lunes, 14 de agosto de 2017

"...en el Cid la leyenda contrabalancea la Historia; al estar en Burgos, nos sentimos zarandeados entre lo ficticio y lo real..."


Aquella tarde de junio me sorprendió la lluvia en la plaza de Santo Domingo y me refugié en la puerta de una de esas tiendas textiles grandonas que uniforman las ciudades: C&A, H&M, es igual. Mientras el agua asaeteaba las baldosas rojas, una niña pequeñita, a mi lado, señalaba divertida : mira, mamá, hace pompitas, el Cid se está duchando con jabón.

Sonreí ante la imaginación de la cría y abrí el libro viejillo que llevaba en el bolso: La cabeza de Castilla. 

Azorín escribía en 1948:

"Burgos erige una estatua al Cid; Burgos se dispone a festejar al Cid..."



Trasteando, en la Burgospedia, descubrí que Burgos se tomó su tiempo para festejarlo:

"Ya en el año 1904 se constituye una comisión al efecto para su realización. Alfonso XIII coloca la primera piedra el año 29 de Agosto de 1905 con motivo de su presencia en la ciudad para observar el eclipse solar. Pese a todo ello la obra se demora hasta el año 1947 en que se vuelve a crear otra nueva comisión para, con motivo del milenario de Castilla, levantar por fin la deseada figura en bronce...La obra fue inaugurada por...Franco, un 23 de Julio de 1955..."

En 1948, todavía no estaba levantada la estatua y Azorín aconsejaba unas lecturas básicas previas:

"Si quisiéramos esculpir al Cid, tendríamos que hacer varias cosas. Comenzaríamos por leer-volver a leer- La España del Cid de don Ramón Menéndez Pidal, ahora en su cuarta edición, corregida y aumentada. Volveríamos a leer el Poema; lo consideraríamos cosa fundamental. Daríamos un repaso ligero a los poetas franceses que han cantado al Cid...".



Comenzaríamos por entrar "pasito" en los sentimientos del héroe castellano:

"Gracias a don Ramón Menéndez Pidal podemos formar idea exacta del Poema del Cid. No deploremos la pérdida, en el único códice, de la primera hoja: entramos de este modo en la obra insólitamente. Sucede como sí, al penetrar pasito en una casa, escucháramos allá dentro llantos lastimeros. El Poema del Cid comienza con lloros; estos lloros son la equivalencia del monólogo de Rodrigo, monólogo hamletiano, en la otra de las dos grandes creaciones poéticas en que el Cid es protagonista: la tragedia de Pierre Corneille."

"Vemos ahora, al salir de Vivar, llorar al Cid, torna la cabeza de cuando en cuando, conforme se aleja, y contempla su casa desguarnecida."

Nos recibe el llanto y el dolor:

"De los sus ojos tan  fuertemente llorando" en el Poema del Cid. "Percé jusques au fond du cœur", "Herido hasta en el fondo del corazón" en Le Cid de Corneille. 



Primer folio del manuscrito del Cantar de mio Cid conservado en la Biblioteca Nacional de España.
https://es.wikipedia.org/wiki/Cantar_de_mio_Cid#/media/File:Cantar_de_mio_Cid_f._1r_(rep).jpg

No será esa actitud la de la estatua ecuestre de Juan Cristóbal González Quesada. Lo esculpirá sobre Babieca, con un ademán firme de partida hacia el destierro:"¡En marcha!". Hay mucho camino por delante, los ojos están secos, ya no se mira hacia atrás. 

A Azorín le gusta también el joven Rodrigo de Corneille, tanto que justifica su "infidencia a Burgos"trocar la "glera" junto al Arlanzón por el arenal de Sevilla:

"El Cid es Burgos: no podemos pensar en el Cid sin pensar en Burgos. No podemos desarraigar el Cid de Burgos...y, sin embargo, un poeta, no español, un gran poeta, lo ha desenraizado. El Cid no mora en Burgos sino en Sevilla...Los poetas crean: Corneille, en su Cid, ha creado..."


No sólo Corneille, también considera a otros poetas franceses que cantaron al Cid y crearon momentos cidianos:

"Nos descubrimos reverentes en la plaza, cuando el Cid ya está a caballo-como en el poema de Ducrocq- y el Cid levanta la mano y nos dice: "Cubríos amigos". Una poderosa energía, cual la del Cid, se desenvuelve con gestos extremosos, con placido continente."

Burgalés o no, todo el que sepa algo del Cid tiene sus imágenes favoritas. Tal vez la del desterrado a quien nadie osa abrir la puerta, salvo "la niña de nuef años"El Cid de la ternura y la compasión mutua, el que se despide de su mujer y sus hijas "commo la uña de la carne"; pero también el que engaña a Raquel y Vidas, prestamistas judíos, con dos cofres llenos de arena en vez de monedas. 


El Cid y doña Jimena en "Figuras de romance". Óleo de Marceliano Santa María. Medalla de honor de la Exposición Nacional de Bellas Artes, 1934. (Sala de Poridad, Arco de Santa María)

Lo leía en la escuela y no me cuadraba tamaña trapacería; aunque, en la Catedral, se  mostrara, y se muestra, el "Cofre del Cid" , del cual tenían mucho éxito, entre los turistas, unas pequeñas reproducciones. ¡Incluso, en confiterías, con monedas de chocolate! ¡O piedras de río de caramelo! ¡Una travesura la del Rodrigo Díaz de Vivar ! Recuerdo que, en una ocasión, fui testigo de como la madera revelaba, en el interior, su origen :"Sardinas Albo". El artesano reciclaba bien, sin duda.


Cofre del Cid en miniatura, todavía a la venta en las tiendas de "souvenirs"(15 euros)

Ahora recuerdo que, ya en el instituto, me dolía el guerrero cruzado que arengaba a sus mesnadas con un "feridlos, caballeros, por amor del Criador". 


Oscurecía y el Campeador campeaba en la contigua plaza de Mio Cid, entre luces rojas, verdes y amarillas. Ahora, la pequeña preguntaba: ¿El Cid es de verdad? La madre contestaba que si historia, que si leyenda, que si las dos cosas. 

Los niños buscan respuestas contundentes y el gesto de extrañeza de la burgalesita me llevó a mis recuerdos infantiles. En mi colegio, el Cid era tan de verdad como el triángulo divino con el ojo en medio, el "Caudillo" o los Reyes Católicos; sin embargo, oía a mi abuela cordobesa manifestar sus dudas acerca de la existencia real del Cid. Muy por el contrario, mi abuela de Riocerezo, consideraba, no sé si en serio, la posibilidad que fuera nuestro antepasado, dado que Rodrigo era uno de sus apellidos. 



En la puerta del H y M , algunos refugiados del aguacero, optaron por resolver, cada uno a su manera, las dudas de la niña. ¿Quién no sabe del Cid en Burgos?

Uno que en  la Catedral están sus huesos y los de doña Jimena, bajo la hermosísima estrella del cimborrio, el mejor dosel. 


Desde la tumba del Cid

Otro que, a partir de 1808, tras el saqueo de los franceses, se dispersaron los restos por Francia, Alemania, República Checa, Polonia y hasta Rusia.

Sí, añadía otro, y en la Sala de Poridad del Arco de Santa María se muestra el hueso radio. 


Hueso radio del Cid (Arco de Santa María)

Muchos coincidían en  un escéptico "vete tú a saber".

Otro que dejémonos de huesos: es un personaje histórico pero no coincide con el Cid mítico y legendario, ni con el del Cantar de Mío Cid, el mayor de los cantares de gesta españoles. 

Alguien dio la noticia de que, en el llamado Solar del Cid, los arqueólogos han encontrado lo que podría ser su casa. ¿Cómo no va  a ser real? 


A la búsqueda de la casa del Cid

La niña se quedó hecha una lío. Menos mal que dejó de llover y su madre le prometió que, en casa, le explicaría despacio todo eso. 


Los refugiados de la lluvia se marcharon, algunos discutían acaloradamente entre sí. Me quedé sola, abrí La cabeza de Castilla por una página cualquiera y allí Azorín nos daba la clave: 

"El Cid da pábulo a la leyenda; en el Cid la leyenda contrabalancea la Historia; al estar en Burgos, nos sentimos zarandeados entre lo ficticio y lo real, llevados y traídos de la leyenda a la Historia."

Y de la historia a la leyenda. Azorín estaba releyendo "la admirable obra de don Ramón Menéndez Pidal La España del Cid" cuando surgieron en su espíritu , y de ahí viajaron a su pluma, dos leyendas cidianas antiguas y populares, relatos llenos de fantasía de "Dos viejecitos", mendigos de ropa negra y cara blanca: "de ébano y de márfil". La primera, la de la viejecita, se publicó en 1849: Recuerdos de un viaje por España. La segunda, la del viejecito, la contó Víctor Balaguer en su libro En Burgos, en 1895. 

"Una de estas viejecitas de ébano y marfil está a la puerta de Santa Gadea, o Águeda, en Burgos; todos los días se pone allí; no importuna a los fieles con gemidos ni ayes lastimeros; se contenta con mirarles de cierto modo; con mirarles de un modo humilde y cariñoso. Y si el visitante o fiel se muestran liberales, caritativos, la viejecita les cuenta un secreto que ella sabe. Secreto terrible, secreto que, si lo supiera un novelista, podría sacar de él mucho dinero, y no digamos nada de un dramaturgo, éstos sí que saben sacar dinero de todo."

Iglesia de Santa Águeda en Burgos

"¡Felices mortales! Pero sigamos con la viejecita de Burgos; os voy a revelar un secreto, y si podéis sacar de él unas pesetas, mejor que mejor. En Santa Gadea tomó juramento el Cid al rey don Alfonso VI; quiso el Cid que este rey jurara que no había intervenido en el asesinato de su hermano don Sancho. En los viejos romances se habla repetidamente del cerrojo de Santa Gadea; sobre este cerrojo tomó el Cid uno de los juramentos al monarca en entredicho."

Cerrojo actual de la iglesia de Santa Águeda en Burgos
...

"En esta hora plácida de la mañana, en el profundo silencio de la ciudad, la vieja castellana, tan limpia, cuenta al visitante de la iglesia la temerosa historia. Allí, en la misma puerta, está el famoso cerrojo; desde hace siglos, ese cerrojo abre y cierra la puerta. La viejecita baja la voz y echa una mirada alrededor; todas las noches, en la bóveda del templo, se escucha un ruido espantoso; parece como si arrastraran cadenas y si dieran voces coléricas. Se pueden oír esos ruidos extraños, terribles; pero mejor es estar lejos. Además, algunas veces, el propio Cid, el Cid y don Alonso, aparecen junto a la puerta. Sí, son ellos, no cabe dudarlo; son el Cid y Alonso VI, que repiten la escena de las formidables juras; el Cid hace que el rey ponga la mano sobre el cerrojo, y el monarca está tan enfurecido, que sus ojos parece que echan lumbre. Y la viejecita, revelado su secreto, calla y contempla la cara del visitante..."

De la iglesia de Santa Gadea que pudo conocer el Cid no queda nada. La que podéis visitar es del siglo XIV la parte más antigua y tampoco el cerrojo es el del tiempo del legendario juramento: "la antigua pieza se retiró en el año 1500 y, actualmente, recuerda la tradición otro cerrojo de reciente factura, realizado por Ángel Cuevas." Sin embargo, leemos en una una inscripción: "En esta iglesia de Santa Gadea prestó el rey Alfonso VI ante el Cid Campeador su famoso juramento" (Patronato Nacional del Turismo 1933). Estamos en Burgos, tal vez alguien ha oído, en Santa Águeda, espantosos ruidos de cadenas que se arrastran. Y, tal vez, "allá por donde estaba el convento de Fres de Val" , Rodrigo Díaz de Vivar campee la noche de Difuntos con su larga barba:

"Ahora vamos con otro viejecito. Éste, acabo de decirlo, es varón. Cerca de Burgos, allá por donde estaba el convento de Fres de Val, se levanta una colina, a la que se asciende por una suave cuesta. Se llama de los Grillos está subida. Arriba se extiende una meseta anchurosa; es como un paseo desde el cual se divisa un esplendido panorama. Por un lado, Burgos, la noble ciudad; la Cartuja con sus pináculos funerarios, a modo de blandones; las Huelgas entre la fronda del arbolado; por otra parte, los pueblos de Quintanilla, Vivar del Cid, Cercedilla, Villaverde. En la cuesta de los Grillos ocurre todos los años una cosa de maravilla y de espanto; no vayáis a verlo; os asustaríais; sentiríais el escalofrío de la muerte. Lo que pasa en esa cuesta es que la noche del día de Difuntos sube por el declive un caballero montado en su bridón. Lleva una larga barba y brilla a la luz de las estrellas su coraza. Cuando llega a lo alto se pasea por la ancha meseta y se detiene para contemplar la ciudad de Burgos; aunque es de noche, él atisba con claridad la ciudad lejana. Y mira también al pueblecito de Vivar. Allí en Vivar, es donde él ha visto la luz primera. Y ya con esto quedáis enterados de que el caballero es nada menos que Rodrigo Díaz de Vivar, casado con Jimena Gómez."


"
"Se va ensanchando Castilla", cuadro de Marceliano Santa María (Escalera del Ayuntamiento de Burgos)


Azorín confía en la pervivencia de las leyendas: "hoy, seguramente, a los dos viejos de antaño han sucedido otros: uno en la puerta de Santa Gadea y otro en la cuesta de los Grillos. Y en los dos se perpetúa la memoria santa y heroica del Cid. En los dos, que son representación del pueblo, se guarda la venerable memoria..."

¿Viven hoy en día las leyendas? ¿Hay quien las recoge? Creo que existen todavía pacientes recopiladores. Me parece que conozco a alguno...o alguna. Azorín diría que representan "la aristocracia del espíritu".

Zarandeada entre lo ficticio y lo real, la presente entrada me ha llevado más tiempo de lo acostumbrado. Con la ayuda de Azorín, he ido sacando vetas a la figura del Cid. 

Un abrazo de María Ángeles Merino

Textos en rojo tomados de: La cabeza de Castilla, Azorín, editorial Espasa Calpe, colección Austral, segunda edición, 1967. 

5 comentarios:

La seña Carmen dijo...

¡Vaya regalo que nos dejas para esta mañana festera! Y no digo más.

Abejita de la Vega dijo...

¿Viven hoy en día las leyendas? ¿Hay quien las recoge? Creo que existen todavía pacientes recopiladores. Me parece que conozco a alguno...o alguna. Azorín diría que representan "la aristocracia del espíritu".
Y no digo más.

María Pilar dijo...

Qué gran entrada para esta tarde de verano. Descrita y documentada con tanta precisión que no tengo más que felicitarte y decirte que hoy se cumple en mí leyéndote lo de "no te acostarás sin saber una cosa más"
Felices días de verano.

Myriam dijo...

¡Ahhhhh! ¡El Cid, que recuerdos me trae de Burgos!

Fantástico recorrido el tuyo.

Besotes

Gelu dijo...

Buenos días, querida amiga:

De regreso al nido, al leer de nuevo tu entrada, no me resisto a hablar del libro de tu padre Agustín Merino: ’24.000 días en Burgos’ que en el capítulo ARRAS CIDIANAS, pp. 287 a 296, ilustrado con una fotografía del cuadro ‘Se va ensanchando Castilla' de Marceliano Santa María, nos deja unos excelentes apuntes.

Abrazos.