miércoles, 15 de noviembre de 2017

Don Juan Tenorio: los "yonquis del amor" no han encontrado a su doña Inés.


Comentario sobre la obra de teatro Don Juan Tenorio, de José Zorrilla, para la lectura colectiva de La Acequia, dirigida por Pedro Ojeda.

Pedro Ojeda nos propone que elijamos "un tema, una escena, un motivo o un recuerdo personal" sobre el drama Don Juan Tenorio de José Zorrilla y escribamos sobre él.

¿Don Juan Tenorio? Era la tradición del día de los Difuntos en los teatros españoles, cuando no sabíamos nada de "jalogüines"; pero a partir de finales de los sesenta y principios de los setenta, los televisores fueron aterrizando en nuestras casas y tuvimos a don Juan, en la TVE, estatal, única, franquista y blanquinegra. 



En zapatillas y pijama, asistimos a la actuación de magníficos actores y actrices expertos en declamar textos de rotundas rimas consonantes que hacían eco en nuestros oídos. ¡Qué grandes! Francisco Rabal, Juan Diego, Carlos Larrañaga, Fernando Guillén, Juanjo Menéndez, Concha Velasco, Ana María Vidal, Mari Carmen Prendes, Julia Caba Alba, Tota Alba...¡Qué pico el suyo! ¡Como si fuera fácil hablar así! No había redondilla, ni quintilla, ni octavilla que se les resistiese..., sí, eso del abba, ababa, -aab-ccb del libro de lengua. ¡Y nosotros sin sospecharlo! Conocimos varias versiones televisivas, incluso refundidas, incluso paródicas

Sí, terminaron perdiendo el respeto al mito de don Juan. Recuerdo aquel "tiroriro tiroriro tiroriro, tiroriro tiroriro tirorá" de la versión de Mercero (1974), que minimizaba el celebérrimo "¡Ah! ¿No es cierto, ángel de amor...". Lo que no recordaba era que una de las doña Inés, Agatha Lys, descubría que su don Juan, Pedro Osinaga, encontraba "un objeto de seducción más interesante para él... otro hombre... ¡en 1974!". Tal vez Mercero pensaba en el doctor Marañón que le atribuía "una personalidad narcisista con una homosexualidad latente bajo su carácter burlador".



En aquellos años, el Tenorio estaba en nuestra vida cotidiana. Si se gritaba, más de lo tolerable entre españoles, existía la posibilidad de que un redicho mostrara su indignación con un "¡Cuál gritan esos malditos!". Si alguien escribía mucho y en público podía escuchar un "Largo plumea". Si recibía una bofetada, clamaba: "¡Villano! ¡Me has puesto en la faz la mano!". Ante una amenaza, el desprecio podía ir precedido de un "Me hacéis reír don Gonzalo". Si llamaban a la puerta: "esa aldabada postrera ha sonado en la escalera". Pero la peor parada fue, sin duda, el arranque de la escena del balcón, que no del sofá: " ¡Ah! ¿No es cierto ángel de amor que en esta apartada orilla más pura la luna brilla y se respira mejor?". Era tan popular que cayó en manos de los inventores de versiones escatológicas, la más conocida la de "no es verdad, ángel de amor, que en esta apartada orilla  ha cagado una chiquilla y hasta aquí llega el olor". Por cierto, que todavía es muy popular entre chavales que no saben de qué va el Tenorio. 



No me acuerdo cuándo vi el Tenorio por primera vez. La de 1966, la de Paco Rabal y Concha Velasco, me resulta muy familiar pero yo era demasiado pequeña. Tal vez la repusieron más tarde y la pude conocer más mayor, quizás fueron fragmentos, no recuerdo que a mis padres les preocuparan los dos "rombos" que seguramente tenía. O fue la de 1968, con Juan Diego, o la de 1970, con Carlos Larrañaga...No sé, lo que sí recuerdo muy bien es el año en que leí Don Juan Tenorio

Vivíamos la transición democrática pero todavía arrastrábamos mucho del pasado, era 1977. El profesor de Literatura nos señaló media docena de libros para leer y escribir un comentario, uno de ellos era el de Zorrilla. Fui a la biblioteca pública, la Casa de la Cultura que decíamos. No se me olvida la reacción del conserje indignado, que tenía que darme el libro: "¿Esto te mandan leer en el colegio?". Tal vez mi aspecto aniñado le confundió, no me molesté tampoco en explicarle que el colegio era una escuela universitaria y que pronto sería maestra. El hombre estaba escandalizado, le parecía el colmo de la depravación: mandar a una niña a leer el Tenorio. No sé si por no tener que ver otra vez la severa mirada del conserje, compré el Don Juan Tenorio de la colección Austral, todavía lo conservo.



Lo leí y me gustó especialmente que don Juan, a pesar de su larga lista de maldades, se enamorara del enamoramiento de un ser tan puro como doña Inés. Y me sorprendía que  Inés se enamorara de  "las palabras de don Juan", las que se filtraban " sensiblemente su corazón", de tal manera que:
"No, don Juan, en poder mío
resistirte no está ya;
yo voy a ti, como va
sorbido al mar ese río.
Tu presencia me enajena,
tus palabras me alucinan,
y tus ojos me fascinan,
y tu aliento me envenena."

Incendio, fuego, volcán. ¿Tan abrasadoras pueden ser las palabras? Me preguntaba, con veinte años, si era posible un enamoramiento así. Y que un personaje tan inmoral como don Juan se sintiera "capaz aún de la virtud". 



He vuelto a leer el Tenorio, unos cuantos años después, y sigue gustándome; aunque ahora me moleste más el "concurso" de don Juan y don Luis Mejía, por ver quién hizo más daño, la consideración de la mujer como simple objeto para jactarse en una taberna, algo de usar y tirar :"una para enamorarlas, otro para conseguirlas, otro para abandonarlas, dos para sustituirlas, y una hora para olvidarlas". 



¿Qué puede ser la mujer? O simple objeto de diversión o celestina diabólica, véase la Brígida, o un ángel salvador. Inés, "la pureza absoluta" como dice Pedro Ojeda, salva a don Juan, el gran pecador. Oímos a la sombra de Inés, que no está ni viva ni muerta:


Yo a Dios mi alma ofrecí
en precio de tu alma impura:
y Dios, al ver la ternura
con que te amaba mi afán,
me dijo: "Espera a don Juan
en tu misma sepultura.
Y pues quieres ser tan fiel
a un amor de Satanás,
con don Juan te salvarás,
o te perderás con él."

Y, al final:

"Yo mi alma he dado por ti,
y Dios te otorga por mí
tu dudosa salvación.

"Cae don Juan a los pies de doña Inés, y mueren ambos"


Si Tirso de Molina mandó a los infiernos a "El burlador de Sevilla y convidado de piedra", don Juan se salva porque muere con “un punto de contrición”, como exigía la ortodoxia católica. No recordaba yo el “contrito afán” de nuestro personaje, el añadido teológico. Ahora nadie piensa en contriciones ni atriciones, las nuevas generaciones se libraron del catecismo.


"Yonquis del amor"

Antes de cerrar la entrada, me pregunto cómo sería un don Juan Tenorio del siglo XXI. La respuesta me viene de la mano de “El País Semanal” de 19 deseptiembre de 2017. Sería, como el del XVII, como el del XIX, un “yonqui del amor”, un adicto al enamoramiento fugaz. 

La psicóloga Inma Ruiz considera al don Juan como un adicto: “un seductor compulsivo, infiel e insatisfecho.Vive intensamente los momentos iniciales de una relación, pero se desentiende pronto para partir en busca de nuevas emociones”

La explicación no puede ser más prosaica: “Estos sujetos viven intensamente los momentos iniciales, producen más dopamina y noradrenalina de lo normal y sienten el chute bioquímico del amor con más intensidad que el resto. Esto les produce una suerte de rápido embotamiento, lo que los expertos llaman “saturación del estímulo”, que provoca que rápidamente se desenganchen y pasen a buscar una nueva presa que los sacíe de nuevo”. Por el contrario, presentan bajo nivel de vasopresina, la hormona “que provoca el apego”. Todo puede ser química, una hormona baja y otras suben ; pero don Juan encontró a doña Inés, “la pureza absoluta”, como dice Pedro Ojeda. Los yonquis del amor que van por el mundo no tuvieron esa suerte. Por eso titulé esta entrada: “Don Juan Tenorio: los "yonquis del amor" no han encontrado a su doña Inés”. Es un  homenaje a José Zorrilla en su bicentenario.

José Zorrilla. imagen de "La Acequia".

Un abrazo de María Ángeles Merino para todos los que pasáis por aquí.

5 comentarios:

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Me gusta eso de yonqui del amor... Gracias por tus recuerdos.

La seña Carmen dijo...

¡Chapeau por esa primera parte! Por ese desgranar de todas la fraseología que nos dejó el Tenorio, incluso con esas versiones populares. Que los chicos las sigan recitando, sin saber de donde vienen, es buen síntoma. Señal que don José dio en el clavo.

pancho dijo...

Enhorabuena por este comentario a la altura del mito de don Juan. Fenomenal el recorrido por las distintas épocas y representaciones, hay una historia de la televisión y la escena en este repaso.
Un abrazo.

Paco Cuesta dijo...

Resulta interesante ver como la mezcla amor-cementerio acerca la literatura a todos los estratos sociales.
Besos

Ele Bergón dijo...

¿Quién no conoce algunos versos del Don Juan Tenorio? Los hemos leído y los hemos visto en la tele o en el teatro. Tienen mucha musicalidad y son pegadizos.

Sí es de analizar psicológicamente ese personaje insatisfecho que es don Juan, quizás tenga que ver algo con la vida del propio Zorrilla y me refiero más a la ausencia e incomprensión del padre.

Besos