a lo largo de toda la novela.

Imágenes y comentarios que le vienen al pelo.

Un abrazo.

PABLO JESUS GAMEZ RODRIGUEZ dijo...

Fantastico comentario, amiga.

Estoy pensado algo... como yo llegué tarde a la lectura, creo que comentaré los capitulos que me perdi...!

Un enorme abrazo.

Merche Pallarés dijo...

¡Genial ese mozo! Me está gustando mucho rememorar estos capítulos contigo. Por cierto, ¿hanegas? no son ¿fanegas? Besotes, M.

Paco Cuesta dijo...

Un mozo muy observador.
Como todos tus duendes informáticos éste aporta nuevas características a la lectura.

Ele Bergón dijo...

Querida Abejita, vuelvo a poner el comentario porque no ha salido.

Se muy bien quien es ese mozo mandon y creido, pues piensa que lo hace todo, pero no hace na, de na. Por eso el Cervan lo deja olvidado, porque no merece la pena.

No me sigas tentando que me he prometido estarme quieto, pero como sigas con tus secundarios, no voy a ser capz de cumplir la promesa y estarme quietecito.

Por cierto a mi coleguita Karim muchos recuerditos ¡Ay que me embalo y no, no puede ser!

YO y no digo mas

Antonio Aguilera dijo...

Con poco más de una docena de palabras crea y despacha Cervantes al mozo. Pero tú lo vas a inmortalizar convirtiéndolo en "chico para todo", todas las faenas de campo y del jardín (nunca dijo Cervantes si lo tuvieron), no sabemos si tuvo algún affaire con la sobrina..., él dice que no hagamos caso a las malas lenguas.

Que le vendió un saco de libros de caballerías a un "regobero" (aquí le decimos al que vende chismes viejos), pues yo juraría que los quemaron en el donoso escrutinio; cómo me avanza el Alzheimer.

¿Viste buen mozo cómo de su flaco rocín tu amo creó el primero entre todos lo equinos? De la misma manera obró con la señora de sus pensamientos, tomando para ello una labradora amiga tuya, con la que jugabas al escondite en el pajar de Demetrio, y no sé yo si sólo en juego se quedaba la cosa. AY! mozo, mocito...

Fenomenal Abejita la recreación que haces de este jovenzuelo. He disfrutado leyéndote y comentando.

Que siga la fiesta..., pero cuidado con los anisettes...

Un beso

Asun dijo...

Pero cómo... ¿Hemos empezado de nuevo la lectura del Quijote y yo no me he enterado?
¿Pero ahora no tocaba Esquivias?
Ay madre, que me parece que no se me han pasado los efluvios de los excesos de alcohol de estos días pasados.

Besos

PD: Es broma, que ya sé que estás completando a tus secundarios.

pardiez dijo...

Te aviso que...

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Esto sí que es, querida Mª Ángeles, leer con finura y atención: a este mozo no le había hecho caso nadie, incluso algunos le habían confundido con un esquema del futuro Sancho, que no lo es.
Excelente... pero recuerda que el origen es el Prólogo al lector... y que allí te espero, que tienes un secundario que bien podría desverlarlo todo.

Abejita de la Vega dijo...

Pancho: pobre criado, olvidarse así de él. Siempre hay algo que se olvida, siempre es nuevo el Quijote.
Cuatro gañanes temporales para el verano, el mozo de campo y plaza, el ama y nada más. Es una PYME muy pyme.

Ahora vemos el bosque entero, otra perspectiva.

Asun: se pueden compaginar,Óscar con Miguel.

Cornelivs: te pasa como a mí...y el gusanillo que dice pancho.

Merche: es divertido rememorar. Las hanegas o las fanegas, da igual. Puede ser un error de imprenta o que , en el XVI,se decía de las dos formas.

Paco: mis duendes informáticos, me encanta ese nombre que les has dado. Te lo agradecen.

Ele: te pillé, Sanchico, aunque no firmes con el choque de manos. Es posible que ese mozo sea de los que dicen que hacen muchíiiiisimo y no dan golpe. Te tiento, te tiento. Venga, Sanchico, sal del libro. El Karim es un poco irrespetuoso con su profesora de francés y se cuela en su espacio digital. Pero es bienvenido siempre.

Antonio: yo le pongo a trabajar de lo lindo, con la vista puesta en una página web de "labores tradicionales del campo". En cuanto alas malas lenguas, en esto del mozo hay filólogos imaginativos que han lanzado la idea del mozo beneficiándose al ama, en ausencia de don Quijote.

Un regobero, nueva palabra, me la apunto. Un trapero, decimos por aquí.
Me acabas de hacer un microrrelato:

"¿Viste buen mozo cómo de su flaco rocín tu amo creó el primero entre todos lo equinos? De la misma manera obró con la señora de sus pensamientos, tomando para ello una labradora amiga tuya, con la que jugabas al escondite en el pajar de Demetrio, y no sé yo si sólo en juego se quedaba la cosa. AY! mozo, mocito..."

Buenísimo el microrrelato, Antonio. Sigamos la fiesta literaria.

Pardiez: no sé de qué me avisas, pardiez.

Pedro: lo confieso, no se me ocurrió que en el prólogo pudiera esconderse un secundario. No me acordaba de ese amigo que le dice...Te hago caso, iba a ponerme con las mozas del partido del segundo capítulo. En lugar de eso, voy a esperar que ése secundario del prólogo se cuele en los canalículos que desembocan en mi portátil de la ce machacada.

Decías algo de que los lectores se saltan los prólogos...¡qué raro! ¿no?

Un besazo, amigos