miércoles, 22 de julio de 2015

Desamorado, cerrojos, puente, cortejo, insatisfacción, Perú, exilio, parva y reducto. Nueve palabras para nueve libros.

Lecturas 2014-2015

Comentario final para la lectura colectiva de "La acequia", curso 2014-2015.

Como cierre a nuestra lectura colectiva del curso 2014-2015 y, antes de que nuestro profesor Pedro Ojeda nos dé la lista de los libros que leeremos a partir de septiembre, quisiera hablar de las nueve obras leídas; pero han de alojarse en una entrada no demasiado larga, que estamos en verano, en pleno desierto bloguero. 

¡Que sí! ¡Que no me voy a enrollar! Palabra.

¡Eso es! ¡Palabra! Voy a resumir cada una en una sola palabra. Manos a la obra.

...

Después de una semana de cavilaciones, aquí están:

Desamorado, cerrojos, puente, cortejo, insatisfacción, Perú, exilio, parva y reducto.

Preséntese el primero, el Quijote apócrifo, el firmado por Alonso Fernández de Avellaneda.

Desamorado. Un Quijote sin Dulcinea. ¡Inaudito! Avellaneda desenamora a don Quijote y lo inactiva. Cervantes lo activará de nuevo y la obra genial será más genial.



Cerrojos. En "Nada" de Carmen Laforet, Andrea llega al piso de la calle Aribau,  los cerrojos se descorren, entra en la pesadilla. Al final, nada. 

"...unas manos torpes descorriendo cerrojos.
Luego me pareció todo una pesadilla".


Puente. En "La sonrisa robada" de José Antonio Abella, conocimos a Edelgard y a José sobre "el brillante puente de estrellas" que tienden sus apasionadas cartas. Un amor imposible como imposible es construir puentes de estrellas. ¿O es posible?

"En esos momentos deja que tus pensamientos y tus ensueños vengan sobre mí sobre el brillante puente de las estrellas"



Cortejo. En  "Usos amorosos del dieciocho en España" de Carmen Martín Gaite, conocimos el "cortejo", una extravagante costumbre de algunas mujeres privilegiadas dieciochescas que , sin embargo, dio "ensanches", abrió una brecha por la que se colaron aires de libertad femenina. 



Insatisfacción: En los personajes de "Entre visillos" de Carmen Martín Gaite, "de la insatisfacción nace el que todos estén atentos a la vida de todos", tal y como nos dijo Pedro Ojeda en la reunión mensual. El ambiente de una ciudad de provincias de la que todos quieren escapar. Como Elvira que desearía:

"...ver de golpe a sus pies una gran avenida con tranvías y luces de colores, y los transeúntes muy pequeños, muy abajo, que el balcón se fuera elevando y elevando como un ascensor sobre los ruidos de la ciudad hormigueante y difícil. 


Perú: Con Mario Vargas Llosa vivimos las desventuras de héroes discretos, "El héroe discreto", en un Perú emergente en el que todavía queda mucho del pasado.

"Todo igual a todos los días, desde tiempo inmemorial".


Exilio: En "Sefarad" de Muñoz Molina, "una novela de novelas", el autor nos cuenta su novela, la de un exiliado de sí mismo, la de su transformación; "pero no eres una sola persona y no tienes una sola historia". Hemos de acompañarle a través de múltiples exilios de personajes reales o imaginarios, en un siglo XX de ideologías autoritarias. 



Parva: En el poemario "La gratitud", de Fermín Herrero, escuchamos a los alisos y sentimos nuestra condición humana. Somos "parva bajo la parva", debemos gratitud a los que nos precedieron.


"...Parva bajo la parva
el hombre puja sin mirar atrás, le parece
que nada debe, te parece..."


Reducto:  En las "Crónicas periodísticas de la Guerra de África"de Núñez de Arce, los moros atacan reductos pero las verdaderas razones de la guerra las conocen muy pocos.  



"Atacaron al amanecer, a la hora del relevo, en los reductos de Isabel II y Francisco de Asís".




Nueve palabras para nueve libros. Mañana conoceremos los títulos de nueve más. Leeremos, comentaremos, el placer de la lectura nos acompañará.

Un abrazo para todos los que pasáis por aquí. Feliz verano para todos los lectores.

María Ángeles Merino

miércoles, 8 de julio de 2015

"Crónicas periodísticas de la Guerra de África (1859-1860)": "Nuestras tropas pelean con un arrojo y un entusiasmo indescriptibles"


Comentario a las "Crónicas periodísticas de la Guerra de África (1859-1860), correspondientes al  17 de diciembre de 1859,  de Gaspar Núñez de Arce. Para la lectura colectiva de "La acequia", dirigida por Pedro Ojeda.



Recordáis, de las tres entradas anteriores, a un matrimonio burgués y español, pongamos que madrileño: don Carlos y doña María. Ambos comentaban las primeras crónicas de la guerra de África de Gaspar Núñez de Arce, publicadas en el periódico "La Iberia", en 1859. También conocimos a su hijo pequeño Leopoldo y a Blasa, su cocinera, muy triste porque han mandado a su hijo Blasillo a la guerra. 

Leíamos, en la entrada anterior, que doña María leyó a Blasa algunos pasajes de las crónicas y se los comentó de manera que la sencilla mujer pudiera entenderlas, omitiendo lo que podría alarmarla demasiado. Ahora vamos a conocer a Juanita, la novia de Blasillo.

Son las nueve menos cuarto de la mañana. Blasa sale de la cocina, en busca de  doña María que está a punto de salir.

-Buenos días, señora.

-Buenos días, Blasa. ¿Querías decirme algo? Mira, tengo un poco de prisa, me voy  a misa de nueve. Acaban de tocar. En la despensa tenéis el avío para hoy, cocido con tres vuelcos. Nicolasa fue ayer al mercado, el carnicero no habrá hecho de las suyas, espero. Comeremos a las dos y media, que el señor regresará hoy más tarde. Con este frío, no hay nada como una sopa. Cuidad de desengrasarla bien.

-Sí, doña María, pue echar un vistazo y levantar tapaeras, las carnes tien buena pinta y ya bullen. No es eso, verá usté.

-¿Te pasa algo? Ya te dije que estuvieras tranquila, que tu hijo está todavía muy lejos de Ceuta.

-Recuerda usté, quel otro día me leyó lo de la guerra de África, en los papeles del señor, los que llaman de "La Iberia".



-Sí, mujer, ya te leeré más , esta tarde no tengo visitas. Después de la merienda.

-Quería…¿puedo traer a Juanita pa quescuche?

-Juanita ¿quién es Juanita?

-Verá, es la novia de mi Blasillo, questá compungía la muchacha. ¿Pue entrar en el gabinete de la señora?

-Cómo no, mujer. Que venga Juanita. Ahora…me voy, que a este paso no llego al ite missa est.

-Vaya con Dios, señora. Avisaré a la chica. Hoy no tie plancha, me paece. Juanita es planchaora ¿sabe usté?

Por la tarde.

-Aquí estamos señora. Aquí tie a Juanita, la novia de mi Blasillo, se casarán pa mayo, Dios mediante y los moros de la sierra. Bullona esa questá que bulle como las ollas de la cocina. ¿Se llama así, verdad?

-Encantada, muchacha, siéntate y no te preocupes, la guerra acabará pronto, ya verás.

-Gracias, señora María. Es que una está asustá con lo que se cuenta por ahí.



-¿Os lo leo despacito?

-¡No! Como el otro día, nos lo cuenta más simple, que don Gaspar plumea mu complicao pa nosotras.

-Bueno, algunas cosillas sí os leeré. De acuerdo, aquí tengo "La Iberia" del 17 de diciembre. Al parecer, los moros llevaban un tiempo sin atacar, don Gaspar "casi había perdido la esperanza de verlos".

-¿Que había perdido la esperanza de verlos? ¿Acaso don Gaspar es amigo de los moros?

-No, mujer. Es una forma de hablar. Sigo, por fin el día 9 coronaron "como un inmenso enjambre las sombrías alturas de Sierra Bullona". (María, cállate lo de que eran 10000 lo menos).

-¡Ya lo pillo ¡Como una colmena mu grande! ¡Y los moros son las abejas que pican con navajas como hoces! ¡Gumías!

-Ten en cuenta, Blasa, que las gumías poco pueden ante las bayonetas.

Atacaron al amanecer, a la hora del relevo, en los reductos de Isabel II y Francisco de Asís.

-¿Estaban allí doña Isabel y don Paquito Nati...?

-No, mujer, son refugios amurallados que llevan esos nombres en su honor. A lo que íbamos, atacaron cuando menos se esperaba.


Los moros pudieron acercarse a las posiciones españoles, "atravesando  por entre los agrupados árboles de selvas, vírgenes todavía", que por ahí no había pasado el hacha del leñador.

-¡Virgen Santísima!

- Se lanzaron con "salvaje impetuosidad" contra los batallones de Castilla y Arapiles. El primer choque fue tremendo pero los nuestros estaban prevenidos: "hubo moros que cayeron muertos en el foso mismo del reducto adonde les había conducido, a través de una lluvia de metralla, su temerario y fanático arrojo".

-¡Al foso, al foso! Porque ellos mismos sarrojaron ¿verdad doña María? ¡Ay, Blasillo, que pronto estarás de vuelta pa quel cura nos lea las amonestaciones!

-Moros y más moros iban cubriendo las alturas de las sierras, "brotaban de entre las rocas como las espigas en la primavera". Los batallones de Castilla y Arapiles mantenían solos todo el peso de la contienda, ayudados por los del reducto, con su artillería. (Sí, aquí dice que "con heroico denuedo" pero fue "a costa de sensibles y grandes pérdidas").

Hasta que entraron en juego cinco batallones más: Chiclana, Córdoba, Navarra, Alba de Tormes y Toledo. "El bravo general Zabala...se presentó inmediatamente en el lugar del combate, corriendo los mayores peligros". Un oficial que le acompañaba fue herido levemente ( y no digo lo del otro que  fue muerto en el mismo foso, era un militar distinguido y al cronista le parece prudente callar su nombre).

-Cinco pueblos más y qué bravo será ese Zabala, con generales así nada tie que temer un soldadito como mi novio.



-"También el Conde de Lucena acudió presuroso al sitio de la pelea del cual no se separó hasta después de terminar la acción, larga y reñida como ninguna".

-El de Lucena ¿no era el mismo Odonel, el que más mandaba allí?


-Sí, así es, don Leopoldo O´Donnell, presidente del Gobierno y jefe del ejército enviado a Marruecos.




Los moros atacaban a derecha y a izquierda pero fueron rechazados, volvieron sobre los reductos y no tuvieron éxito. Por último cargaron sobre la derecha, que fue el sitio donde más se prolongó el combate.

-A un lao y luego a otro, andaban desesperaos, na más que por ver a don Leopoldo, tan bragao. ¿Dice don Gaspar si encontraron muchos cadáveres?


-Escribe que entre los cadáveres que los moros no pudieron retirar del campo, había algunos negros, algo que era novedad.


-¿Negros negros? Porque man dicho que los moros son mu morenos, pero no negros del to.


-Los negros no eran marroquíes. Pensaban que en esta acción debieron tomar parte los llamados "moros de rey", los negros del Sudán que son los soldados más aguerridos y disciplinados. 



"El triunfo de la Cruz", Marceliano Santamaría. Batalla de las Navas de Tolosa. 1212.


Hubo momentos en que la artillería no podía jugar libremente por haberse trabado el combate cuerpo a cuerpo. Y aquí nos nombra  don Gaspar a algunos soldados de especial valor y arrojo personal.

-Cuente, cuente, doña María. Aunque no creo que mi Blas les vaya a la zaga, llegado el momento, debía usted verlo en el encierro de los toros, por San Isidro. ¿Pone su nombre y apellido? ¡Igual son de Madrí y los conocemos!


-Con nombre y apellidos. Aquí tenemos al corneta Domingo Montaña: "viendo a un ayudante del brigadier Angulo sorprendido por tres marroquíes que le arrastraban hacia la cañada...insultándole en castellano chapurrado e hiriéndole con sus cortantes gumías, se precipitó valerosamente sobre los moros, matando a uno de un tiro, hiriendo a otro con la bayoneta y poniendo en fuga al tercero..."




El general en jefe le concedió, allí mismo, la cruz de San Fernando pensionada con 30 reales al mes.

-¿Treinta reales? ¡Bien le vendrán al muchacho...si no muere en guerra! Porque en el cementerio de na le servirían.


-Yo le diría a mi Blas que no se esfuerce por ganar cruces desas que dan reales tos los meses, que prefiero verlo vivo y con menos reales. Buen albañil es mi hombre, que los gane en la paz. ¿De quién más dice don Gaspar?


-De un cordobés llamado Pedro Griñó que ciego de ira, al ver caer muerto a su hermano, se lanzó sobre el moro que lo había matado, lo dejó tendido y volvió con la espingarda y la gumía de su adversario.


-¡Pobre madre! Ya es mala suerte tener a dos hijos en la guerra. 


-Otro soldado llamado Francisco Marchuet que entró en una casita en que los moros se habían resguardado. Luchó y mató a dos vigorosos marroquíes.


Sigo. Fue ascendido a comandante un capitán, a oficial un sargento primero, los brigadieres que...


-Siga con los soldaditos, doña María. Ahora se me ocurre. ¿Desde dónde ve to esto don Gaspar?¿O es que se lo inventa?


-Escucha, Blasa: "Todas estas noticias, las adquirí en el cuartel general, en el campo mismo de la batalla, donde acudí con el Estado Mayor del bizarro general Prim..."




-¡Valiente don Gaspar! Bueno, no tanto como los que guerrean, que la pluma no mata. Decía doña María que comenzaron al amanecer. ¿Cuánto aguantó la morisma?


-A las tres y media se pronunciaron en retirada. Se les veía subir por las brañas, un largo cordón de muslimes, con albornoces y jaiques blancos, negros y rayados. El viento zumbaba pero dejaba oír los gritos de la morisma y los tiros al aire de las espingardas. (Ochenta muertos, doscientos ochenta y dos heridos, de los muertos chitón María).


-¿Dice ahí cuántos muertos hubo, señora?


-No lo dice, algunos...doscientos y pico heridos, muy bien atendidos por la sanidad militar. Se curarán.


-"Nuestras tropas pelean con un arrojo y un entusiasmo indescriptibles",así lo recalca el escritor. Y cómo caen heridos al grito de: "¡Viva España! ¡Viva Isabel!".


-¡Bien repanchingá se queda doña Isabel en su palacio!¡Y no digamos don Paquito!




-Niña, no digas esas cosas donde te oigan. Que la reina nuestra señora no se olvidará de rezar por sus soldados. ¿Dice don Gaspar quién ganó?

-Ganar, ganar. Núñez de Arce escribe: " Pueden Vds figurarse, sin que yo se lo diga, que las pérdidas marroquíes habrán sido superiores a las nuestras".


-Nos lo figuramos, don Gaspar ,nos lo figuramos.


-Bueno...si tenéis curiosidad, aquí dice como son los marroquíes recogidos cadáveres en el campo de batalla. Porque no siempre pueden recogerlos. Son delgados, musculosos, muy altos, con la barba larga y puntiaguda.


-Nuestros soldados son un poco bajitos pero peleones. 


-Y la prueba de que es una guerra fanática, entre los cadáveres han visto ancianos, muy fuertes, eso sí.


-¿Fanática? ¿Quién es esa señora? ¡Los abuelos a la guerra! ¡Qué ocurrencia!


-Sí...además el terreno es muy duro.


"Vense por todas partes ásperas, agrestes y enmarañadas tierras, pobladas de bosques sombríos..Las espesas encinas y desiguales alcornoques, el naranjo silvestre y el cedro, cubren como una negra mancha estas salvajes montañas..."


- A mi Blas, si le dan un hacha, no tie poblema. Entra en la maraña más enmarañada.


-Y concluye don Gaspar que la energía de nuestros soldados puede tanto con la fiera morisma como con el duro paisaje, que han dado sobradas muestras. 


Y, además, ahí están los reductos: "verdaderas fortalezas que han de proteger y resguardar el paso del ejército, sea para Tetuán, sea para Tánger". Desde uno de ellos, el conde de Lucena observaba los movimientos de esta contienda, la que hemos vivido hoy, gracias a "La Iberia" del sábado 17 de diciembre. El que tengo en mis manos.

-Tenemos que fiarnos de la energía de los soldados y de los reductos esos, tan duros de pelar. Y de un jefazo tan listo como nuestro Odonel. Gracias a ellos, los abrazaremos de nuevo.



Eduardo Cano. "Regreso de la guerra de África"

-Tengamos confianza en O´Donnell. También en los generales Prim, Zabala, Rubín de Celis y García. Otro día seguimos.


-Así sea, doña María. Si necesita una buena planchadora aquí me tiene. Soy una artista de los encañonados...que no de los cañones. De esos nos libre Dios.


-Ya diré a Blasa cuando seguimos. Mucho gusto en conocerte, Juanita. Lo de los encañonados lo tengo en cuenta.


Dejamos aquí a nuestras amigas, un abrazo de:

María Ángeles Merino

Doña María, Juanita y Blasa. 

Palabras extraídas directamente del libro de Núñez de Arce.

Podéis consultar "La Iberia" del  17 de diciembre en este enlace de la hemeroteca digital,

miércoles, 1 de julio de 2015

"Crónicas periodísticas de la Guerra de África (1859-1860)": " en medio de las mayores penalidades, la honra y el prestigio de nuestra querida patria."



Muley Abbas, hermano del Sultán y jefe militar de los marroquíes.

Comentario a dos de las "Crónicas periodísticas de la Guerra de África (1859-1860), correspondientes al 8 y al 13 de diciembre de 1859, de Gaspar Núñez de Arce. Para la lectura colectiva de "La acequia", dirigida por Pedro Ojeda.


Recordáis, de las dos entradas anteriores, a un matrimonio burgués y español, pongamos que madrileño: don Carlos y doña María. Ambos comentaban las primeras crónicas de la guerra de África de Gaspar Núñez de Arce, publicadas en el periódico "La Iberia", en 1859. También conocimos a su hijo Leopoldo, aficionado a jugar con soldados de plomo y de papel. Y a Blasa, su cocinera, muy triste porque han mandado a su hijo a la guerra.

Doña María tiene la costumbre de dar una vuelta a la casa antes de irse a dormir. Entra en el pequeño gabinete donde acostumbra a leer o coser, durante las largas tardes invernales. Allí encuentra a Blasa que  mira unos ejemplares del periódico "La Iberia". No se atreve a tocarlos, como si quemaran. Llora y se limpia con la punta del delantal.




-Buenas noches Blasa.

-¡Ay! ¡Disculpe la señora mi atrevimiento! El aya me dijo...cal señor le mandan papeles que cuentan lo de la guerra donde los moros...sabe usté, mi Blasito, pallá loan mandao. ¡Tontunas de una madre!

-Nada de tontunas, que yo también soy madre y bien entiendo tus sentimientos. ¡Puedes cogerlos!

-Pero señora...yo no sé leer, pa mi no dicen na.

-¡Eso tiene fácil arreglo! Yo te leo lo que quieras. Siéntate aquí, a mi lado. ¿Por dónde empezamos?

-Por...donde usté quiera. Dios la bendiga.

-Te leo lo más interesante:

"El valor de nuestros enemigos raya en temerario, si bien el de nuestros sufridos soldados no le va en zaga..."

-¡Ay señora que así  no me entero de na! Mejol usté  me lo cuenta, ques mu lista y lo tie todo leído.

-De acuerdo. Escucha. Aquí dice que los enemigos son muy valientes pero nuestros soldados más. Y les pueden.  Había mucho viento y mucho humo, no veían nada, pero atacaban con todo el empuje. Los moros se escondían entre los árboles y los matorrales que allí son muy espesos. Se arrastraban como culebras, era difícil distinguirlos con sus alquiceles, sus capas de color tierra que un día fueron blancas. Pero no te preocupes, Blasa, porque el arma blanca de los nuestros les da mucho miedo y huyen despavoridos en cuanto ven una bayoneta. Así que tranquila.



-A mi Blasillo mu rápido no es y lo pillan los de la capa gorrina, seguro. Quel no sabe qué cosa es la bayoneta, entiende nomás que de paletas y ladrillos.

-Ya le enseñarán, mujer, que para eso está la instrucción. "Entraron en acción...los cazadores de Simancas, Navas, Mérida, Barbastro, Arapiles y Alba de Tormes y los regimientos del Rey...Hubo rasgos de un valor heroicos. Algunos soldados heridos se resistieron a retirarse del campo de batalla y yo vi a uno...referir en tono chancero...de qué medio se había valido para atravesar de parte a parte a su contrario..."

-¡Papo! ¡Cuántos pueblos! ¡El Rey y to! ¡Digo yo que también la Reina, ques la prencipal. Yo le diría que se retire en cuanto se lo ordenen y que na de chanzas, que donde las dan las toman. Lea, lea usté.

-"Nuestra pérdida fue menos considerable que en combates anteriores...La de los moros fue mayor, si bien no puede calcularse fácilmente, porque...hacen toda clase de esfuerzos y sacrificios por retirar sus cadáveres...que no caigan en poder de los cristianos."

-¿Y por qué ese empeño señora? Pa enterrarlos a lo moro será.

-Por eso y porque creen que no pueden ir al Paraiso, al cielo para que lo entiendas, con la cabeza cortada. 



-¿Y quién se la ha de cortar si no es mala pregunta?

-Los soldados, Blasa, quiénes si no.

-O sea que mi Blasito va a andar cortando cabezas por ahí, como un carnicero de presonas.



-A mí no me parece de buenos cristianos, pero la guerra es así.

-Mi niño que no era capaz de matar al pollo que engordamos pa Nochebuena.

-Dejamos las cabezas y ten en cuenta que eso es una ventaja para los nuestros, cuando vuelven a recuperar a sus compañeros muertos...a por ellos. Piensa que los moros degüellan a todo cristiano que cae en sus manos. Aunque mira lo que escribe el señor Núñez de Arce al respecto:

"Afortunadamente no tengo noticias de que hasta ahora haya que lamentar en este sentido la pérdida de ninguno de nuestros hermanos" ¡Ninguna cabeza fuera de su sitio!

-Mi niño muerto y en dos trozos. ¡Ay Señor!

-Que no, que al tuyo no va a pasarle nada. Además, hace muy poco que partió, todavía tiene que recorrer muchos kilómetros hasta Cádiz. Y después embarcarse para Ceuta. La guerra habrá terminado para cuando tu chico llegue a ver el mar. Llegará a tiempo para el desfile de la victoria.


Prim y O´Donnell entran victoriosos en Tetuan

-¿Qué dice después de lo de las cabezas?

-Pues...dice que hubo viento y lluvia en el campamento pero "en medio de las penalidades y fatigas de la campaña, se muestran alegres y satisfechos, olvidándose de la lluvia a la media hora de haber pasado..." ¡Jóvenes al fin! Y no veas lo bonito que tiene que ser aquello, escucha lo que dice de lo que vio desde las alturas del Hacho, un monte de por allí.


"...divisábamos...por el mar los montes de Tarifa y Gibraltar, perdiéndose en el espacio como dos dudosas estrellas, y por tierra la ciudad a nuestros pies, y más allá las numerosas hogueras del campamento con su llama rojiza azotada por el aire cada vez más impetuoso."

-Vamos que por esas tierras el aire no se queda quieto. Y otro tanto hará el mar, que man dicho ques tan grande, tan grande que da respeto. Y que en ocasiones brama como un toro. También dicen que los árboles no tien hojas sino pinchos como puñales.



-Hay unos alcornocales muy robustos, que como son árboles tienen hoja. Los de los pinchos son las higueras chumbas, que hay muchas. Y palmitos y arbustos frondosos. Don Gaspar no sabe como se llaman, pero frondosos lo son mucho, al parecer. ¡Con muchas hojas!




-¿Higos con pinchos? Nunca comí higos así.

-Sí, Blasa, no tienen nada que ver con los de las higueras de por aquí. Me los trajo cierta vez una amiga que se casó con un noble andaluz, buena boda.


Aquí termina don Gaspar la crónica del 8 de diciembre de 1859. Concluye hablando de una catedral que hay en Ceuta y del santuario de la Virgen de África, lugar de mucha devoción, que no todos son mahometanos allí.


Virgencita cuida a mi chico! ¿Y en el otro cuaderno? ¿Sigue contando?


-Sí, pero no te preocupes, mira lo que dice:


"Hace muchos días que los moros escarmentados sin duda de los descalabros sufridos, no molestan ni atacan nuestras posiciones." Y se pone a contar algunos incidentes de esta campaña "donde en tal alto lugar colocan los soldados españoles, con su valor inquebrantable, su resignación heroica y su humor siempre alegre, en medio de las mayores penalidades, la honra y el prestigio de nuestra querida patria."


-Sí, muy altos, muy alegres, resignación...papo qué remedio. Y penalidades, lo dice el señor Núñez. Hambre, sed, un infierno para los probes muchachos, todo sea por la patria. ¡Ay!


-Mañana seguimos, yo quiero que estés tranquila.


-O intranquila, señora, pero quiero saber lo que escribe ese don Núñez que anda por allí. ¡Quién supiera leer! Buenas noches, Dios la bendiga.


-Buenas noches, Blasa. Rezaremos por tu hijo.


Doña María guarda los fascículos de "La Iberia" en un pequeño buró. Entra en su alcoba, donde su marido está todavía despierto. Pregunta:

-¿De verdad, María, que le leíste a Blasa todo lo que escribe el cronista el 8 de diciembre?

-Bueno, todo todo no, no quería hacer sufrir a la pobre mujer. Núñez de Arce comienza soltando lo de los 7000 moros embistiendo, "en medio de una enorme gritería y de los roncos sonidos de sus instrumentos bélicos". Y se adelantan en distintos grupos, impetuosos, hasta cerca de los puntos fortificados, que a don Gaspar no le llegaría la camisa al cuerpo. Y suben por las cañadas "donde la traición acecha siempre". Me salté lo de los 12 o 15 muertos y lo de los 150 heridos. Suavicé también lo del vendaval en el campamento. 

-¿Quién habrá contado a los moros, uno por uno, hasta llegar a siete mil? ¿No será un poco exageradillo el periodista como aquel Marco Polo de los millones? Lo que no tiene vuelta de hoja es lo de los 12 o 15 muertos y los 150 heridos. ¡Qué espanto el de los hospitales de campaña! ¡Y la papeleta de notificar esas muertes a la familia! ¡En fin! ¡El conde de Lucena sabrá lo que se hace! ¡Todo sea por la Patria!



-Y los manejos de O´Donnell que quiere ganar la guerra con los periódicos más que con los cañones.

-María, tú sabes más de lo que te han enseñado...Ten cuidado con lo que le lees y le cuentas a Blasa.


-Ya lo tengo. No le contaré lo del capitán herido que, espada en mano, dirigió una carga a la bayoneta de su compañía, yendo doce pasos delante de sus soldados. Ni lo de los dos hermanos que cayeron abrazados, uno muerto y el otro herido. Ni del que se presentó a O´Donnell con la espingarda que con la vida arrancó a un moro. Ni del capitán que se extrajo él mismo una bala que le había penetrado en el hombro. Mejor me extiendo con lo de la Mezquita, el sepulcro del Santón, el Serrallo y la casa del Renegado, siempre en muda contemplación de la costa peninsular.


Y los rumores de que los moros habían pedido parlamento. Aunque después confirme que fueron "voces sin fundamento".

No sé si comentarle la visita que hizo O´Donnell a los hospitales. Que mandó mejorar las camas, aumentar el servicio y estuvo consolando a los heridos. ¡Y dispuso que se les diera un duro a cada uno! Al menos, los que están allí han salvado la vida y bueno es que tengan un hospital, aunque sea de campaña. Y que el general se preocupe porque tengan mejor lecho. Y el duro les animaría...pienso.




-"El tiempo sigue malísimo"

-Sí. Buenas noches, Carlos.

-Buenas noches, María.

-¿De verdad crees que los moros son tan bárbaros y los cristianos tan civilizados?


Don Carlos no contesta, se ha quedado dormido. 

Un abrazo de María Ángeles Merino

Doña María, don Carlos y Blasa. 

Palabras extraídas directamente del libro de Núñez de Arce.