miércoles, 10 de diciembre de 2014

Andrea: una voz femenina, universitaria, existencialista, desde el lado perdedor, desde Barcelona, desde una intimidad familiar…y sin que el censor pueda usar el lápiz rojo.



Comentario a la novela "Nada", de Carmen Laforet, para la lectura colectiva de "La acequia", dirigida por Pedro Ojeda. Realizada siguiendo las notas tomadas en la lectura colectiva presencial dirigida por Pedro Ojeda, en la UBU.

¡Hola Andrea!

Aquí estoy otra vez, en la cafetería con vistas a los árboles y cristaleras que dejan pasar la luz del día. O de la noche, como ahora.

Ya sé que no te vas a dejar ver, que como ente de ficción no se te permiten esas expansiones pero aquí tienes mi ordenador, escribe lo que quieras. 

¿Cómo crees que te vemos los lectores? Aquí tienes tu merienda, hoy hay bizcocho de naranja, te gustará.

¡Buenas tardes María Ángeles!

He sabido, a través de su cuaderno de notas, que ha estado reunida con un profesor de Literatura llamado Pedro Ojeda y un grupo de lectores, en la Universidad de Burgos. Y han comentado, con mucho interés, la novela en la que soy protagonista, dueña y señora. Es mi mirada y nada más, es “Nada”. 

Analizo sus notas y le comento. De vez en cuando, doy un sorbo al té y un mordisquito al bizcocho con sabor a naranja. Usted está distraída hablando con alguien, siempre aprovecho sus distracciones, más largas de lo que usted piensa.


En general, la obra ha sido del agrado de los lectores allí reunidos. La España en que viven ustedes, a pesar de la crisis, ya no es como la de 1943, con la guerra recién terminada; pero la obra sigue siendo un clásico. Sí, hay algo universal en “Nada”, algo que conserva su valor a través del tiempo. 

La mayoría había leído la obra en su juventud  y coincidían en que “no es la misma novela”. Por entonces, me veían llegar con mi maleta y se ponían enseguida de mi parte, les daba pena. Ahora su reacción es distinta, se preguntan qué tonterías hace esta chica que pasa hambre, se administra mal y realiza gastos absurdos. Me cogerían y…ya comprendo sus buenas intenciones. 


Notas que tomé durante la lectura colectiva presencial, dirigida por Pedro Ojeda (9-12-2014)

El profesor Ojeda me compara con el Lazarillo de Tormes, un pícaro que nos cuenta, ya de mayor, algo de lo que vivió de niño. Pero no habla el niño, habla el adulto que echa una mirada atrás y  selecciona, nos cuenta lo que nos quiere contar. Los lectores caen en el truco, llegan a pensar que les habla el muchacho. 



Así soy yo, Andrea, una persona adulta que cuenta algunas cosas que pasaron delante de sus ojos de adolescente, sin interpretar nada. Carmen Laforet demostró valentía literaria al narrarlo  desde la perspectiva de una mujer, metiéndose en la miseria de una casa, con sus chinches y sus cucarachas, los muebles amontonados, el olor a sucio, a cerrado. Y la miseria moral, mucho más maloliente.

¿Rebelde? Lo que a mí me pasa es que no encuentro ningún sentido a la vida, no soy de una novela social, soy de una novela existencialista, en la corriente que inició el filósofo Sartre en 1938, con “La náusea”. 



¿Conocía el existencialismo Carmen Laforet? Por la fecha es posible. La proximidad de Cataluña a Francia ayudaría. Ahora ven normal que alguien diga que no encuentra sentido a su vida, en la posguerra no se podía decir eso, por muy negra que fuera la vida.


Notas que tomé durante la lectura colectiva presencial, dirigida por Pedro Ojeda (9-12-2014)

Porque soy alguien que no encaja. Un prototipo de mujer diferente, soy una chica rara; no quiero ser la tía de Angustias con su doble moral, ni Gloria, ni la abuela, ni Ena, ni su madre…Soy “una persona desarbolada”, me siento extraña en los ambientes en que me toca vivir. Ay, aquel baile, con mi vestido viejo y mis zapatos rotos. 

No coincido con el prototipo de mi época, el que marcaron la Sección Femenina y la iglesia católica para una señorita de clase media, pobre como las ratas, pero media. Con ducha, aunque no la usen, y criada, aunque no la paguen.



Qué rara soy, luché con la prima Isabel por salir del pueblo e ir a estudiar Letras; mas la universidad, menudo lujo para una chica en los cuarenta, no me entusiasmaba. 

Encajé, aparentemente, en el grupo de los bohemios; pero me decepcionaron cuando se mostraron como los niños ricos que eran, por eso precisamente podían ser bohemios.

Al final, parece que encuentro una salida, el padre de Ena me proporciona un trabajo digno, en Madrid; mas sospecháis que tampoco allí voy a ver el sentido a mi vida. Una vez que hayáis leído la última palabra, podéis imaginar lo que deseéis. 

Fumadora, qué mal visto en una mujer. Callejera, con la de peligros que acechan a una señorita sola. Y no muestro afectividad alguna. Ni perro, ni gato, ni niño, ni abuelita, ni Gloria, ni Pons, ni ...Bueno, Ena me hechiza y me manipula y mi tío Román…Perdonadme pero mi escritora me hizo así de nebulosa. Decís que nadie me quiere, que nadie me besa, bueno...De aquel piso no me llevé “nada”, o eso creía yo entonces. Decidme qué me llevé, lectores míos.

En algún momento, parece que la novela va a derivar en folletín. No, la realidad es más normal. Mediante un juego narrativo, la autora os hace pensar en la tía Angustias huyendo con su amante don Jerónimo; pues no, su destino es un convento, única salida decente para una señorita decente que... Pensáis que Gloria va al barrio chino a prostituirse, no… va a ganar dinero con mañas de tahúr. Luego venderá las cornucopias y habrá comida con mucho pan, de momento. 

Porque la gran tragedia fue la realidad,  la que nos aplastó a todos. No fue la guerra, fueron las consecuencias de la guerra. Veis a mis tíos violentos y enloquecidos, a la abuelita vagando de noche como un fantasma, a Gloria soportando malos tratos, el hambre, la ruina de la casa y los muebles, las acusaciones mutuas, la mutua vigilancia, el odio, la locura...Román se suicida, el mayor de los pecados.


Notas que tomé durante la lectura colectiva presencial, dirigida por Pedro Ojeda (9-12-2014)

Carmen Laforet se hizo famosa por ganar el primer premio Nadal. En lo que respecta a si hubo una intervención previa del editor, un asesoramiento sobre qué se podía decir, en un premio que fue muy cuidado. De eso, nada sé...soy la criatura. 

No me parece desacertado, sin embargo, lo que apunta Pedro Ojeda. Porque, efectivamente, soy una voz femenina y  universitaria, existencialista, aunque no conozca la palabra, desde el lado perdedor, desde Barcelona, con muy pocas palabras en catalán, desde una intimidad familiar, destapando secretos inconfesables y sin que el censor pueda usar el lápiz rojo. ¡Que ya era mérito!



¡Pobre escritora mía! No supo acertar con una segunda novela, escribió varias, sí; pero no hubo otra “Nada” y su actitud fue la de "Una mujer en fuga”, como se titula su biografía, la que una lectora llevó a la reunión. Es difícil mantener el oficio de escritor. Parece más difícil escribir la segunda novela que la primera.



Gracias por el té y el bizcocho con sabor a naranja. Ya sabe mi pasión por los dulces. 


Un abrazo para "las Andreas varadas en la calle Aribau" y para todos los que pasáis por aquí de:

 María Ángeles Merino. 

Gracias a Pedro Ojeda y a los de la lectura colectiva de la UBU. Entre todos, tejimos la entrada. Bueno, no...que fue Andrea. Y se tomó el té y el dulce. 

8 comentarios:

Pamisola dijo...

Mª ángeles, he llegado a ver y escuchar a Andrea. Geniales tus conversaciones con ella, haciéndola confesar cosas que que en el libro no dice pero que el lector supone. Muy buena esta última cita, con té, pastel, y esa libreta que no dejas quieta.
Si la vuelves a intuirr en algún café, no dejes de saludarla de mi parte, tu ya sabes...

Besos.

Pamisola dijo...

Perdón; intuir

Besos.

Pedro Ojeda Escudero dijo...

¡Qué buen resumen! Fue una sesión muy intensa y amena del club de lectura. La novela lo merecía, sin duda...

pancho dijo...

La autora no interpreta la realidad, solo la describe tal cual, he ahí la clave de que pasara la censura, como lo hicieron las escasas novelas de fuste que se escribieron en ese momento. También la tara de los escritores amordazados por la censura.
Ser bohemio con el dinero de los padres ricos, eso ni es bohemia ni es nada, eso es vivir como millonarios. Bohemios eran Bécquer o Valle que pasaban hambre de la que muerde.
Qué buena letra para fotocopiarte los apuntes...
Leerte es pasar un buen rato.
Un abrazo.

Ele Bergón dijo...

Me ha encantado esta Andrea que tan bien ha resumido lo que su autora, Carmen Laforet, nos ha querido transmitir con esta su primera y premidada obra.

¿ Cuando vayas a la cafetería le seguirás pidiendo dulces a Andrea? Mira que ella sigue estando hambrienta.

Un abrazo

Luz

Paco Cuesta dijo...

La emancipación de Andrea llegó, tras la saga, con la fuga de Aribau.
Besos

Paco Cuesta dijo...

La emancipación de Andrea llegó, tras la saga, con la fuga de Aribau.
Besos

Gelu dijo...

Buenas noches, Abejita de la Vega:

He mirado tus estupendos apuntes y tu letra. Matilde Ras, te hubiera hecho un estudio grafológico, como a Carmen Laforet.
En esta lectura, sobre todo, he intentado conocer cómo era la persona tan joven que había escrito la obra, y había creado un personaje tan desapasionado. Y buscando información, me surgió, desde el principio, un rostro para Román.
Como en su día, me sigue llamando la atención que Andrea no hiciera ninguna caricia o comentario sobre el niño de Gloria y Juan, ni que le hiciera algún pequeño obsequio. Tampoco a su abuela, ni a nadie de la casa. Y que no compartieran la comida.
Seguramente -en la corrección-, antes de presentar la novela al premio, eliminaran algún párrafo, que llevarían incluidos esos detalles.

Abrazos.