jueves, 23 de febrero de 2017

Patria: "Si le hubiera cortado las alas"


Comentario en torno a la novela Patria, de Fernando Aramburu, para la lectura colectiva de La Acequia, dirigida por Pedro Ojeda.

La relectura de algunos capítulos de Patria me habían dejado nostálgica y no acertaba con la entrada. Busqué, en la estantería, un viejo libro sobre Legazpi, el pueblo guipuzcoano donde viví doce años . ¡Y mi amiga Austri, la compañera de lecturas, estaba allí! 

-¡Hola Austri! No te había visto entrar. ¿Quién te ha abierto la puerta?

-¡Hola María Ángeles! Ya sabes que donde puedas entrar tú, entro yo. Te he visto melancólica, sin saber qué escribir y aquí estoy para ayudarte. No hace falta que hables de lo que pasa en Patria. Háblame de recuerdos y encontrarás el camino, ya verás. Si te parece, escuchamos primero Txoria txori.  



La música ha atizado mi memoria. 

¿No habrás pedido plaza de maestra en el País Vasco? No, mamá, que va, qué va. ¿La carta? No la eché, a quién se le ocurre.

¿Que te vas a trabajar al País Vasco? Sí, es una sustitución por maternidad, en Villafranca de Ordizia. Firmé un contrato en la Delegación de Educación de la Plaza Lasala, en el corazón de la Parte Vieja, un lugar donde se respiraba "el conflicto". Me llevó mi padre y el hombre tuvo la ingenuidad de preguntar, en Ordizia, por la Carretera "Nacional". Terminamos en el puerto de Orduña, en Vizcaya, antes de encontrar el camino a Burgos. Visitamos las tres provincias, en una singular vuelta a Euskadi. El lunes comienzo.



¿No te da miedo? ¿No es en ese pueblo donde tienen la partida de nacimiento muchos etarras? Aquello es la guerra, no vayas. Yo que tú no aparecía por allí. ¡Era lo que te decían!

"...de esa guerra que sólo existe en sus cabezas" (Página 367)

Sólo era por un mes, fueron doce años. Nunca llegó a peligrar físicamente mi vida, el miedo era de otra clase.

En 1979, nada más llegar, supe qué cosa era una huelga general. ¿Cómo? ¿Que no abren nada? ¿Que no hay escuela? ¿Que no funcionan los transportes? ¿Que hay manifestaciones y pelotas de goma que no son de las de jugar? ¿Por qué? Porque una bala de la guardia civil mató a una pacífica y ecologista programadora informática llamada Gladys del Estal, en una manifestación antinuclear.

"Conque huelga general. Moderado seguimiento en las ciudades. En los pueblos no hay escapatoria. Parón completo (tiendas, bares, talleres) o atente a las consecuencias". (Página 214). 

En los años ochenta, viví algunas huelgas generales, en Legazpi. No había escapatoria. 

"Había sido asesinado en un hotel de Madrid, a la hora de la cena, el diputado electo de Herri Batasuna Iosu Muguruza, de treinta y un años." (Página 214).



En 1980, tuvieron lugar las primeras elecciones al Parlamento Vasco. Se anunció un mitin del PNV en Legazpia y allí estaba yo, con mis compañeras de piso, todas de Burgos, a ver qué era eso. ¡Curiosonas! Pensábamos sentarnos en la última fila pero, en cuanto nos vieron aparecer los que dirigían aquello, mira tú unas chiquitas jóvenes, nos condujeron a la primera línea de mitin. Tuvimos que aplaudir, o hacer como que aplaudíamos, a una señora muy trajeada que presumía de su abuela muerta a los noventa y tantos o cien años, sin saber una palabra de castellano. ¡Qué mérito el de la amona! Nos mirábamos con una sonrisilla y vuelta a la carga: el dinero de Euskadi que se lo quedaba Madrid, a los de Burgos que nos registren. Y, para terminar, la peneuvista dama dijo algo sensato: que deseaba una Euzkadi como Suecia y no como la Unión Soviética. ¡Quién no!

"Aquí aprende euskera todo Cristo y no hay más que hablar" (Página 172).



En 1981, viví un particular 23 F. Mientras Tejero entraba en las Cortes, yo asistía a una asamblea de maestros interinos en huelga, en Hernani. Alguien proclamó que si los maestros no hablábamos euskera sería el pueblo vasco el que nos echaría. En el camino de vuelta, con la boca amarga, mis tres compañeras y yo, merendamos un chocolate con noticia de golpe de estado, ya no importaba la estabilidad laboral. Todavía nos quedaba una reunión con los padres de los niños, que nos pusieron de vuelta y media por haber hecho huelga. ¡A quién se le ocurre! Terminé aquel día con muy mal cuerpo por la suma de lo de Hernani, lo de los padres y lo del golpe de estado. Al día siguiente, a la escuela, una compañera iba a clase con un televisor bajo el brazo.




Poco después, estuve enferma y mi madre me acompañó a Tolosa donde me hicieron un análisis de sangre. A la vuelta, en la estación, anunciaban que el tren estaba detenido "por amenaza de bomba". ¡Bomba! Mi madre estaba alarmadísima, ella que vivió la guerra civil, y yo, tan tranquila, no pasa nada, ocurre muchas veces. ¡Oye, que han dicho bomba!

En 1982, me examiné de oposiciones en un colegio del barrio de  Gross. Aprobé y siempre cuento que lo hice de cara al mar Cantábrico, una imagen bella, en realidad lo que tenía enfrente era un edificio militar con sus tanquetas. 

"Y además hay que echar a las fuerzas españolas de ocupación. No es tan fácil como dices.
Joxe Mari bebió un trago de calimocho y, mirando desafiante a cada uno de la cuadrilla, les dijo que: -Todo lo complicáis. A ver, si tenemos la independencia, lo demás ya lo arreglaremos entre nosotros. ¿Mejorar la vida de los trabajadores? Perfecto. Se mejora. ¿Quién lo va a impedir si nadie de fuera nos gobierna?" (Página 172).



Recuerdo especialmente la muerte de Enrique Casas en 1984 . También la de Santiago Brouard, en el mismo año. Y la de Yoyes, Dolores González Catarain, en 1986, acusada de traición, en presencia de su hijo de tres años.

"...Pakito, una ráfaga de frío...Joxe Mari tuvo la impresión de que el frío provenía de aquel hombre...O acaso no eran más que figuraciones suyas, suscitadas por la fascinación temerosa del novato ante el veterano de la lucha armada a quien se atribuía un historial tan tenebroso como sangriento. De él se decía que había matado a Moreno Bergareche, Pertur, y ordenado ejecutar a Yoyes, como él de Ordizia, y reventar la casa cuartel de Zaragoza con niños dentro." (Página 383)



En 1985, descubrí la otra cara de la moneda. Para entonces, vivíamos en el colegio un ambiente de enfrentamiento que se hacía cada vez más insoportable, los alumnos mayores se daban cuenta y...

Mikel Zabalza, un conductor de autobuses que no era de ETA, fue detenido por la Guardia Civil. Quince días después apareció muerto en el río Bidasoa. Varias investigaciones señalaban que había muerto en el cuartel de Intxaurrondo. 

"...agentes del Servicio de Información de la Guardia Civil lo detuvieron en la madrugada del 26 de noviembre de 1985 en su casa del barrio donostiarra de Alza. Un día antes, ETA había cometido un atentado contra miembros de las Fuerzas de Seguridad del Estado, lo que desencadenó un amplio operativo antiterrorista. Mikel, un primo y su novia también fueron arrestados a lo largo de aquella noche. Los dos últimos fueron liberados sin cargos. Zabalza, por el contrario, no volvió a ser visto con vida."

El primo de Mikel Zabalza, Manolo Bizkai, trabajaba como maestro interino en Legazpi. Contó que escuchó los gritos de Mikel mientras era torturado. 




"Y empieza para Joxe Mari un círculo infernal que va del calabozo a la sala de interrogatorios, de aquí a la revisión del médico forense, de nuevo al calabozo y vuelta a empezar. Cuatro días incomunicado más el del cuartel de Intxaurrondo. Que colabore...le pusieron un antifaz. Luego un pasamontañas, enseguida otro, tres en total. Suda, tiembla. Estos también querían nombres...Le atribuyeron atentados. Negó y al punto lo golpearon varias veces en la cabeza con porras o con palos forrados...Más preguntas, más golpes...las manos a la espalda, lo obligaron a sostener una pistola y un cargador...que quedasen bien grabadas las huellas dactilares. Enhorabuena etarra, se acababa de convertir en el asesino de no sé quién...diez flexiones...preguntas sobre su vida privada...Más flexiones y el ascensor...levantarse...sentarse...

Le metieron la cabeza en una bolsa de plástico...falta de aire...angustia...le van a estallar los pulmones...le permiten una toma de aire...al borde de la asfixia...en ocho, nueve ocasiones...perdió el sentido.

Le contó al médico forense que lo habían torturado...él sólo podía consignar lesiones...de ninguna manera apreciaciones...

...lo sometieron a descargas eléctricas. Quieren saber cuándo ingresó en ETA...golpes y electrodos...forense...corros rojizos, pequeñas quemaduras...herida sangrante.
Arriba, suavidad, educación y la presencia de un abogado de oficio...Y firmó desdeñándose de mirar el impreso...un txakurra le habló de buenas. Si pensaba que a su edad merecía la pena haberse metido en ETA...tirar la juventud...

...lo  condujeron al despacho del juez de la Audiencia Nacional...una bola de odio dentro del pecho...Rechazó el abogado de oficio...Exigió uno de su onda ideológica...lo habían sometido a torturas...que presentase la denuncia...aquel no era el momento ni el lugar...la bola de odio no paraba de agrandársele...Negó las acusaciones...se prestaba a declarar...

Tras la declaración...a los calabozos...esperando el furgón...a la cárcel...en la pared...anagrama de ETA...Gora Euzkadi askatuta...euforia...empezó a cantar...Hegoak ebaki banizkio. "

"Si le hubiera cortado las alas". 

Aramburu no evita los detalles de la tortura. Es un capítulo muy duro.
-¿Ves como, al final, has podido escribir la entrada?

-Sí, pero he contado más de mi historia personal que de la de Patria.

-Pero ha sido Patria la que ha despertado tus recuerdos.

-Dedico esta entrada a mis compañeras Esther, Loli y Conchi. 

Un abrazo de María Ángeles Merino
Y de Austri


jueves, 16 de febrero de 2017

Patria: "Fulano hace un poco, Mengano hace otro poco, y cuando ocurre la desgracia que han provocado entre todos, ninguno se siente responsable."


Comentario en torno a la novela Patria, de Fernando Aramburu, para la lectura colectiva de La Acequia, dirigida por Pedro Ojeda.

Era lunes, 13 de febrero y después de las cosillas de casa, me fui de paseo y de recados, bajo la que se había anunciado como llovizna pero se mostró como señora lluvia. Iba pensando en la entrada del jueves, si pondría esto o lo otro, qué le parecería a Austri, mi compañera de lecturas. No contaba con ella, con la que estaba cayendo; pero mi pensamiento la convocó y  allí estaba, en la librería Luz y Vida, junto al expositor de Patria. Había entrado a comprar A sangre y fuego y Media vida, ya sabéis, las que leeremos los meses próximos. Aquí tenéis mi ensoñación:

-¡Hola María Ángeles!

¡Hola, Austri! No esperaba verte por aquí.

-Pues éste es el lugar más adecuado, éste y la Biblioteca Pública.

-Sí, desde luego. Pero vamos fuera y charlamos. Cuando nos cansemos de andar bajo la lluvia, entramos en una cafetería. La lluvia es casi un personaje de Patria.


-Al Txato lo matan bajo la lluvia. ¿Crees que la lluvia significa algo más que el fenómeno meteorológico?

-Podría ser, lluvia y País Vasco van de la mano. La que cayó durante cuarenta y tres años...De todas maneras, cómo le gustan los paraguas a Fernando Aramburu. Mira la portada de otro de sus libros, Años Lentos, novela protagonizada por una familia donostiarra más pobre que la de Patria y una ETA más incipiente, a finales de los sesenta.


-Como es una novela muy larga, vamos a comentar solo algunos pasajes. Déjame tu libro, a ver qué comentamos. Ya está, nos sirven de guía estos post it que guardas entre las páginas. 



-Son sólo referencias a  frases que me llamaron la atención, en algunos capítulos. Leo lo de las pintadas y el linchamiento moral que sufre el Txato. ¡Nadie hizo nada! 

"Habían aparecido pintadas en las paredes. Una de tantas : TXATO TXIBATO. Por la rima, supongo, pero el caso es difamar y meter miedo. Fulano hace un poco, Mengano hace otro poco, y cuando ocurre la desgracia que han provocado entre todos, ninguno se siente responsable porque total, yo sólo pinté, yo sólo revelé donde vivía, yo sólo le dije unas palabras que igual ofenden, pero, oye , son sólo palabras, ruidos momentáneos en el aire."

-Le negaron el saludo y la mirada. Los amigos, los vecinos y los inocentes niños que escuchaban conversaciones no inocentes de sus padres. "Una canallada", como le dijo Arantxa, sin beso, con una palmada, bien alto. Bittori no olvida, "antes muerta". El Txato tuvo que renunciar a la bici...

"Mataron al Txato, una tarde de lluvia, a pocos metros del portal de su casa."

-"Y el cura, menudo pájaro, le insistía a Bittori para que el funeral se celebrara en San Sebastián."



Es que allí irá más gente. Ni hablar, somos del pueblo. Don Serapio, "menudo pájaro", cedió y en la homilia ni una palabra sobre el atentado, "trágico suceso que a todos nos conmociona". Asistieron unos pocos vecinos, algunos políticos constitucionalistas, algunos parientes y ningún empleado.  Arantxa estuvo en los bancos del fondo, con su marido. "No se acercaron a dar el pésame, pero allí estaban, no como otros. Y eso Bittori tampoco lo olvida". 

-Era una Arantxa sana, antes del ictus, el que tuvo en Mallorca, de vacaciones con su hija Ainhoa. Aquello que la dejó totalmente paralizada, con el "síndrome de enclaustramiento". Enclaustrada...como su hermano Joxe Mari en la cárcel con una condena de ciento y pico años, como su querida Patria, enclaustrada por la ley del silencio impuesta por un nacionalismo criminal de cuatro líneas. Adivinamos que Arantxa será la que probará a tender un puente entre las dos familias, la hija de la amarga Miren, la "mujer de mármol". 


-Mujer de mármol con su nieta Ainhoa de quince años. Miren viajó a Mallorca cuando lo del ictus y tuvo que hacerse cargo, unos días de la niña.  Hubo en la isla una explosión delante del cuartel de la Guardia Civil. La adolescente razona: tan lejos de Euskal Herria, qué culpa tienen los de aquí de lo que pasa allá, la bomba me podía haber explotado a nosotros, no me gusta que maten, a mi aita tampoco le gusta.



La amona Miren suelta la sinrazón de su discurso aprendido: 

"Eso no pasa porque ellos miran bien cuando tiene que producirse una explosión...Las bombas son para defender los derechos de nuestro pueblo y se las ponen al enemigo. A los mismos que torturaron al osaba Joxe Mari y que todavía lo torturan en la cárcel. Si no entiendes esto, yo ya no sé qué puedes tú entender...¿Que sigan machacando al pueblo vasco por los siglos de los siglos? "

La gente buena no mata, eso te lo ha dicho Guillermo, tu aita, no, eso lo digo yo. 
Ainhoa no se terminó el bocadillo, Miren, "dura de gesto", tampoco.

-Volvemos a don Serapio, menudo pájaro. Bittori quería saber y no se conformaba con sus diálogos de Polloe. Decidió volver a la casa del pueblo, la que abandonó en una mudanza casi clandestina. Un día se presentó don Serapio, menudo pájaro, que le preguntó si hacía vida en la casa. El olor a alubias con morcilla no ofrecía dudas. Claro, era su casa. El cura, "rana verbal",  dando saltos para acá y para allá, inició una conversación de circunstancias llena de halagos y de blanda amabilidad, de un tema a un subtema, pasando por la meteorología. Bittori perdía la paciencia, tenía hambre y estaba deseando quitarse de en medio la incómoda visita. "Zanjó: ¿Por qué no hablas de lo que has venido a hablar?" 

"Sin poderlo evitar", dirigió una mirada a la foto enmarcada del Txato. Soltó lo que tenía que soltar. Que...causaba cierta inquietud...la gente veía que venía todos los días y sentía extrañeza y se hacía preguntas...otros vecinos tenían derecho a rehacer sus vidas...oportunidad a la paz. La lucha armada que había golpeado con dureza a  nuestro pueblo...las fuerzas de seguridad...hemos tenido muertos...aquí ha habido represión...inocentes...maltratado, torturado en los cuartelillos...nueve hijos de la villa...en la cárcel...no soy jurista...si merecen o no el castigo...simple sacerdote...contribuir a que la gente de su pueblo viva en paz.

Obispo Setienal que tuve el gusto de conocer en visita pastoral y en el tren. 

-Bittori se enfrentó al cura, le preguntó si acaso la paz estaba en peligro porque la viuda de un asesinado viniera a pasar unas horas en su casa. En absoluto, por Dios, en absoluto. Sólo había venido a pedir un favor en nombre de la gente del pueblo. Mira que la tenía bien presente en sus oraciones, a ella y a sus hijos. Y que si su marido no estaba ahora en la presencia del Señor no sería porque él no lo hubiera suplicado no sé cuantas miles de veces. ¡El Txato en el infierno o en el purgatorio ! ¿Por qué no lo echaba ya a escobazos? Bittori no perdió los nervios, lo cual tenía mérito. Le pidió que hablara claro, qué quería de ella:

"Que no vaya al pueblo para no entorpecer el proceso de paz...que ha llegado el momento de que nos perdonemos los unos a los otros"

-¿A quién tenía Bittori que perdonar? Respondió que a nadie pero que era "parte del conflicto" y tal vez la otra parte exigiera también perdón. ¡Inaudito! Ya no aguantaba más y tenía hambre. 

"Quien no me quiera ver en le pueblo, que me pegue cuatro tiros como al Txato, porque pienso seguir viniendo tantas veces como me dé la gana".

"Dile a la persona que te ha mandado visitarme que no pararé hasta conocer todos los detalles relativos al asesinato de mi marido".


-¿Hurgar en la herida? No, sino sacarle todo el pus para que pueda cerrarse. Se fue ofendido. Sentada sobre el plástico y la húmeda losa, le contaría al Txato toda la conversación con don Serapio. 

"¿Tú qué piensas Txato? ¿Hice bien?"

-¿Por qué lo mataron? Vamos a "Diálogo en la oscuridad".

Aquella noche, en que Bittori anunció "sapo en salsa" para cenar, el Txato estaba inquieto y no tenía hambre. Sentada en la cama, en la oscuridad, mosqueada porque Miren le había hablado de "las cartas", le espetó:

"¿A qué esperas para contármelo todo?"

-El Txato puso a Bittori al tanto del acoso a que lo estaban sometiendo, sin ocultar cifras ni su viaje a Francia. En cambió, no dijo una palabra sobre la mención a Nerea en la última carta amenazadora. ¿Qué pensaba hacer? Esperar.

"Por este año ya les he pagado y más no me van a sacar. Estos cabrones me piden una barbaridad, justo ahora que me he metido en créditos y compras, y que hay unos cuantos morosos que no me pagan...Quién sabe, igual ha habido una equivocación...¿Quién me dice a mí que el tipo al que entregué el sobre no se lo ha quedado para costear sus caprichos...de momento es mejor no hacer nada."

-El Txato confíaba en el pueblo. Lo conocían"soy de aquí, hablo euskera, no me meto en líos de política, doy trabajo...fiestas...equipo de fútbol, el Txato apoquina como el que más. Si alguien de fuera viene a hacerme daño, seguro que le echan el alto. Ojo, que ese es de los nuestros. Además, conmigo se puede hablar ¿eh?"

-No tan confiado, no se chupa el dedo. En la empresa, guardaba una pistola en el cajón. Si el asunto se complicara, se llevaría los camiones a la Rioja o por ahí.

Su mujer le dice que, aunque sea del pueblo, no le extrañaría que alguno de sus obreros le pasara a ETA datos suyos. Podría ser. Todos pagaban y se iban por las ramas si se les preguntaba. Y quería que Nerea estudiara fuera. El Txato, contra su costumbre, no roncó en toda la noche.

-Dejamos al Txato y a Bittori por hoy. Esto que hemos comentado ¿te trae a la memoria algún recuerdo de los años en que viviste en Euskadi?

-En los años ochenta, en Legazpi se hablaba, como en todo Euskadi, del "impuesto revolucionario", de las cartas de extorsión que los empresarios recibían y de que no todos eran muy ricos. En enero de 1983 hubo una noticia que cayó como una bomba en el pueblo. ETA había secuestrado a Miguel Ignacio Echeverría, nieto de Patricio Echeverría, el fundador de Aceros Bellota, la empresa donde trabajaba la mayor parte de los legazpiarras. Los niños de la escuela se hacían eco de la preocupación de sus padres: la fábrica se puede venir abajo, habrá despidos, nos tendremos que ir de la casa porque es de Patricio...O, en otra línea: a ese chaval nadie le ha visto tomar txikitos en los bares de la Kale Nagusia, pagarán, seguro que pagan, esos tienen mucho dinero...de nuestro sudor al pie del horno de fundición. El Ayuntamiento, en pleno, con su alcalde a la cabeza, también obrero de PESA, declaró a la prensa que estaban en un "impasse", no sé por qué no se me olvida la palabreja. Una semana después, el joven estudiante de ingeniería Miguel Ignacio Echeverria, fue liberado, tras el pago de los 160 millones de pesetas. 



De curas, monjas y frailes habría mucho que hablar. Algunos, en expresión popular, eran "más de eta que de la otra". ¡Y no conocí a don Serapio pero conocí al obispo Setién! Nos reunió a los maestros de Legazpi, qué religiosos y modositos, en su visita pastoral, en mi primer curso. Habló casi todo en euskera y nadie tradujo nada. Mis compañeras, las de Burgos,  me recuerdan que yo comenté, en aquella ocasión que San Pedro no entendería a  este obispo. Unos años más tarde, coincidí con él en el Talgo y, en una sacudida del vagón, estuve a punto de regarle con el contenido del bote de zumo que acababa de abrir, no lo hice a posta, monseñor. Era de melocotón, no de tomate, afortunadamente.

Bueno, Austri, ha dejado de llover. La semana que viene seguimos con Patria.

Un abrazo de María Ángeles Merino

y Austri.

jueves, 9 de febrero de 2017

Patria: "¿Te has enterado? Dicen que lo dejan, que no van a atentar más"



Comentario al arranque de  la novela Patria, de Fernando Aramburu, para la lectura colectiva de La Acequia, dirigida por Pedro Ojeda.

Aquel día de otoño, había comprado Patria de Fernando Aramburu y , en su compañía, me fui de paseo al parque de la Isla, mi vieja costumbre, a pisar hojas secas y pilongas. Iba como una niña con zapatos nuevos. Aquel libro prometía y no resistí la tentación, me senté en un banco para leer cómodamente un poquito de mi nuevo libro. Un perrillo desconocido se sentó junto a mí y empujaba con el hocico, feliz, entusiasmado,  una acharolada castaña. Hola amigo, ya somos dos con nuestro nuevo juguete. Jugamos. Comienzo la lectura, tu amita no para de hablar con sus amigos. Tú y yo a lo nuestro.

Son dos párrafos con el pensamiento de Bittori, una mujer vasca y sencilla, viuda de una víctima de ETA, el Txato, madre de la huidiza y algo egoísta Nerea y del médico Xabier, refugiado en su profesión. Las primeras palabras de un buen libro siempre nos dan una pista. El escritor mira al mar, aunque el título hable de un parquet y unos tacones.

"Ahí va la pobre, a romperse con él. Lo mismo que se rompe una ola en las rocas. Un poco de espuma y adiós."

Durante años, muchas olas se rompieron en la roca o la roca les rompió. Era un espejismo, pero allí seguía con su canto de sirenas. Joxe Mari fue a romperse en la roca y la roca mató al Txato.



Hoy vuelvo al banco, hace mucho frío para sentarse pero allí está Austri, mi amiga de lecturas y comentarios. 

-¡Hola Austri!

-¡Hola María Ángeles!

-¿Estás enfadada conmigo?

-No. ¿Por qué iba a estarlo?

-Porque la semana pasada no te busqué para leer y comentar Patria juntas, como hemos hecho con otros libros. Los visitantes de mi blog ya te conocen.

-Lo entendí. Diste sobre una parte de tu vida, ahora que estás un poco sensible en lo que toca al paso del tiempo.

-Los sentimientos me desbordaron y preferí escribir el comentario en soledad. Patria es una novela que toca fibras.

-Decías que es la historia de dos familias distanciadas que fueron muy amigas: la de el Txato, pequeño empresario víctima del terrorismo etarra y la de Joxe Mari, el presunto asesino. Son nueve personajes: Bittori y el Txato con su hijos Nerea y Xabier, Miren y Joxian con Joxe Mari, Arantxa y Gorka. El autor quiso que toda la novela se sostuviera en mujeres vascas fuertes, las dos madres y también sus hijas, las que tienen la potestad de la palabra, en contraste con la torpeza del varón vasco para verbalizar sentimientos. Una historia en un pueblo vasco, no muy grande, donde todos vigilan a todos. Se impone el silencio nacido del miedo. 

-Es un libro largo que no se hace largo. Repite pero no se repite. A los pocos capítulos ya sabemos un poco de casi todo pero queremos saber más y no paramos hasta dar con el final . Ni siquiera nos molesta que el orden cronológico esté alterado. Vivimos las perspectivas de los nueve personajes principales y algunos secundarios: las parejas y ex parejas, los hijos e hijastros, los compañeros de trabajo, los vecinos, algún comerciante, el cura, qué malo el cura,  e incluso Ikatza la gata tiene su papel. Nueve narraciones distintas para el asesinato de Txato y un final que ya presentíamos como leve esperanza. ¿Y el narrador? 

-El narrador, a pesar de su omnisciencia, se somete a la tiranía de los personajes que le cortan sin piedad, aunque no haya terminado el párrafo. Sus pensamiento y sus palabras invaden, no se conforman con lo que va precedido por el guión. Invaden y se funden, el lector no se da cuenta, al menos en la primera lectura, en la relectura la cosa cambia. La técnica no debe notarse, decía el escritor. ¿Recuerdas la entrada anterior con la entrevista de Iñaki Gabilondo?

"La mujer del tiempo había anunciado sol. Y ella, ay, qué vieja me estoy haciendo, volvió a mirar la calle y el taxi ya se había perdido de vista"

El resultado de la fusión puede ser chocante e incluso sonar a incorrecto:

"Añadió que se iba a fumar un cigarrillo a la calle mientras habláis".

¿Qué te parecen los personajes, a ti que viviste en el País Vasco?

-Son muy vascos, muy guipuzcoanos y muy de carne y hueso. Nos caen bien o mal enseguida, sobre todo las mujeres. Creo haber conocido alguna Miren, qué amarga es esa mujer. Vamos con el arranque de la novela:

Comienza la novela: "Ahí va la pobre" y la pobre es Nerea. Los tacones agujereaban el parquet lo mismo que Nerea agujereaba el alma de su madre Bittori. Los tacones y los labios rojos y el viaje a Londres, todo para contentar al modernísimo yerno Quique, "más tradicional que el arroz con leche", y salvar su matrimonio en un último intento. Bittori no tragaba al "Nolotrago" que deseaba un varoncito que se le pareciera, nada de adopciones. Y Nerea tragará, no tenía derecho "a exigirle que sea infeliz". Está "chalada":

"Alquilará un vientre pagando lo que haya que pagar. Lo que es por mí le ayudaría a encontrar una mujer sana que le cumpla el antojo".

Madre e hija "rozaron mejillas". Nerea "dijo algo sobre la mala suerte, pero que no debemos renunciar a la alegría". Madre e hija no podían estar más lejos. ¿Que no renuncie a la alegría? "Bah, una chorrada que se les dice a los mayores para subirles el ánimo". ¡Y que cambie el felpudo! 


-Y tan lejos porque la joven Nerea, la predilecta de su padre, estudiante de Derecho en Zaragoza, no asistió al funeral ni al entierro del Txato, asesinado por ETA. Bittori le dirá a la foto de su marido, después de ensayar unos pasos de baile:

"Contraeré el alzhéimer, olvidaré que te mataron, olvidaré mi nombre; pero te juro que mientras arda una bombilla en mi memoria me acordaré de que nos negó su compañía cuando más la necesitábamos"

-Pero no te adelantes. Vamos poco a poco, es en el segundo capítulo donde vamos a aterrizar al suceso en torno al cual gira toda la novela. Algo muy grave había pasado a Bittori si su hija le hablaba de mala suerte y derecho a la alegría. Desde el felpudo, qué misterio el del felpudo, pasamos a la pérdida de fe y ahí por fin:

"Antes de lo del Txato creía, pero ahora no cree"

Era muy devota, "hasta estuvo en un tris de profesar". Iba a meterse monja, "ella y aquella amiga del pueblo de la que más vale no acordarse". De la amiga que ya no era amiga al obispo y sus palabras "haciendo como que " que tanto la irritaron. Pero no se atrevió a negarle la viscosa mano. Lo miró a los ojos para expresarle su falta de fe porque "nada más ver al Txato en el ataúd, su fe en Dios reventó como una burbuja". 

-El escritor nos va a conducir desde el funeral al día de octubre benigno en que recibió la noticia : "Dicen que lo dejan, que ya no van a atentar más". 



Bittori no cree pero de vez en cuando va a misa, se sienta en el último banco y practica un ateísmo silencioso. Niega para sí todo lo que el sacerdote afirma: "Oremos. No. Este es el cuerpo de Cristo". No. " Cuando se cansa, echa una discreta cabezada. Como aquel día...

-Aquel jueves de octubre benigno, por la tarde, "salió de la iglesia de los jesuitas,en la calle Andía, con el cielo ya oscuro". Vio una cara conocida, cambió de acera y terminó en la plaza de Guipúzcoa. "Se entretuvo mirando los patos...Recordó cisnes negros que ahora no se ven". "Din don din", el carillón, las ocho. Recordó lo que le dijo Nerea aquella misma mañana, que no hay que renunciar a la alegría. ¿Alegría? "Si inventaran una máquina de resucitar a los muertos y me devolvieran a mi marido". "¿Olvidar? ¿Qué es eso?"





Olía a algas y a humedad, el olor donostiarra, hacía una tarde estupenda, iría a casa andando. Oyó su nombre, no quiso volverse, aceleró pero de nada le sirvió. La alcanzaron por detrás: "Bittori, Bittori".  Era la misma vecina que tantas veces la había evitado en la escalera o en el portal. Le soltó: "¿Te has enterado? Dicen que lo dejan, que no van a atentar más". Mintió, dijo que ya lo sabía. Y ella, la "sinsorga": qué buena noticia, la paz, ya era hora, me alegro, lo habéis pasado tan mal, que pare y os dejen tranquilos...Y como Bittori no mostraba ganas de hablar, la vecina se despidió precipitadamente, tenía prisa, le había prometido a su hijo salmonetes para cenar, si iba para casa, la acompañaría. ¡Sinsorga e hipócrita!

-No deseaba tal compañía, la esperaban "aquí cerca". Cruzó a la otra acera para perderla de vista. Anduvo sin rumbo por los alrededores. Si llegaba a casa pronto, la sinsorga pensaría: "tate, no quería estar conmigo". Una voz de dentro le advertía: "Estás cayendo en el rencor y ya te he dicho muchas veces que". Se contestó: "Vale, déjame en paz". 

Fíjate que posaba sus manos en un árbol, en las paredes, en el mobiliario urbano...al mismo tiempo que susurraba:"gracias por tu humanidad". Remedaba las palabras hechas y huecas que le dedicaron los que le daban la mano mecánicamente el día del funeral.

Llegó a su casa y subió descalza los tres pisos para que no la oyera la vecina. Estaría con sus salmonetes y el cretino de su hijo. Una mirada al felpudo, qué verá de malo Nerea en él, giró la llave en silencio. Ikatza la gata negra dormitaba en el sofá. 

-Sonó el teléfono. Esperó a que se extinguiera el sonido. Reconoció el número, lo marcó. Era su hijo Xabier, excitado. 

"Ama, ama. Que encendiese el televisor"

No iba a poner la tele, pero pudo más su curiosidad. Vio en la pantalla a los tres encapuchados con boina, "estética del Ku Klux Klan". "Sentía viva repugnancia". No podía soportar las imágenes, le revolvían las tripas. Apagó el televisor. Cambió el agua a la gata y se acostó antes de lo acostumbrado, sin cenar. 

-Ya en camisón, le había dicho a la foto del Txato: "Mañana subiré a contártelo. no creo que te alegres; pero, en fin, es la noticia del día y tienes derecho a conocerla". 

No podía llorar, sus ojos estaban secos. "Y Nerea sin llamar". 

-Al día siguiente, Bittori fue al cementerio de Polloe, a contárselo. Detestaba la antipática inscripción del arco de la entrada pero era incapaz de entrar sin leerla:

PRONTO SE DIRÁ DE VOSOTROS, LO QUE SUELE AHORA DECIRSE DE NOSOTROS: ¡¡MURIERON!!


¡Muy antipática! Le sobraba el abrigo. "Se lo había puesto nada más que por vestir de negro". Ya no vestía de luto pero le parecía una falta de respeto andar entre muertos vestida de colores. Bittori es una mujer con sus convencionalismos, aunque acepte que somos "polvo sideral". Se sentó sobre la losa, protegida del frío y de la mugre por el cuadrado de plástico que llevaba siempre en el bolso. 

-Se puso a hablar a Txato, le contó que la hija estaba en Londres, que daba por supuesto que estaría bien puesto que en la tele no habían dicho nada de un accidente de avión. Los dos, hija y yerno, "estarán dale que te pego a ver si salvan el matrimonio".

Como si el Txato hubiera dicho algo, contestó: "Hablo como me apetece y nadie me lo va a impedir, tú el que menos. ¿Que si bromeo? Ya no soy como cuando vivías. Me he vuelto mala. Bueno mala, no. Fría, distante. Si resucitas, no me reconoces...tu hija de tu alma, tu preferida, tiene mucho que ver con este cambio mío. Me pone de los nervios...". 

-¡Es esta manera de hablar a un muerto? Bittori me recuerda a la Menchu de Cinco horas con Mario de Delibes. A lo que íbamos, le dio la gran noticia:

"Lo otro que quería decirte es que la banda ha decidido dejar de matar...Maten o no, a ti de poco te va a servir. Y a mí no creas que de mucho más. Tengo una gran necesidad de saber...Nadie me va a parar...Eres el único que lo sabe. No me interrumpas. El único que sabe que voy a volver. No, a la cárcel no puedo ir. Ni siquiera sé en cuál está el malvado. Pero ellos seguro que siguen en el pueblo...Tú tranquilo, Txato, Txatito..."

Bittori necesitaba saber. Esa misma tarde iba a volver al pueblo, a la casa que abandonó en una "mudanza a oscuras". Ya te informó, Txato. "Ahí te quedas". En tu tumba. ¡Qué ateísmo más creyente el de esta mujer!



-Así arranca la novela. ¿Qué te parece si volvemos a "aquella amiga del pueblo de la que más vale no acordarse". Habían sido amigas de merendar y meterse a monjas juntas. Veamos Últimas meriendas.



Bittori era más de tostadas y descafeinado, Miren de chocolate con churros. Se llevaban muy bien, eran íntimas. Si un sábado tocaba cafetería de la Avenida, al siguiente iban a una churrería de la Parte Vieja. Siempre a San Sebastián. "Decían San Sebastián como decían Donostia. No eran estrictas". Conversaban en euskera, pasaban al castellano y vuelta al euskera. 

-Se reían de cuando iban a ser monjas. Hacían recuento de las habladurías del pueblo, criticaban al cura por faldero, despellejaban a las vecinas, se contaban todo de casa y cama, tanto la espalda peluda de Joxian como las cochinadas del Txato. Todo. También que Joxe Mari, el hijo mayor de Miren, estaba en Francia, qué disgusto, no sabían en qué pueblo, tenía prohibidas las visitas, ahora no se podía pasar como antes a verlos y llevarles ropa y lo que haría falta. Ahora habían de andar con cuidado que los fascistas iban detrás suyo. 

Entre bocados a la tostada y sorbos al descafeinado, Miren recitaba la lección como un autómata:

"Que entendía la militancia como un sacrificio para la liberación de nuestro pueblo y que si alguien les venía al aita o la ama con el cuento de que se había metido en una banda de criminales, que no se lo creyeran, que él lo único que hacía era darlo todo por Euskal Herría y también por los derechos de esos que se quejan y luego no hacen nada. Eran muchos gudaris...lo mejor de la juventud vasca..."

-Bittori se lo contaba a la gata: "Pues verás, Ikatza..." Le apenaba que el hijo de su mejor amiga  hubiera dejado todo por entrar de pistolero en una organización dedicada al asesinato en serie. Comprendía la transformación de Miren, aunque no la aprobara. Entre una merienda y otra, Miren cambió. De repente, había tomado partido por su hijo, se había fanatizado por instinto materno. Tal vez ella, en su lugar, se hubiera comportado igual. 


"Hasta entonces, Miren no se había interesado lo más mínimo por la política". "¿Nacionalistas esos? Ni por el forro"

No creía que Miren y Joxian hubieran educado a sus hijos en el odio. "Los amigos, la cuadrilla, las malas compañías le metieron el veneno...Es de los duros. De los duros o de los brutos. No sabe ni cómo se abre un libro."

Porque fue el sábado siguiente cuando la notó cambiada. Se encaminaron a la parada del autobús y ¿qué vieron?

"Una manifestación de tantas en el Bulevar. Lo de siempre, pancartas, independencia, amnistía, gora ETA. Bastante gente. Dos o tres caras del pueblo, lluvia y paraguas. Y en vez de esquivar a la muchedumbre, Miren dijo: hala, guapa, vamos. La cogió del brazo...y se metieron las dos dentro del gentío...coge Miren y se arranca a corear a voz en cuello las consignas...Vosotros fascistas sois los terroristas. Y Bittori a su lado, un poco extrañada, pero bueno, allá fue".



-Miren la arrastró. Bittori no sabía nada, el Txato no le había dicho nada de las cartas que había recibido en las que ETA le exigía el pago del llamado impuesto revolucionario. No se le pasó a Miren por la cabeza que su amiga no lo supiera y metió la pata: "...si podríamos ir ya le diríamos: habla con los jefes, que hagan algo para que dejen al Txato tranquilo"

¿Dejar tranquilo a su marido? Miren le dijo que por lo de las cartas. "¿Cartas, que cartas?"

Ahora, para terminar, María Ángeles. ¿Te trae algo a la memoria esta entrada?

-Recuerdo las cafeterías del Bulevar y de la Avenida de la Libertad, en San Sebastián. Eran lugares de ambiente relajado donde siempre había grupos de señoras muy bien arregladas que merendaban tranquilamente y charlaban sin tregua, como Miren y Bittori. En los años ochenta, eran habituales las manifestaciones en el Bulevar, con  barricadas y ruedas quemadas, cuando no era un autobús entero, lo cual traía por el camino de la amargura al alcalde Odón Elorza que llegó a perseguir personalmente a los jóvenes que quemaban los carísimos vehículos municipales. ¡Que eran de todos! 

Yo no vivía en San Sebastián, Legazpi está a una hora de tren, y sé solo lo que decían los periódicos pero recuerdo una tarde, en una cafetería del Bulevar. Desde dentro observé, alarmada, que estaban colocando estratégicamente unos neumáticos, me puse nerviosa y se lo comenté a unas señoras que disfrutaban de sus tartas de fresa. Me tranquilizaron, no se preocupe, que todavía hay tiempo, esto no empieza hasta las...La barricada tenía su horario, no había que preocuparse. Desde entonces cada vez que oía hablar de violencia callejera en el centro de San Sebastián recordaba a aquellas mujeres con su dulce y reposada merienda. Y a Odón Elorza con la chaqueta abierta, gritando: ¡Cobardes! Tarta de fresa y neumáticos quemados, una extraña mezcla.



¿Madres de etarras como Miren? Sí, conocí a una y lo tenía muy a gala. Imponía respeto...o miedo. 

Hasta otro día, Austri. Seguiremos con Patria. 

Un abrazo de María Ángeles Merino.

jueves, 2 de febrero de 2017

Patria: una novela que rompe silencios y toca fibras.


Fernando Aramburu firma mi ejemplar de Patria.

Comentario inicial a la novela Patria, de Fernando Aramburu, para la lectura colectiva de La Acequia, dirigida por Pedro Ojeda.

El libro nos recibe con gotas de agua que desdibujan una silueta humana con paraguas rojo. Es una imagen que nos atrae y nos inquieta a la vez. Así es Patria, atractiva pero inquietante, especialmente para los que pasamos una parte de nuestra vida en el País Vasco. Para nosotros, no es, no puede ser una lectura cualquiera. Patria rompe silencios que creíamos infinitos y "toca fibras", como dice la amiga Carmen Ugarte, "a unos unas y a otros otras".


Fernando Aramburu (San Sebastián 1959), es licenciado en filología hispánica y desde 1985 reside en Alemania. Considerado ya como uno de los narradores más destacados en lengua española, es autor de novelas, libros de cuentos, ensayos, narraciones infantiles, poesía y traducciones...Ha recibido importantes premios literarios...Ahora nos entrega su novela definitiva. Patria, valiente y conmovedora, es uno de los libros más impresionantes de la literatura española reciente. 



Patria presenta un esquema aparentemente sencillo. Es la historia de dos familias, los dos polos: la de el Txato, pequeño empresario víctima de la extorsión y del terrorismo etarra y la de Joxe Mari, el posible asesino. Son nueve personajes: Bittori y el Txato con su hijos Nerea y Xabier, Miren y Joxian con Joxe Mari, Arantxa y Gorka. El autor quiso que toda la novela girara en torno a las dos madres, mujeres que han sido amigas, muy amigas, de decidir ser monjas, de merendar juntas. Las mujeres son aquí muy importantes, las dos madres y también las dos hijas, la egoísta Nerea y la épica Arantxa. Mujeres fuertes fuertes fuertes, el superlativo en euskera está en función de las veces que se repita el adjetivo. La novela no se sostiene sin ellas, son las que tienen la potestad de la palabra porque los varones vascos, en la opinión del autor, suelen tener una torpeza instintiva para la verbalización de sentimientos. El hombre se escapa, se esconde. Joxian se refugia en la huerta, con sus puerros y sus conejos, es la metáfora del silencio colosal, del silencio que degrada.



La palabra y el silencio. Fernando Aramburu no renuncia al arte de la palabra:"mi novela funciona como artefacto literario". Estamos ante la propuesta lingüística de un filólogo. Hay un narrador externo y de repente la voz pasa a otro que protesta, pregunta, pide cuentas...hace que el texto sepa que está narrado. Unos ecos de gran belleza. La técnica no debe notarse, dice el escritor. Como la del episodio del asesinato que está narrado nueve veces, una para cada personaje incluido el asesinado, y no consecutivamente. El escritor ha evitado el vocabulario selecto, la sintaxis es sencilla, quiso que el texto fluyera con cierta ligereza. Nadie ha de temer enfrentarse a las complejidades de un Ulises de Joyce, es un libro que puede disfrutar mucha gente. 

¿Un alegato? Su libro,"un fresco de realidades humanas" según Iñaki Gabilondo, no es un alegato y, en todo caso, así lo dice el autor, si es un alegato lo es contra el dolor. No es equidistante, las víctimas son víctimas y los culpables son culpables. Eso sí, el autor se sitúa para recoger todas las voces. 


Escuchamos a Fernando Aramburu en la entrevista que le hizo Iñaki Gabilondo. ¿Patria? 



 "Obviamente es la patria vasca que desgraciadamente no es solo un espacio geográfico sino que para muchos es eso, pero sacralizado, convertido en mitología, convertido en algo que es muy peligroso para las sociedades que es una misión, misión que cada vez que se pone en marcha genera dolor, genera víctimas, misión que consiste en llevar mentalmente, incluso bíblicamente, a una masa de personas de un punto A a un horizonte B que se supone que es la perfección, que se supone que es el Paraíso y un ciudadano que ha vivido en el País Vasco, lo quiera o no, está en relación con esa sacralización del espacio ya sea porque participe activamente en esta ensoñación o porque le afecte.Y esto quiere decir que los ciudadanos de mi tierra natal llevan décadas sometidos a un filtro, un filtro con unos orificios por los cuales sólo pasan los puros, los genuinos, los que van a armonizar con el paisaje sacralizado. El resto estorba, ya sea por su procedencia natal o porque no comulgan con determinadas ideas, hay que suprimirlos, quitarlos de la Patria. Esto se hace en distintas graduaciones: por asesinato, expulsión de la comunidad o sometiéndolos al silencio y la marginación"



Mitología, misión, dolor, víctimas, Paraíso, sacralización, ensoñación, filtro, los puros, los genuinos, el resto estorba, hay que suprimirlos, asesinato, expulsión, marginación. Sobrecogen estas palabras de Aramburu, la sacralización de la Patria que genera una situación de terror o miedo colectivo. 

Todo lo anterior ha removido mis recuerdos y no he podido evitar escribir lo siguiente que no contiene ficción alguna, fue mi realidad. Aprovecho unas palabras del personaje Miren para titular mi relato:

"...es una chica muy maja. No es vasca, pero bueno"(página 25, capítulo "En casa de esos")

Es un día de otoño de 1979. Llueve, es difícil subir la embarrada cuesta de Latxartegi con el endeble paraguas. Soy de Burgos, tengo veintidós años y trabajo como maestra interina en un pueblo de Guipúzcoa.

Legazpi es un pueblo interior e industrial rodeado de árboles y praderas verdes, abrazado por montañas, hermoso a pesar de la fealdad industrial. Llueve y llueve, canta la lluvia y cantan los canalones, las sábanas están húmedas y oigo los trenes que saludan melancólicos al atravesar el valle. El mar está muy lejos y aquí hace más frío que en el pueblo ficticio de Patria, más cercano a Donosti.


Legazpi, foto cortesía del periodista legazpiarra Josema Azpeitia.

Mis alumnos son hijos de gente honrada y trabajadora, unos de fuera, otros euskaldunes. El aita suda la gota gorda junto al horno donde hierve la sopa de hierro, la ama trabaja en casa que no hay trabajo mayor. Los maestros, maizus y andereños, nos llevamos bien aunque nos soltemos,de vez en cuando, alguna indirecta. Unos de fuera, otros de dentro, algunos son muy mayores. No ha llegado todavía el veneno del enfrentamiento.

El euskera, joya lingüística, milagro de supervivencia, será utilizada para fines bastardos. Yo no soy de banderas ni pretendo convertir a nada a nadie. Sólo soy maestra.

Me gusta mi trabajo. ¿Qué más puedo pedir? Solo que los doscientos y pico kilómetros que me separan de mi casa, y de las sábanas secas, sean más cortos. El tren es mi cordón umbilical y paso muchas horas de retrasos en el glacial apeadero.

¿Cuantas veces he escrito el adverbio fuera? No, ahora veo que lo he corregido. ¿De dónde sois txikitas? ¡Ah, de Burgos! Somos cuatro las maestritas burgalesas, en el mismo piso, en el mismo colegio y a la espera del mismo tren. Mira qué bien, que tenéis aquí un puestecito las de Burgos. Hay muchos burgaleses en Legazpi, Patricio Echeverría los trajo de la zona de Villahoz y los apreciaba. ¿De dónde? ¿De dónde?  ¿No es ahí donde hubo un juicio que...? Y yo que tengo que ver.



¿En euskera o en erderaz? En el Eroski, aprendo: esnea, ogia, arraina, sagarra...nadie entiende de comida como los vascos. En la calle: abertzale, amnistia osoa, askatu, cipayo, dispersiorik ez, ekintza, ETA herria zurekin, euskaldun, Eusko gudariak, gora ETA, gora Euskadi askatuta, gudarik, herriko taberna, ikurriña, jarraitxu, kanpora, presoak kalera, amnistia osoa, txakurra, borroka...Todas están en el glosario que Aramburu incluye, al final de Patria. Palabras cotidianas, una de ellas no se pronuncia...casi nunca; pero flota en el aire, está en todas partes y da miedo. Ni ETA ni España, dos palabras tabú con e. La segunda se evita incluso en  clase de Geografía. No limita al norte con el mar Cantábrico, Francia y Andorra. Cuando no queda otro remedio se dice estado español. Hablo en castellano, nunca en español. ¡Qué más da!


Camino de casa, las paredes proclaman que ni de rojo, ni de verde, ni de azul ni de marrón. Las mujeres de los guardias civiles van a la compra en taxi. El cuartel es una palabra que se pronuncia con miedo. Yo misma saco las manos de los bolsillos cuando paso por allí. A la puerta, juegan los hijos de los guardias y el pequeño Santi me dice que el perro se llama Yaki y que no hace nada. Alguien me cuenta que en la carretera había un  control, que le han hecho bajar del coche. Que han detenido a un amigo, que hay una madre que tiene un hijo, un Joxe Mari, en la cárcel, una Miren. Que un guardia civil murió ahí cerca, hace tres años, junto al pantano.

Silencio. Isilik. El dolor y el miedo colectivo. Hay cosas de las que no se puede hablar. Como a Aramburu, no me parece posible que se pueda mejorar la vida de los ciudadanos matando. Unos seres humanos contra otros, el dolor no se puede justificar. 


Nunca había vivido así una entrada. Perdonadme que os haya contado mi vida. Seguiremos comentando Patria, la novela que toca fibras. Hablaré de Miren, de Bittori, del Txato, de Joxian, de Joxe Mari, de Nerea, de Xabier, de Arantxa y de Gorka. Tal vez María Ángeles haga otro cameo. 

Un abrazo de María Ángeles Merino