jueves, 30 de octubre de 2014

Don Quijote y el furioso melonero.



Comentario  al sexto  capítulo del Quijote de Avellaneda, para la lectura colectiva de "La acequia", dirigida por Pedro Ojeda. 

-¡Salam Aleikum! Salúdoles de nuevo, mis cronistas casi moriscos, Cide Hamete, por el lado cervantino, y Alisolán, por el bando avellanesco. Como en la entrada anterior, seré yo la que comente el capítulo, pero les permito añadir cuanto les plazca, si mi discurso así se lo sugiere. Ya saben, cada uno con su color: Alisolán escribe en azul. Cide Hamete escribe en verde. Y yo, María Ángeles Merino, escribo en negro.
Comenzamos, sean respetuosos el uno con el otro, señores Cide Hamete y Alisolán.
De la no menos estraña que peligrosa batalla que nuestro caballero tuvo con una guarda de un melonar que él pensaba ser Roldán el Furioso.

-Caminan la vía de Zaragoza, durante seis días. Por donde pasan ríen las simplicidades de Sancho y las quimeras de don Quijote, “El Caballero Desamorado”. Tan grande es su desamor, que se ofrece "a hacer proprio un cartel y fijarle en un poste de la plaza, diciendo que cualquier caballero natural o andante que dijese que las mujeres merecían ser amadas de los caballeros, mentía". 

Y, caballeros, defiéndanlas en sus cuitas, pero nada de "arrequives de festejos"; eso sí, sírvanse de ellas para el vínculo del santo matrimonio. Desengáñense, miren las ingratitudes de Dulcinea y tomen nota. 
-Alisolán: ¿Arrequives ? Algo así como adornos o atavíos. Esa palabra trajo de cabeza a los que buscaron mi verdadera identidad. Es una de las que rastrearon por ver qué autores la utilizaban.

-Cide Hamete: Don Miguel de Cervantes no la usó en la primera parte, pero la puso en boca de Teresa Panza, antes Mari Gutiérrez, en la segunda parte de su libro:

"Teresa me pusieron en el bautismo, nombre mondo y escueto, sin añadiduras ni cortapisas, ni arrequives de dones ni donas"


Pila bautismal de San Gil en Burgos, la mía.

-Dejemos a un lado los arrequives. Y lo de los sagrados vínculos, Señor Ave...Alisolán, comprenda que una mujer del vigésimo primer siglo no puede escribir ciertas cosas sin irritación. En fin, mil seiscientos y poco…, seguimos con don Quijote y Sancho y aterrizamos en el melonar de Ateca.
Platican, irán a las justas de Zaragoza y después a la corte donde el rey conocerá el valor de nuestro caballero andante. Allá, en una cabaña, en medio de un melonar, hay un hombre que lo guarda, con un lanzón en la mano. 

Melonar con su cabaña. Cuadro de Puri Sánchez.

La fantasía de don Quijote se dispara, están ante una extraña aventura, el de la lanza es, sin duda, no puede ser otro, el mítico Orlando el Furioso, defendiendo el castillo, tan "encantado" que no pude ser ferido sino por la planta del pie. 

Enrabietado y enojado porque el moro Medoro le robó a su Angélica, Orlando es de los que arrancan los árboles de raíz y lanzan a distancia a las yeguas agarrándolas por el anca, con montura y todo.



¿Lo arrancaría Orlando el furioso?

Don Quijote está resuelto, ha de probar con él la ventura y si le venciere y le matare, todas las glorias que tuvo Orlando serán para él: “fazañas, vencimientos, muertes de gigantes, desquijaramientos de leones y rompimientos de ejércitos”. Será nombrado y temido y el rey de España le llamará y le preguntará los detalles de la batalla: golpes, ardides, estratagemas y, finalmente, como le dio “la muerte por la planta del pie con un alfiler de a blanca”.

-Cide Hamete: ¿No os parece, Cide Alisolán, que ese don Quijote vuestro se muestra con una desvergüenza inaudita? Un matador y usurpador de glorias ajenas. 

-La cabeza de Orlando irá en las alforjas de Sancho, el rey la mirará y exclamará: ”¡Oh Roldán, Roldán, y cómo de hoy más se lleva la gala y fama el invicto manchego y gran español don Quijote!” .


Como San Juan Degollao (Pardilla)

-Cide Hamete: ¿Desde cuando don Quijote camina por esos mundos luciendo cabezas cortadas por su mano? Vuestro héroe es sanguinario y cruel, algo que no cuadra con don Alonso Quijano el Bueno.

-Alisolán: No me negaréis que, en muchos capítulos, vuestro don Quijote deja muy mal feridos a los que batallan con él. Os recuerdo, sin ir más lejos, las pacíficas intenciones quijotescas, en el combate con el vizcaíno:

"Y, arrojando la lanza en el suelo, sacó su espada y embrazó su rodela, y arremetió al vizcaíno con determinación de quitarle la vida...Venía, pues, como se ha dicho, don Quijote contra el cauto vizcaíno, con la espada en alto, con determinación de abrirle por medio..."

-Cide Hamete: Dejemos al vizcaíno...que se quedó con la espada en alto. Volvamos al combate con el melonero furioso, a guisa de Orlando. Mi don Alonso prefería imitar a Amadís, menos llorica, aunque no le hacía ascos al valiente don Roldán:

"¿Ya no te he dicho —respondió don Quijote— que quiero imitar a Amadís, haciendo aquí del desesperado, del sandio y del furioso, por imitar juntamente al valiente don Roldán, cuando halló en una fuente las señales de que Angélica la Bella había cometido vileza con Medoro, de cuya pesadumbre se volvió loco, y arrancó los árboles, enturbió las aguas de las claras fuentes, mató pastores, destruyó ganados, abrasó chozas, derribó casas, arrastró yeguas y hizo otras cien mil insolencias dignas de eterno nombre y escritura?...Y podrá ser que viniese a contentarme con sola la imitación de Amadís, que sin hacer locuras de daño, sino de lloros y sentimientos, alcanzó tanta fama como el que más."


-Alisolán: Escribí, digo escribió, el señor Avellaneda este capítulo, haciendo alarde de su erudición y afición a los versos del gran poeta Ariosto.

-Cide Hamete: Pero tu Orlando es un guardia melonero y la humilde cabañuela donde se guarece, su castillo. Tu sandio hidalgo lo toma por Roldán, señor de Argante, porque porta un lanzón, que no lanza.

-Alisolán: No hablemos de castillos, que tu caballero andante es de los que confunde  las manchegas ventas con señoriales castillos. 

-¡Basta ya! Con su permiso, continúo. 

-Cide Hamete: Continúe, señora mía, que Alisolán y yo hemos pactado silencio en lo que resta de capítulo. 

-Así que mientras el caballero da “cabo y cima a esta dudosa aventura”, el escudero no ha de moverse. Sancho le dice que no hay ningún señor de Argante sino un hombre con un lanzón que guarda su melonar, no hay que alborotar a quien guarda su hacienda. Quién meterá a su señor con “Giraldo el Furioso” ni con cortar la cabeza a un melonero. 

Que lo sabrá la Santa Hermandad y los ahorcará y asaeteará y, después, los echará a galeras por setecientos años. Ya veis que Sancho está tan nervioso que no repara en que no hay galeras que valgan después de muertos. 



-Cide Hamete: Padre Avellaneda, vos olvidáis que , para un verdadero caballero andante, no hay Santa Hermandad:


"Venid acá, ladrones en cuadrilla, que no cuadrilleros, salteadores de caminos con licencia de la Santa Hermandad, decidme: ¿quién fue el ignorante que firmó mandamiento de prisión contra un tal caballero como yo soy? ¿Quién el que ignoró que son esentos de todo judicial fuero los caballeros andantes y que su ley es su espada, sus fueros sus bríos, sus premáticas su voluntad?"


-Don Quijote no escucha los razonamientos escuderiles. Que quién ama el peligro ha de caer en él y considere cuál sería la opinión de Rocinante, hambriento más de cebada que de meloneros. Y suplica, en nombre del rocín y del jumento, recordándole "que por no haber querido muchas veces tomar mi consejo nos han sucedido algunas desgracias"

Tiene una idea, le compran un par de melones y, si  dice que es Gaitero o Bradamonte, van y lo despanzurran; en caso contrario, siguen el camino hacia las justas. Nada ni caso.

Sancho sabe poco "de achaques de aventuras". Si don Quijote salió de su casa fue para ganar "honra y fama". Ahora tiene ocasión y hay que asirla, que por eso la pintan calva. 





No ha de "dejar de probar esta empresa", ni de llevar la cabeza de Roldán, el día que entrare vencedor en Zaragoza, con una letra que diga "VENCÍ AL VENCEDOR". Ya puede Sancho, y el mundo entero, decir lo que dijere. No impedirán que todos se den por vencidos y todos los "precios" de las justas serán suyos.


Don Quijote pide a Sancho que le encomiende a Dios, pues va a meterse en el peligro mayor de su vida. Y si muriere, llevarle ha a San Pedro de Cardeña, que muerto y con una espada en la mano se defenderá de quien se le quiera llegar a las barbas, como el mismísimo Cid Campeador.


El Cid Campeador.

Al tierno Sancho se le saltan los lagrimones, se le hace el corazón añicos. ¡Se hace tantas preguntas sin respuesta!


"¡Ay de mí, señor don Quijote, nunca yo le hubiera conocido por tan poco! ¿Qué harán las doncellas desaguisadas? ¿Quién hará y deshará tuertos? Perdida queda de hoy más toda la nación manchega. No habrá fruto de caballeros andantes, pues hoy acabó la flor dellos en vuesa merced. Más valiera que nos hubieran muerto ahora un año con aquellos desalmados yangüesos cuando nos molieron las costillas a garrotazos. ¡Ay, señor don Quijote, pobre de mí! ¿Y qué tengo de her solo y sin vuesa merced? ¡Ay de mí!"




Don Quijote le consuela: no llores que aún no soy muerto, fíjate en Amadís de Gaula que vivió muchos años después de estar tantas veces a pique de morir. Con todo, le pide que cumpla sus deseos funerarios, si muriere. Sancho le promete llevar su cuerpo a San Pedro de Cardeña o a Constantinopla, qué más da, son ambos remotos lugares para un sencillo campesino. Pero no le ha de faltar la bendición de su amo. San Cristóbal le proteja. 

San Pedro de Cardeña. Wikipedia.

Bendícelo y espolea a un Rocinante cansado y hambriento. Entra en el melonar maldiciendo al rocín que se detiene en cada mata, con apetito de aquello tan verde que se ofrece a su vista y no a su boca, pues llevaba freno.

Cuando el melonero ve aquella fantasma que no repara en dañar matas y melones, comienza a vocear que se tenga fuera o le hace salir a la fuerza. Don Quijote no hace ni caso, sigue hasta colocarse a "dos o tres picas del". Con la lanza en tierra, reta al melonero con un discurso, como si fuera "el valeroso conde Orlando" el celebrado en sus versos por "el famoso y laureado Ariosto".



Hoy es el día en que tiene de probar con él la fuerza de sus armas y los filos de su espada. Y suelta la artillería de sus lecturas vividas como reales, en su imaginación. No le han de valer encantamientos ni ser "cabeza de aquellos Doce Pares de cuya nobleza y esfuerzo la gran Francia se gloría". 

Muchas alabanzas; mas el fuerte francés ha de ser vencido y muerto y llevada su cabeza a Zaragoza, ensartada en la lanza. Don Quijote gozará así de sus "fazañas y vitorias".

Carlomagno, Reinaldos, Montesinos, Oliveros, el hechicero Malgisi, y todos los carolingios en pleno, no le han de valer. Porque don Quijote tiene a bien vencerlo sin poderoso ejército, solo con sus armas y su caballo. Así que:

"Responde, no estés mudo; sube sobre tu caballo o vente para mí de la manera que quisieres".

Mas, como el encantador que le puso ahí, no le dio caballo, don Quijote bajará del suyo, que no es honrosa una batalla con ventaja.

Sancho se mete en su papel y comienza a dar voces. Arremeta, mi amo, mire que he prometido dos misas, una a las ánimas y otra a San Antón. ¿San Antón?  Sí, al patrón de los animales, para ayudar a Rocinante, que también se lo merece.

El melonero avisa, téngase fuera o le matará a pedradas. Como don Quijote prosigue adelante, arroja una piedra un poco mayor que un huevo, con una honda. Nuestro caballero la recibe en el adarga que fácilmente es perforada, siendo como es de badana y papelotes. 


"Sopa de arroyo", como en el  2, 11 del Quijote de Cervantes.
Así conté yo lo de la "Sopa de arroyo"

Recibe así un golpe terrible en el brazo izquierdo; que, de no ser por el brazalete, se lo hubiera quebrado. Como todavía porfiaba para acercarse, tira otra piedra aún mayor en la honda y le da en los pechos.  De no tener el peto "sin duda se la escondiera en el estómago".


La segunda piedra da con el buen hidalgo en tierra . Queda en el suelo, de espaldas y aturdido.

 El melonero piensa que lo ha matado y huye. Sancho también lo cree así y se lamenta de una manera muy quijotesca, como si hiciera suyas las locuras de su amo, al que da por muerto:

"¡Oh pobre de mi señor Desamorado! ¿No se lo decía yo, que nos fuéramos muy en hora mala al lugar y no hiciéramos batalla con este melonero, que es más luterano que el gigante Golías. Pues ¿cómo se atrevió a llegarse a él sin caballo, pues sabía en Dios y en su conciencia que no le podía matar sino metiéndole una aguja o alfiler de a blanca por la planta del pie?"

-Alisolán:  ¡Y luego dicen que mi Sancho no se ha quijotizado! Ahí lo tenéis, este Sancho sería un buen candidato  para el asilo de alienados. ¡Otro para la Casa del Nuncio! 

-Cide Hamete: Para voacé todo el que no sigue los esquemas si no va a la cárcel va con los locos. 
-Llega Sancho donde su señor, no está muerto, le pregunta si está malferido.  Le responde que no, que el soberbio Roldán le ha tirado una gran peña y derribado. Dale Sancho la mano, que el loco de tu señor dice que ha salido "con muy cumplida victoria", pues le basta que el contrario haya huido. Ya habrá tiempo de buscarlo y rematar la batalla. "Sólo" se siente en el brazo izquierdo, casi le quiebra el brazo.

Sancho considera que si aquellos dos guijarros le llegan a dar en la cabeza, hubieran acabado con el trabajo de las justas. Su señor agradezca la vida a un romance que rezó Sancho, el del conde Peranzules,  cosa probada para el dolor de ijada. ¿Un romance oración? Parece ser que sí...¿Y curativo?


Don Quijote quiere descansar en la cabaña, antes de partir de nuevo. Rocinante sin freno y el jumento sin maleta ni albarda, los dos quedan como señores absolutos del melonar. Sancho coge dos melones "harto buenos", da cuenta de media docena de rajas y sirve a su señor que come apenas cuatro bocados y le manda guardar el resto para la noche.

Pero, al poco tiempo, el melonero regresa con "tres harto bien dispuestos mozos", cada uno con una "gentil estaca". Ven al rocín y al jumento pisando y comiendo, entran coléricos y acompañan el calificativo de ladrones con "media docena de palos que les dieron muy bien dados, antes de que se pudieran levantar". Lo de "muy bien dados" es añadidod del escritor que no puede disimular su condición eclesiástica y justiciera. Ha de dejar bien claro que no hay falta sin castigo.

-Alisolán: Ansí ha de ser, señora mía. Y así les place a mis lectores. Ruego me disculpe la digresión.
-Disculpado. Don Quijote queda muy bien descalabrado, pues se había quitado el morrión. Sancho lo pasó peor, al no estar protegido por hierro alguno, no se perdió garrotazo en costillas, brazos y cabeza.


Los cuatro hombres se llevan, como prendas, el rocín y el jumento. 


Sancho vuelve en sí al cabo de un buen rato. Casi no se puede levantar, tanto le duelen los brazos y las costillas. Comienza a llamar a don Quijote, haciéndole reproches. Andando con todos los diablos se vea el caballero andante. "¿Parécele que quedamos buenos? ¿Es éste el triunfo con que habemos de entrar en las Justas de Zaragoza? ¿Qués de la cabeza de Roldán el encantado que hemos de llevar espetada en lanza?"

Don Qujote vuelve en sí y comienza a decir el romance del cerco de Zamora, el de "Rey don Sancho, rey don Sancho..." El escudero maldice, ahora se pone al romance, vámonos de aquí, que esos barrabases nos han molido y él ha salido peor parado, que no puede ni llevar los brazos a la cabeza. ¡Ay!¡Ay!

Don Quijote delira, ahora dice que el traidor que le ha puesto así es Bellido Dolfos. ¡Y que vaya Sancho a retar a toda la ciudad! ¡Y que ha de matar a no sé quién!

¿A toda la ciudad? ¡Y no han podido con cuatro meloneros! Sancho le ayuda a levantarse, salen fuera de la cabaña y descubren que Rocinante y el jumento han desaparecido.

Sancho llora y lamenta la pérdida del rucio...del jumento:

"¿Adónde hallaré yo otro tan hombre de bien como tú? Alivio de mis trabajos, consuelo de mis tribulaciones, tú solo me entendías los pensamientos, y yo a ti, como si fuera tu proprio hermano de leche".

¡Qué gracia la del jumento! ¡Incluso cuando ventosea! 

"¡Ay, asno mío, y cómo tengo en la memoria...rebuznabas y reías con una gracia como si fueras persona; y cuando respirabas hacia dentro, dabas un gracioso silbo, respondiendo por el órgano trasero con un gamaút"

Don Quijote le dice que no se aflija, "porque le pienso buscar por toda la redondez del universo",

Sancho se pone la albarda a cuestas y da la vuelta al ataharre, que le huele un poco mal, dada la parte del animal donde suele colocarse. Más escatología.

Don Quijote y Sancho, a pie, camino de Zaragoza.

-Cide Hamete: A Zaragoza, de ninguna manera.
-Alisolán: Ya lo verá voacé. 

Un abrazo de:

María Ángeles Merino

jueves, 23 de octubre de 2014

"...mañana dirán que no tuvimos ánimo para acometellos, cosa que sentiré a par de muerte se diga de mí"


Comentario  al quinto  capítulo del Quijote de Avellaneda, para la lectura colectiva de "La acequia", dirigida por Pedro Ojeda. 

-¡Salam Aleikum! Salúdoles, mis cronistas casi moriscos, Cide Hamete, por el lado cervantino, y Alisolán, por el bando avellanesco. Hoy no quiero peleas ni discusiones, que esto parece un combate de boxeo. Seré yo la que vaya contando el capítulo, a mi manera, como suelo hacer. Vuestras mercedes podrán añadir lo que les plazca. Ya saben, cada uno con su color: Alisolán escribe en azul. Cide Hamete escribe en verde. Y yo, María Ángeles Merino, escribo en negro.
Comenzamos, sean comedidos en sus críticas, señores míos.
De la repentina pendencia que a nuestro don Quijote se le ofreció con el huésped al salir de la venta.

-Don Quijote sueña despierto. Defiende, en las justas, la "hermosura de la gallega contra todos los caballeros estranjeros y naturales" y la lleva al reino de donde es reina o señora. No pega ojo en toda la noche sino un poquito al amanecer. Llega la mañana y Sancho va a despertarlo. Y despierta a voces, exigiendo: "date por vencido" y confesando la hermosura de "la princesa gallega".




-Que ni Policena, ni Porcia Albana, ni Dido; ninguna dellas sería digna de descalzarle el zapatito. 


-¿Hermosa "la princesa gallega"? Yo afirmo lo que mi don Quijote proclamó, ante unos mercaderes de Toledo:

"Todo el mundo se tenga, si todo el mundo no confiesa que no hay en el mundo todo doncella más hermosa que la emperatriz de la Mancha, la sin par Dulcinea del Toboso".

-Es ansí, la gallega no es hermosa ni princesa pero es real. ¡Dulcinea no existe! ¡Valiente emperatriz!


¡

-A ello, os contesto, majadero, con las palabras de mi don Quijote cuando la duquesa burlona cuestionaba su existencia:

" Dios sabe si hay Dulcinea o no [en] el mundo, o si es fantástica o no es fantástica;y éstas no son de las cosas cuya averiguación se ha de llevar hasta el cabo. Ni yo engendré ni parí a mi señora, puesto que la contemplo como conviene que sea una dama que contenga en sí las partes que puedan hacerla famosa en todas las del mundo, como son: hermosa, sin tacha, grave sin soberbia, amorosa con honestidad, agradecida por cortés, cortés por bien criada, y, finalmente, alta por linaje, a causa que sobre la buena sangre resplandece y campea la hermosura con más grados de perfeción que en las hermosas humildemente nacidas"

-¡Vamos que don Quijote imagina una dama perfecta! La moldea en su imaginación y ¡ya está! Aquí está mi Dulcinea. Y que todos la proclamen como tal.




-¡Y su don Quijote avellanado moldea a una honrada fregona de tetas grandes y costumbres dudosas! ¡Y sueña con defender su fermosura! Que coja su palafrén y le siga a Zaragoza. ¡Está mucho más loco!

-Sancho desea acabar con el asunto de la gallega, que está muy contenta y bien pagada, con los doscientos ducados que le mandó dar. Mas don Quijote sigue en su mundo caballeresco, "dile... que apareje su preciado palafrén, mientras yo me visto y armo, para que partamos". 



-Ya está aderezado el almuerzo, el escudero no consigue que almuerce sentado a la mesa y sin armar. No puede hasta acabar cierta aventura; así que come, armado y en pie, unos bocados de pan y carnero. 


-"Pero, sea lo que fuere,venga luego, que el trabajo y peso de las armas no se puede llevar sin el gobierno de las tripas". 

-Se despide del ventero y los demás huéspedes, les pide que miren si se les ofrece alguna cosa, que aquí está "prompto y aparejado" para servirles. El ventero no ha menester otra cosa que no sea el pago de cena, cama, paja y cebada.




-Don Quijote no ha visto, en libro alguno, que el señor del castillo hospede a un caballero andante y le pida dinero por la posada; mas resuelve que si ahora vos, señor castellano, os habéis hecho ventero, pagará con gusto, a ver lo que se debe. Son catorce reales y cuatro cuartos. ¿Cuartos? En cuartos, como a un ahorcado, partiría el desamorado al desvergonzado ventero, pero no quiere emplear tan mal su valor. Venga, Sancho, paga y vámonos.


-¿Pagar don Quijote? En modo alguno puede contravenir la orden de los caballeros andantes:

"Engañado he vivido hasta aquí -respondió don Quijote-, que en verdad que pensé que era castillo, y no malo; pero, pues es ansí que no es castillo sino venta, lo que se podrá hacer por agora es que perdonéis por la paga, que yo no puedo contravenir a la orden de los caballeros andantes, de los cuales sé cierto, sin que hasta ahora haya leído cosa en contrario, que jamás pagaron posada ni otra cosa en venta donde estuviesen,porque se les debe de fuero y de derecho cualquier buen acogimiento que se les hiciere, en pago del insufrible trabajo que padecen..."

-Vuelve la cabeza y allí está la moza gallega barriendo el patio. Se dirige a ella como "soberana señora" y le dice que está "dispuesto para cumplir todo aquello que la noche pasada vos he prometido". Volverá a su reino, pues  no es justo que una infanta como ella ande mal vestida y barra las ventas de gente infame. 


Millet

-Para ello, antes, ha de acompañar al caballero andante, a las justas de Zaragoza, donde defenderá contra el mundo su "estremada hermosura" , peleará contra muchos caballeros de "fogosos corazones"; mientras ella, en un rico sitial y ricamente vestida, contemplará la quijotesca victoria. 

Justa medieval

-Todos ríen y el ventero monta en cólera, piensa que la moza ha pasado la noche con don Quijote. "Doña puta desvergonzada" se ha de acordar. Porque el honradísimo ventero la sacó de "la putería de Alcalá", y la trajo a su casa como "mujer honrada". Sayuela y zapatos, y casi una camisa, menudo gasto, todo se lo ha de pagar y después irá a la calle "con un espigón en el rabo". 


Sayuela

 -Le ordena, de malas maneras, ir a fregar platos; pero antes la abofetea y cocea en las costillas.

-Este ventero es más cruel, de palabra y de obra, con la cuitada moza que el de la venta donde servía la asturiana Maritornes. Lo del espigón en el rabo...es una imagen tremenda.

-No sé porque decís tal cosa, aquel también la golpeaba y calificaba de puta.

-No de igual manera. Al menos, no daba coces, eso sí, llovían los palos, en una cadena que parecía un juego:

"Y así como suele decirse «el gato al rato, el rato ala cuerda, la cuerda al palo», daba el arriero a Sancho, Sancho a la moza, la mozaa él, el ventero a la moza, y todos menudeaban con tanta priesa, que no se daban puntode reposo; y fue lo bueno que al ventero se le apagó el candil,y, como quedaron ascuras, dábanse tan sin compasión todos a bulto, que adoquiera que ponían la mano no dejaban cosa sana"


La mujer va tropezando y medio cayendo y, ¡oh santo Dios!, el corazón de nuestro caballero arde en cólera. Pone la mano a su espada y arroja una terrible cuchillada al sandio y vil caballero que así ha ferido a una de las más fermosas fembras que en todo el mundo; pero no querrá el cielo que tan grande follonía quede sin castigo. ¡La fuerza épica e irónica de un rosario de efes!



-¡En verdad que todos los desagraviados por los quijotes, sea el mío o el vuestro, reciben después un castigo aún más duro! ¡La gallega no olvidará nunca a aquel que quiso liberarla! 

-Sí, por cierto, que ahora recuerdo al pastor Andrés, al que el caballero andante defendió de los crueles azotes de su amo, en castigo por perder las ovejas:



-Queda el ventero bien descalabrado y más que pudo quedar si don Quijote no torciera un poco la mano. Todos los de la venta se alborotan, cada uno con lo que tiene a mano, ya sea asador de tres ganchos o medio chuzo de viñadero. 

-Don Quijote, a grandes voces, declara: "¡guerra, guerra!". En medio de un prado cercano, se pone a hacer gambetas con Rocinante, espada en mano. 

Sancho teme ser manteado de nuevo y, con la adarga y el lanzón, pelea cuanto puede por sosegar la gente. Pero el ventero está hecho un león y pide su escopeta. Y lo hubiera matado si no es por los designios celestiales o, mayormente, porque lo estorban la mujer, los huéspedes y Sancho. 

-Es un hombre falto de juicio y la herida es poca, déjelo ir. El ventero se sosiega, Sancho se excusa y se despide con mil cortesías. Llégase junto a su amo y recrimínole su actitud:

¿Es posible, señor, que una pícara, "moza de soldada", casi nos cueste el pellejo?



-Don Quijote no atiende, está en medio de una batalla imaginaria. Escuadrón volante, tercios, artillería, corazas, morriones, flecheros, soldados...¿Bien pagados? ¿Hay hambre o peste? ¿Cuántos de cada nacionalidad? ¿Cómo se llaman los que están al mando? Presto, Sancho, hagamos trincheas, fosos, contrafosos...para que disparemos nuestra artillería. ¡Bum bum!

-Escribe bien don Alonso Fernández, lo reconozco, cómo pinta la batalla vivida por don Quijote. Mas don Miguel escribía mejor. Y sabía de tercios y artillerías tanto como Avellaneda de teologías y catecismos. 

-¿Insinúa algo de la condición eclesiástica de mi señor? ¿Se me nota acaso? ¿Quiero decir...se le nota acaso? 

´¡Ay Alisolán, Alisolán, moro de chapa! ¡Que sois el mismo escritor y a mí no me engañáis con la chilaba! ¡Guardaré el secreto! 



-Responde Sancho que no hay nada de eso que dice de soldados y cañones. Bestias sí, ellos mismos, si no se van al punto. Huyamos de la venta que no nos faltarán otras aventuras más fáciles. Don Quijote le manda callar, que si le ven huir, dirán que es "un gallina cobarde".




Arre, ni gallinas, ni capones, que nos vamos. Sancho está tan resuelto que su amo no quiso contradecirle, comienza a caminar tras él. Mas todavía insiste en que han errado, deberían volver a la venta y retar a tan vil canalla que "no es bien viva sobre la haz de la tierra". Porque mañana les acusarán de falta de ánimo , algo que don Quijote non podrá sufrir, lo sentirá "a par de muerte". Al fin, el caballero andante se lamenta, considera que han sido "unos grandísimos borrachos", por irse ansi de la venta.




¿Borrachos? Sancho concluye, que han hecho "lo que toca a nuestras fuerzas". Y que ahora toca caminar "antes que entre más el sol" , que bien castigados quedan los de la venta.




-Sancho está resuelto y su amo no quiso contradecirlo. ¿Desde cuándo el caballero andante tiene en cuenta los consejos del escudero? Como aquella memorable ocasión en que acometió a los molinos de viento, por citar la más conocida: "Mire vuestra merced...que aquellos que allí se parecen no son gigantes, sino molinos de viento, y lo que en ellos parecen brazos son las aspas, que, volteadas del viento, hacen andar la piedra del molino".

-A esa cuestión, no sé qué responderle, Cide Hamete, hermano en Cristo. Tal vez sea ansí, como vos decís. He de cuidar a mis lectores, no desean complicarse la vida, ni son amigos de historias con muchas capas. Ni de personajes que no sean de una pieza. Ni les agrada que se invierta el sagrado orden social. Y que haya falta sin castigo. Y si estás loco, vas derechito al asilo de alienados; si has esquivado el patíbulo...Fue ansí en el siglo XVII.
 Salúdole.

-Continuaremos tras una accidentada entrada, llena de accidentes blogueros. Y, a todo esto, ni siquiera hemos llegado al melonar de Ateca. 

Un abrazo de:

María Ángeles Merino

miércoles, 15 de octubre de 2014

Majadero insensato, ¿no ves desde aquí los altos chapiteles, la famosa puente levadiza y los dos muy fieros grifos que defienden su entrada a aquellos que, contra la voluntad del castellano, pretenden entrar dentro?

-Salúdole, señora mía. Vengo de pasar horas y horas discutiendo con el cronista Cide Hamete a voz en grito. Me lo encontré detrás de esta pantalla, no llegamos a las manos pero poco nos faltó. Que si don Quijote desamorado o enamorado, que si mi Sancho es más sabio y el tuyo más tonto y más comilón, que si en el tuyo hay más suciedad maloliente, que si van o no van a Zaragoza, que si muere en la cama o encerrado en un asilo de alienados...¿Me oye su mercé?

-Óigole con dificultad. Sabio Alisolán, no debería forzar la voz; déjeme a mi comentar el capítulo y tómese unos cuantos vasos de té con menta, para hidratarse; pero templaditos, que el calor también irrita. Uy, se me olvidaba que en el limbo literario son incorpóreos, no padecen de la garganta.



-¡El rojo Apolo esparcirá sus rayos sobre la tierra! ¿Y nada más? 

-¿Acaso piensa, señora mía, que son pocas palabras? Podía haber escrito "tres horas antes de amanecer" y dejar en reposo la péndola.

-Bueno, si se trata de economizar palabras...

-¡Hola! Aquí estoy yo, añadiendo a este escrito lo que me plazca, en tinta verde. Cide Hamete Benengeli para servirles. 

Sin duda, doña María de los Ángeles añora rubicundos Apolos y pajarillos de arpadas lenguas; aquellos amaneceres que pintaba mi irónico don Miguel, a la manera de los libros de caballerías. Ay, señor Avellaneda, que un refrito es un refrito. Vea:



- Es todavía de noche y, allá van, don Quijote y Sancho. Buenas armas lleva el caballero. Buenas alforjas y maleta de ropa blanca porta Sancho sobre su jumento. La luna está clara, no han topado con malos agüeros y nadie los ha sentido; al menos eso piensa el eufórico hidalgo. Pero Sancho teme que salgan en su busca y los vuelvan a casa en jaulas y encadenados.

Los temores escuderiles molestan a don Quijote. Para que Sancho entienda que el miedo no cabe en su caballeresco corazón, proclama que volvería y se enfrentaría al cura y a todos los grados eclesiásticos, al barbero y a todos los militantes hipocráticos, veterinarios incluidos. 
¿Es posible que Sancho le tenga en tan poca opinión? ¿Que no se haya dado cuenta del valor de su persona, la fuerza de su brazo, la ligereza de sus pies y el vigor de su ánimo? Ya le puede poner delante de tigres hircanos, leones africanos, sierpes libias o ejércitos cartagineses. Ya lo comprobará en las famosas justas de Zaragoza, donde ahora van. 

-Que no, que no van a Zaragoza. Que darán un rodeo y llegarán a Barcelona.

Recordamos que Sancho había comprado, por encargo de su señor, "dos o tres badanas grandes para hacer una fina adarga; la cual él hizo con ciertos papelones y engrudo, tan grande como una rueda de hilar cáñamo". 

¿Sancho fabricando una adarga con cuero zapateril y pegamento? ¿Qué chapuza es esa? Mi señor poseía "adarga antigua", herencia de sus antepasados.

Sobre la adarga, gigante y recién fabricada, iría alguna divisa que dijera de la pasión del caballero. Y un pintor añadiría, cuando fuera posible, dos hermosísimas doncellas con cara de enamoradas y un Cupido arrojándoles flechas.



Don Quijote se reiría del de las flechas y despreciaría a las enamoradas con una letra alrededor que dijese “EL CABALLERO DESAMORADO”. ¡Qué caprichos tiene nuestro caballero andante avellanado! Y, además, el mensaje es un tanto misterioso:

¿Cu?¿Cuernos? ¿Culo? Vuesa mercé me disculpe el vocabulario; mas sospecho que aquí se arroja algún dardo envenenado a Cervantes, no sé si de cornudo o de sodomita, grave acusación en aquel tiempo. 

- El tal Avellaneda arroja dardos envenenados, tiene razón mi señora, la que escribe. 

Lo de los cuernos es un juego fácil con el apellido Cervantes,  que de todos es sabido que los ciervos desarrollan cornamenta. Y tiene la mala baba de meter a doña Catalina de Salazar, la de Esquivias, en el saco infamante de las "cervantas", como llamaban las lenguas viperinas a las mujeres que vivían en el número 14 del antiguo Rastro de los Carneros, en Valladolid: esposa, hija, hermanas, sobrina y sirvienta.  Labraban camisas y otras labores.

Sancho pregunta por esa Cu y  la réplica de don Quijote es para leerla despacio y...no enterarse de nada:

-"No…que aquel Cu es un plumaje de dos relevadas plumas, que suelen ponerse algunos sobre la cabeza, a veces de oro, a veces de plata y a veces de la madera que hace diáfano encerado a las linternas, llegando unos con dichas plumas hasta el signo Aries, otros al de Capricornio y otros se fortifican en el castillo de San Cervantes”.



-Lo de la sodomía, lo consideraba don Miguel como una costumbre consentida y extendida entre los «bárbaros» turcos. En la historia de la morisca Ana Félix, es ella la que nos informa de que «entre aquellos bárbaros turcos en más se tiene y estima un muchacho o mancebo hermoso que una mujer» (Quijote , capítulo 2, 63).

Pero la biografía de Cervantes  parece indicarnos que estimaba más a una doncella hermosa, dicho sea con todos los respetos para quien estima más a un mancebo hermoso. El Avellaneda se meta la lengua en el Cu. En cuanto a lo del castillo de San Cervantes,  ya lo puso el deslenguado de Tordesillas en el famoso prólogo y ya le contestó don Miguel.

-A saber...Dejemos el oscuro fragmento. ¿O me lo explicará el sabio Alisolán? 

-No, quiere decir...mayormente lo que dice. Algo que se colocan algunos en la cabeza, mas bien se los colocan: cuernos como los del carnero, la cabra o los del "castillo de San Cervantes".

Sancho dice algo de esas plumas, no estarían mal si fueran de oro o plata;  mas su señor le advierte , con cierta brusquedad, que no le convienen; teniendo como tiene "mujer buena cristiana y fea". 

-¿Fea Teresa Panza? Fea será la Mari Gutiérrez avellanesca, que en ningún capítulo del Quijote cervantino dice que Teresa sea fea. Y todo un carácter, ya lo creo.

Dejémoslo y sigamos el camino, que don Quijote anuncia que tienen delante "uno de los mejores castillos que a duras penas se podrán hallar...en Milán y Lombardía". 
Y no era sino una venta, tendrán que recogerse en ella, que el sol se va poniendo.



 Don Quijote porfía que castillo y Sancho insiste en que es venta. Aciertan a pasar por allí dos caminantes, maravillados de ver a un hombre armado y con morrión, con el calor que hacía. A ellos se llega don Quijote diciéndoles:


Los caminantes se miran y le dicen que no son nada de eso. Sancho les pregunta si aquella casa es venta o castillo. Ante de que los desconocidos den su respuesta, don Quijote le recrimina por no ver los chapiteles, "la puente levadiza" y los fieros grifos que lo defienden. Los de a pie le informan: es la venta del ahorcado, llamada así porque junto a ella, no ha mucho tiempo, ahorcaron a un ventero ladrón.




Sancho habrá de ir delante, llegarse como un espía y medir las defensas del castillo: puentes levadizas, fosos, puertas, torreones, plataformas, puestos de guardia...si tienen abundante agua en las cisternas y cuántos defienden la fortaleza. 

¡En vez de cenar a placer, dedicarse a reconocer puentes y fosos! ¡Y el ventero, viéndole andar alrededor de la casa, midiendo paredes, pensará que es un ladrón y le molerá las costillas! 

Este Sancho no entiende lo que a una espía le toca hacer, siendo fiel, diligente y secreta. Es una orden.  "Ve al momento y haz lo que te digo sin réplica alguna"; como buen soldado español, destacado por su obediencia  a los superiores. El buen Panza irá a ver los fosos y demás. Y si no hay nada, se quedarán a cenar, que le "zorrían" ya las tripas.

Arrea al rucio, digo al jumento, y llega a la venta. Los torreones y fosos los tiene metidos don Quijote en la cabeza, que el escudero solo ve una casa con corralazo, una venta manchega como tantas.

-Las comparaciones son odiosas, pero entre esta venta y aquella en que fue armado caballero...hay distancia. Y no digo que esta sea mala, es entretenida, reconózcolo.





Pregunta si hay posada al ventero, hay posada y hay cena. Sancho da saltos de contento al oír nombrar la buena olla de vaca, carnero, tocino y berzas. ¡Y un conejo asado! 

 Pide cebada y paja para el de cuatro patas, va a la caballeriza a dársela; mientras tanto llega don Quijote sobre su rocín.

El ventero y los que están a  la puerta se maravillan de ver "semejante estantigua". Mira "de medio lado y con grave continente", pasa sin hablar y da una vuelta alrededor de la venta, mirándola por arriba y por abajo, midiendo a veces con el lanzón. ¿ Quién es este loco medidor?

Y, con voz arrogante, se dirige al "castellano de la fortaleza" y a los "caballeros" que la defienden. Les pide que le devuelvan a su escudero, que lo han prendido contra el orden de caballería, con el encantamiento de una vieja maga que tienen dentro. Si no lo vuelven, sano y salvo, les amenaza con pasar a todos por los filos de la espada y deshacer el castillo, piedra a piedra. También han de liberar a los cautivos que tienen en sus oscuras mazmorras. Y tira continuamente de Rocinante hacia atrás, que el rocín también tiene hambre, tanta como Sancho Panza. 


Maqueta del castillo de Burgos (Museo del Ejército)

Todos los de la venta están maravillados de que alguien les desafíe a batalla, se llegan a él y dejan hablar al ventero. No hay castillo, no hay más fortaleza que la del vino que es tan bravo que puede hacer decir mucho más de lo que él está diciendo. Le está llamando borracho, menos mal que no se entera...creo.


Castillo de Olmillos de Sasamón

Le asegura que, por la venta, no ha venido escudero alguno. Si quiere posada, tendrá cena, cama y una moza gallega de tetas grandes que le abrirá los brazos si  no cierra la bolsa. En buena hora nombra a la gallega porque ahora reclama también "a aquesa princesa gallega que decís".

Sancho le dice que bien puede entrar, que al punto de entrar él ya se dieron por vencidos. Que todos son amigos y les aguardan "con una muy gentil olla de vaca, tocino, carnero, nabos y berzas, que está diciendo: «¡Cómeme, cómeme!». Don Quijote se extraña de verlo tan alegre y le pregunta si no le han hecho algún tuerto o desaguisado. Sancho contesta que ya ve que tiene los dos ojos sanos. Desaguisado tampoco, aunque tienen guisada una olla y un conejo...



Don Quijote se convence, le parece que es "gente de buena condición, aunque pagana". Sancho juega con la palabra y responde que "en pagando tres reales y medio, seremos señores disolutos de aquella grasísima olla". 

El ventero dice a don Quijote que se desarme y que, pagando cena y cama, no habrá pendencia alguna; mas nuestro caballero no quiere hacerlo, que es gente pagana y no es menester fiarse. Sancho consigue que se quite el morrión y cena harto poco de la olla y el conejo, pues la cena se le va en discursos. El escudero da buena cuenta de ella, a dos carrillos y con la ayuda de un gentil azumbre de vino de Yepes.

-Un Sancho mucho más comilón y más amigo del vino.. Aunque tampoco a aquel se le daba mal empinar la bota. 



Alzada la mesa, y mientras Panza atiende al jumento, llega una moza gallega, fácil en el prometer y en el cumplir. Le pregunta si manda algo, tal vez quitarle las botas, limpiarle los zapatos o quedarse con él durante a noche "por si algo se ofreciere". Le parece recordar a don Quijote de otra vez, su cara y figura le recuerdan a alguien que quiso, "pero agua pasada no muele molino". 
Molino abandonado en Palacios de Benaver
Ese alguien la dejó, libre es, no es mujer de todos, "doncella pero recogida, mujer de bien y criada de un ventero honrado". Le cuenta que fue engañada por un traidor capitán que la abandonó y la robó, lo de siempre. Negras son las mujeres de su condición pero no tiznan, dignas son de lástima. Se lamenta y llora, sola y sin remedio.



Don Quijote es compasivo de naturaleza y no piensa en que está escuchando una historia mil veces repetida. Sus cuitas han ferido su corazón, jura por el orden de caballería que pasadas las justas irá donde el desleal caballero y desfacerá el agravio. 

-En eso, sí acierta el que firma Alonso Fernández. Don Quijote es compasivo de naturaleza. Recordad que muere como "don Alonso Quijano el Bueno".



El caballero andante comienza a novelar: mañana subid en vuestro palafrén, con el velo puesto, sola o con vuestro enano, yo os defenderé y os haré reina de algún reino o isla, os casaréis con algún príncipe poderoso...Id a vuestro blando lecho. ¡Qué historia para una mujer del partido! ¡Fiad de la palabra de don Quijote!
"La disoluta mozuela",  no entiende "la prolija arenga". Solo entiende que la despiden y se pone triste; adiós los tres o cuatro reales que pensaba ganar. Le dice que agora no puede salir de casa, le suplica que le preste dos reales que ha menester para pagar dos platos de Talavera que rompió fregando. Si no los paga, su amo le dará dos docenas de palos.


Plato de Talavera

-En lo de "disoluta", asoma la condición eclesiástica del Avellaneda. Huele a cura, bien lo sabéis vos, Cide Alisolán, moro de chapa. 

Don Quijote le dice que él será bastante para desafiar a quien osara tocarla, al amo y a todos los amos de castillos. Aquí está su brazo, podéis acostaros sin temor.

La moza habla otro idioma, mire si le hace merced de esos dos reales, que está para lo que él mande. El caballero andante no entiende "la música de la gallega" y le dice, ante el asombro de la pobre mujer:



La moza sabe que "quien mucho abraza poco aprieta" y le abraza por ver si saca los dos reales, a ella no se le pasa por la cabeza lo de los doscientos ducados.




Don Quijote sigue siempre el modelo de los caballeros andantes y nunca ha visto que, en trances así, hayan caído en deshonestidad. Llama a Sancho y le pide la maleta. Ha de abrirla y dar "a esta señora infanta" doscientos ducados, que una vez vengada de cierto agravio, ella le dará "no solamente eso, pero muchas y muy ricas joyas que un descortés caballero, a pesar suyo, la ha robado".

Sancho colérico se niega, no es acaso  la que antes le dijo en la caballeriza que si quería dormir con ella, por ocho cuartos. A fe que si la agarra por los cabellos, ha de saltar de un brinco las escaleras. La pobre gallega le dice:






Don Quijote maravillado le pide que le de luego los doscientos ducados y más, si pidiere, que mañana iremos a su tierra, donde seremos cumplidamente pagados.


Sancho dice a la mujer que baje donde tiene la maleta, de mala manera, con insultos. Le da cuatro cuartos, en ausencia de su amo, y amenaza:

"Por las armas del gigante Golías, que si decís a mi amo que no os he dado los docientos ducados, que os tengo de hacer más tajadas que hay puntos en la albarda de mi asno".

-Demasiado violento, no veo a mi Sancho amenazando a una mujer con hacerla tajadas. Aquí se le ha ido la mano al del apócrifo. Cervantes, tal vez porque vivió rodeado de mujeres, mostró una sensibilidad desacostumbrada en su tiempo. El Avellaneda no hubiera creado a una pastora Marcela proclamando: "Yo nací libre".

La gallega le pide que le dé los cuatro cuartos, que queda contentísima. Sancho se los paga y añade:


El ventero le llama para que se acueste en una cama que de dos jalmas le había hecho y durmió "muy de repapo", la maleta por cabecera.

-Lo de dormir se les da bien a ambos. ¡Qué dormir tan pesado el de los Sanchos!

Seguiremos el camino, me despido de vos, sabio Alisolán,  hoy tan callado. 

-Espero mejorar la voz, en la próxima entrada. Salam Aleikum. El té con menta hace milagros.

-Y de vos, Cide Hamete, que ya sé que andáis por aquí cerca, con vuestra pintura verde

-Pídole disculpas, que me dejo llevar por los sentimientos. Reconozco que no escribe mal el de Tordesillas.

Y de todos los que pasáis por aquí. Un abrazo de:

María Ángeles Merino

http://es.wikisource.org/wiki/Segundo_tomo_del_ingenioso_hidalgo_Don_Quijote_de_la_Mancha:_Cap%C3%ADtulo_IV
Alisolán habla en azul.
Cide Hamete habla en verde.
María Ángeles habla en negro.