miércoles, 26 de marzo de 2014

"La Saga/Fuga de J.B.": la metamorfosis de José Bastida en rubio y apuesto caballero celta.



Comentario en torno a la novela "La saga/fuga de J.B.", de Gonzalo Torrente Ballester. Para la lectura colectiva de "La acequia", dirigida por Pedro Ojeda.

¡Don Joseíño, don Joseíño, que no fueron las clases particulares!

¡Don Joseíño, don Joseíño, que las fuerzas vivas de su ciudad no podían permitir la instalación en Castroforte de otra Tabla Redonda, de infame memoria!

¡Don Pepiño, don Pepito, que no fueron las clases a la descocada Vieites! ¡ Ni siquiera el taladro de don Taladriz! ¡Que detrás de todo se agazapaba don Acisclo y compañía! Que con la Iglesia topamos siempre…y con los que llevan mandando desde los tiempos de Recesvinto.. ¿Qué le voy a contar a usted de "godos"? 

Iglesia visigoda de San Juan de Baños (Palencia)

Que no me cabe ya la menor duda; que el autor de sus días, don GTB, le llevó a nacer en unas páginas diferentes a las de la novela en uso. Porque aquí el lector se relaja, piensa que ha atrapado el hilo del relato, se confía y, a las pocas líneas, zas, la historia grande desemboca en otras medianas y más chicas. Y fluye un río de personajes y personajillos. Y, como es un lector paciente, de lo contrario el libro descansaría en el suelo o, con suerte, en el primer hueco libre de la estantería, no pierde la esperanza de volver al hilo conductor. Pues no, esquinazo y a otra. Páginas y más páginas. ¡Un zigzag como el de la sorprendente columna románica que conocí hace pocos días! ¿Por qué un columna así? ¿Por qué una novela así? 

Columna románica en zigzag, Moradillo de Sedano.

Vuelvo a la novela, a las páginas en las que le encontramos a usted, José Bastida, inmerso, casi asfixiado, yo también, en el ambiente de unos estrafalarios personajes castrofortinos  que, como medio de oposición a las reaccionarias fuerzas "godas", deciden restaurar una antigua tertulia de café llamada La Tabla Redonda, cuyos  miembros adoptaban los nombres de la leyenda artúrica: el rey Artús, Merlín, Lanzarote, Bohor, Galaor...Y no podía faltar la reina Ginebra, encarnada en el busto de madera de la bailarina Coralina Soto, para presidír las reuniones.

El periodista don Parapouco Belalúa, el portugués monárquico y emigrado político don Annibal Mario Mac Donald Pinto etc etc, don Perfecto Reboiras  dueño de la botica y del loro orador, don Arsenio Peleteiro especialista en bastardos, el dueño del café don Emiliano alias Pito Bebendo por su gesto de echar para atrás la cabeza y usted, mi apreciado don Joseíño Bastida. Son los nuevos caballeros de La Tabla Redonda.


Los cuales tienen a bien  recordar el fin de sus inmediatos predecesores en torno a tan famosa mesa. Fueron condenados a muerte, ahogados, bueno...todos no. Nombran a un J.B, Jacinto Barallobre, atención, que también salvó la vida. Y a un Carmelo Taboada que  fue escondido en el sótano por Pito Bebendo que, ahora, al oír su nombre, suda copiosamente y confiesa. Lo ocultó un tiempo, salvó la vida pero "murió del berrenchín al enterarse de la toma de Barcelona", tiró su cadáver al río Mendo, se lo comerían las lampreas y  os advierte de la imposibilidad de devolveros el cadáver, son muy tragones esos bichos. Y vampiros de río.


Belalúa te ha hecho escribir un suelto para el Diario, explicando lo que la Tabla Redonda había hecho por el pueblo, para que la gente fuera enterándose. Y se van a enterar, ya lo verás. 

Una vez redactado el artículo, allá os fuisteis al Café. Todos se sentían componentes de pleno derecho , con la excepción de usted, don Joseíño, tan apocado. De dos en dos, bajo los soportales de la Plaza, como "silenciosos conspiradores románticos", si no fuera porque hablaban en voz alta, como buenos españoles. Y porque Don Annibal engolaba la voz, muy en su papel de rey Artús. ¡Valiente corte artúrica!



En el Café, vais derechitos a la mesa oval del rincón, la más grande, brillante y gastada. Os instaláis y tomáis café, don Annibal en el lugar presidencial. Preguntáis por el busto de Coralina, don Pito debe saberlo. Dice que lo retiraron cuando la guerra, como era tan sicalíptico, aclara...¡Curiosa palabra para decir erótico o sexualmente malicioso! Sicalíptico, lo apunto.

Peleteiro señala el puesto donde usted se sienta y lo identifica como el de Bohor. Y se obra el milagro, desaparece el cuerpo anémico y el traje raído. Vos crecéis, se os endurecen los músculos y asoma la rubia melena del celta. Unas hermosas doncellas os colocan el manto de púrpura y aljófar,  tal vez esta noche pierdan su doncellez gracias a vuestra intervención, pensáis. ¡Iluso!

¡Soñáis don Joseíño! Me parece que habréis de conformaros con la posibilidad de que Julia olvide al seminarista o tal vez Bárbara, la profesora de Latín, se fije en usted, difícil pero más fácil que metamorfosearse en caballero celta. "Ande don Joseíño, coma, que está usted muy delgado", bella frase de amor es esta de Julia, sin duda.  Y usted podrá contestar con aquel soneto que comienza: "Volgá panora bi colmán tan daire". No se entiende pero los acentos lo expresan todo. ¿Qué es la poesía sino música?


Por fin, don Emiliano os conduce al sótano del café y os muestra el busto de madera policromada de doña Coralina Soto, con un pezón escorado. Fue la compañía de un solitario y escondido don Carmelo, así está ella  de churretosa, qué guarrería. Ya tenéis vuestra reina Ginebra, muda y complaciente. Es preciso asearla un poquiño.

Belalúa inventa un procedimiento democrático para cubrir los cargos .Una lista de notables en la que figuréis los seis y un montón de caballeros de derechas "reclutados con el propósito de engañar a la autoridad constituida y desechar toda sospecha de que la Tabla pudiera conservar el color político de antaño". Se vota a través de unos cupones publicados en el periódico. Al principio, los de derechas son mayoría, pero poco a poco vuestros nombres acaban en franca mayoría. Algo de trampa hacéis...

Y entonces es cuando el ecelesiástico don Acisclo,  se presenta en el despacho del Poncio, autoridad civil. Con el poder que le dan los hábitos, arma un pitote que se resume en el recuerdo de los antiguos componentes de la Mesa Redonda. Sí, eran todos masones y muertos de "muerte involuntaria". Y que los nuevos no son precisamente como los Caballeros de Adoración Nocturna sino más bien ateos y librepensadores.



Don Acisclo trona en la iglesia contra la filtración del ateísmo y la anti España, camuflada bajo la forma de inocente tertulia de buenos ciudadanos. Los de derechas retiran sus candidaturas. Qué casualidad, coincide el jaleo con las oposiciones de Magisterio. La señorita Vieites aprueba y se va sin pagarle sus honorarios, adiós a las mil quinientas pesetas. Y al chuletón antianémico.

Don Celso Taladriz os llama a su despacho, saca a relucir vuestro pasado de "extremista peligroso", proclamando que  la Tabla Redonda pretendía hacer saltar los fundamentos de la Religión y la Patria, así con mayúsculas. Os insulta: perro, sabandija, babosa, tití, serpiente de Lucifer...Y que, al dar clases particulares sin permiso, habéis contravenido las reglas de la Academia y quedáis despedido. Un pretexto. A la calle, con cincuenta y siete pesetas en el bolsillo.



En la rúa, el de la camisería le llama a usted cerdo, el de la joyería asqueroso, el de tejidos bicho, el de vinos y comidas tío mierda. Muy fina la gente de orden cuando insulta. Se mete usted en el Café, allí don Emiliano y el camarero no le insultarán, piensa. Pero le espera Monsieur Bastide con sus sintagmas y su risita burlona. Se sienta y se pone a escribir poemas, pobre don Joseíño. Ni siquiera sus amigos imaginarios están a la altura de las circunstancias.

En el Café le dejo, de momento. No, no era por las clases particulares. Ya ve usted. Linchamiento ideológico.

Un abrazo a los que habéis tenido la paciencia de llegar aquí:

María Ángeles Merino

miércoles, 19 de marzo de 2014

"La Saga/Fuga de JB": de la estatua del almirante a la biblioteca y desde allí al perfume de los brazos de Julia.


Cerca de Cervantes, se alza un arco románico, arrancado un día de las orillas del Tirón para sufrir deterioro junto al Arlanzón, on on. Platanos, chopos, tejos, castaños de Indias, prunos florecidos y  carteles botánicos pintarrajeados. Es mi paseo habitual por el parque de la Isla. A veces, ando y leo, como un cura de antes con su breviario, salvando el riesgo de tropezar con los escasos paseantes, qué hace esta mujer, por dónde va. Todo se pega, don Joseíño, y felicidades en el día de su onomástica.



Avanzo muy poco en la lectura de este libro. Leo en “La saga/fuga de J.B.”, a partir de la disparatada sesión espiritista que Bastida tiene a bien protagonizar para no morir de hambre y disponer de un techo abuhardillado y húmedo. El nazi hablando en latín escolar de Cicerón me pintó una sonrisa. De vez en cuando he de hacer un alto porque me pierdo entre tanta digresión. 

Ahora el libro descansa junto al monumento a Cervantes, un buen lugar para las palabras de Gonzalo Torrente Ballester, un autor que se sentiría muy a gusto reencarnado en Miguel de Cervantes, si fuera posible la reencarnación regresiva. Al menos, así lo manifestó un día ante las cámaras de la televisión, lo podéis comprobar en esta selección de entrevistas en TVE que os aconsejo para acercarnos al escritor y al ser humano. Imprescindibles.


Bueno, don Gonzalo, don Miguel nos ofrecía con más orden sus geniales digresiones. Porque esto es de locos, mucho más que don Quijote, va usted a parar. No dudo que sus motivos tendría para ofrecernos un libro con tamaña estructura y si el censor se despista...miel sobre hojuelas. Usted mismo se extrañó del éxito de esta novela por ser difícil y "la más intelectual" de sus novelas. 


Y a don José Bastida, autor narrador y paupérrimo profesor cesante de Gramática, lo retomo en la 122 de Castalia, cuando el periodista que él bautiza como Parapouco Belalúa, Pepe Rey, le pide ayuda, dados sus conocimientos del pasado local, para la confección de un artículo contra la "polacada", la decisión del alcalde de retirar, de la plaza de los magnolios, la estatua del almirante Ballantyne ; héroe local, con nombre de güisqui. que yo también me concedo el derecho a la digresión.


Veamos la difícil singladura lectora. Belalúa le plantea la cuestión de la estatua, sus problemas  con la censura y sus vericuetos para sortearla, necesita algo referente a la vida del Almirante Ballantyne que Bastida seguramente conocerá, dada su capacidad de bucear entre viejos papelotes. Solicita su ayuda. Pues no, porque a partir de la Restauración, la de Cánovas, en los archivos hay muy poco y en la colección del periódico castrofortino, bien papeleteada, no mucho más. Llegamos a un momento estrella:

“Entonces, no sabrá lo que pasa con la ciudad”. “Lo que pasó, lo conozco, más o menos. Lo que pasa, desde luego, no.”

Acércate, Bastida, porque Parapouco tiene una teoría y te la va a explicar, eres la primera persona a quien se la cuenta, la condición es que la olvides inmediatamente, dada tu condición de “persona sospechosa” . ¿Sospechoso? ¿La Policía dixit? Le replicas que te llevas tan bien con ella que el Comisario te saluda con un  “¿Pero, hombre, Bastida, ¿de dónde habrán sacado en Madrid que es usted peligroso?”. 

La teoría de Parapouco es que, aunque Castroforte sea la quinta provincia gallega, desde la época de la Restauración de Cánovas del Castillo se mantiene en secreto su existencia. En la carretera no hay rótulos que digan: “A Castroforte del  Baralla”. Y , aunque la ciudad tenga oficinas con sus funcionarios y banqueros, resulta que todos son policias encubiertos, desde el bedel al director. Lo pudo comprobar cuando acudió a congresos de periodistas y sus credenciales figuraban extendidas a nombre de "La Voz de Monforte de Lemos", periódico inexistente.

Y resulta que el periódico de Castroforte, decano de la prensa de Galicia, tampoco existe; aunque  hayas estudiado uno a uno todos los números de la colección que se guardan en la biblioteca. Que ya el portero te habla como si fueras de la familia.¿Que quién soy yo que tiene el atrevimiento de tutearte?

 Soy una lectora de vuestra crónica, saga en forma de fuga musical, así que no me han de extrañar las diferentes voces. Por cierto, que es la primera vez que leo una obra literaria en cuyo título aparezca la raya inclinada: "La Saga/Fuga...". Si alguno conoce otra, que levante el dedo. Perdone la confianza que nace de haber tomado algún té o algún café en su compañía, de papel pero compañía. 



Y hablando de la biblioteca, se le aparecen allí  sus interlocutores habituales, sus amigos imaginarios. Ay, una buena chuleta y se disiparían las visiones. Es allí donde Bastide, Bastid, Bastidoff y Bastideira se portan mal por primera vez y ha de regañarles, no vaya a ser  que den en irrespetuosos como los niños del colegio. Porque dos de ellos se funden en una extraña metamorfosis, de manera que los ojos del ruso se colocan en las órbitas oculares del francés y el portugués adopta la voz del ruso, off, off en lugar de eira eira.  Don Joseíño, debe usted comer más, que la debilidad le juega estas malas pasadas. 

Sigo. Volvemos a la inexistencia oficial de Castroforte. Belalúa te pregunta si te sorprende. Le contestas que sorprende y da miedo, pero "la vida sigue" y "hay que trabajar". El periodista desea tomar precauciones antes de enviar su artículo a la censura, incluso antes de escribirlo. Por eso te consulta. 

Según sus conocimientos, el almirante Ballantyne era un marino inglés que defendió la ciudad frente a las tropas de Napoléon. Asombrado de su ignorancia histórica , le corregís: Ballantyne era un irlandés al servicio de Napoleón. ¡No puede ser! Don Parapouco está escandalizado, si los funcionarios "godos" se enteran no sólo lo retiran, ¡lo mandan fundir! ¡El almirante un afrancesado, ni hablar! Y lo de la estatua no es lo peor, el alcalde acaricia la idea de demoler la ciudad vieja para construir edificios de apartamentos. Y que si la Colegiata está declarada Monumento Nacional y los de la Tabla Redonda...me pierdo.

Para consolar al cuitado periodista, vos, Bastida, le dais una buena idea para  artículo tan importante. "¿No sabe usted que don Miguel de Unamuno estuvo en la ciudad  a principio de siglo?". A Belalúa le resplandece la mirada cuando añades que Unamuno la incluye en sus libros de viajes y que dio una entrevista  a "La Voz de Castroforte". Te pide que se la busques; mas, de repente, le entran dudas. Porque los frailes y los curas la suelen tomar con Unamuno, no muy clerical. Ventila sus temores, es su tabla de salvación, búscasela Bastida. 


"Andanzas y visiones españolas", Miguel de Unamuno.

La encuentras pero, al final, el secretario sugiere que es mejor atribuirla a don Ramiro de Maeztu, "persona de reputación más intachable". Y el artículo sale con la atribución a Maeztu de las palabras de Unamuno, estupendo. Redactado con gran dificultad, inflado de coba y frases grandilocuentes; lo cual no impide que al barrigudo alcalde Irureta , un picajoso testarudo, le siente fatal. Y..."o poco he de poder, o les dejaré sin estatua", que se chinchen

Y sigue un loro, y las chicas del Pasaje de la Violada que se inyectan Salvarsán y la Marcha Turca de Mozart, y los de "La Tabla Redonda" y doña Coralina. Me rindo. Así es la saga/fuga. El censor debió sacar la bandera blanca a estas alturas. Ya sabemos lo que dejó escrito, pobre.

Me pongo seria y proclamo: ¿Cómo que Castroforte del Baralla no existe? ¿No es todo esto un guiño irónico  a la manipulación de la Historia y de la Literatura de la España franquista que el escritor conoció tan de primera mano? 

Vuelvo al momento en que vas a buscar la entrevista a la biblioteca. La biblioteca huele a tinta de imprenta, te gusta mucho pero no tanto como el pachulí con que Julia se perfuma los sábados cuando espera a su novio seminarista, "una fragancia suave y delicada que parecía desprenderse de su piel como propia emanación". Lo descubriste aquel día en que Julia advirtió que te crecían pelitos como maleza en la punta de tu nariz. Fue a buscar unas pinzas, te dolió un poquito, ella confiaba en dejarte más guapo. Empezó a dar tironcitos y te dejó las narices mondas pero "sembradas de orificios grandes como esos conos que abre la artillería en los sembrados". Mereció la pena porque: "estaba tan cerca de mí que nada mas sentir el primer dolor me llegó el perfume de sus brazos, tan atractivo". 



De la biblioteca al olor a tinta, de la tinta al pachulí, del pachulí a la piel de Julia, de la piel a los pelitos de la nariz, de la nariz a las pinzas, de las pinzas al dolor de los tironcitos, del dolor al perfume de sus brazos y ...el amor, poco pero amor. Así es este libro. A ver por dónde sigo. Voy a la caza de momentos de sonrisa cómplice que me compensen el tiempo en que me siento como Pulgarcito buscando las miguitas de pan. 



Un abrazo para los que habéis tenido la paciencia de acompañarme hasta aquí. 

María Ángeles Merino

miércoles, 12 de marzo de 2014

Bastida, Bastide, Bastid, Bastidoff y Bastideira. Las cinco personalidades de don Joseíño.


Voy saliendo de la niebla

Comentario en torno a la novela "La saga/fuga de J.B.", de Gonzalo Torrente Ballester. Para la lectura colectiva de "La acequia", dirigida por Pedro Ojeda.

En mi última entrada, la primera en torno a “La saga/fuga de Torrente Ballester”, manifestaba mi desamparo ante la nueva aventura lectora. Solicitaba el auxilio de los "veciños"  y de nuestro ínclito profesor. Incluso debí contagiarme del ambiente mágico reinante en el enloquecido Castroforte del Baralla, ya que imploré a Santa Lilaila. No podía con la empanada...tanta gente vociferante, tamaña masa de lamprea y cuerpos santos incorruptos. Todo en medio de la niebla y la incipiente luz del amanecer.



Allí ya me hacía cruces ante la marítima y milagrera balada apócrifa que me esperaba  y la perspectiva de seguir, a partir del primer capítulo, la senda manuscrita y monologada de José Bastida, profesor de Gramática pobre, hambriento y represaliado. Y visionario, añado ahora, y espiritista por necesidad, pobre hombre.

Al parecer, siguiendo la introducción de Becerra y Gil, tras un largo proceso de gestación de la obra, con una primera versión quemada en la chimenea, Torrente Ballester decidió que la saga fuga no podía contarla él sino que  necesitaba otro narrador y el único posible era José Bastida, “a pesar de todos los inconvenientes”. Acabáramos.



Y  el paupérrimo personaje será el autor narrador de una crónica que se remonta a  la Edad Media, “en forma de saga y vehiculada en el paralelismo de diferentes épocas”. Porque, al parecer, siempre va a haber un J.B protagonista y defensor de la ciudad frente a uno o varios antagonistas que pretenden someterla. Todo invención del cronista. ¿O no? El autor dice sospecharlo así.






La balada irónica y oceánica que precede al primer capítulo nos conduce, a través de las olas y las exhortaciones, al momento en que el marinero Jacinto Barallobre, JB, “una noche, hace ya mucho tiempo”, en medio de la mar "Tenebrosa", se ofrece a recuperar el Corpo Santo de una mujer muerta que viaja en su urna de cristal, en una barca iluminada por luz sobrenatural. La épica composición presenta más anacronismos que una película de romanos con reloj; no puede ser sino apócrifa y suponemos, más adelante, que obra del cronista Bastida. 


Balada del Santo Cuerpo Iluminado, el "Os Luisiadas" de Castroforte del Baralla.

Se nos pinta una sonrisa cuando el narrador alterna el tono grandilocuente con el cutre y coloquial, como en el chusco acuerdo del primer JB con el Señor Obispo: podrá llevarse el "corpo", será para sus hijos y nietos, pero "el puñetero gallego desconfiado" habrá de retejar cada vez que llueva y haya goteras en la iglesia donde instale a la santa.  Que volverá a la mitra, la del obispo, si no se cumple así. Entre olas y guiños a la leyenda del Apostol Santiago, tan verdadera como la de Santa Lilaila, pasamos al primer capítulo, que ya era hora.




José Bastida habla en primera persona: "Evidentemente yo hubiera podido escoger...". Profesor de Gramática, feo, pobre, hambriento soñador de chuletas jugosas y solitario...considera imposible hablar con alguien que no sea con Julia y con esta..."como plato de segunda mesa". Como no puede hablar con casi nadie, lo hace con nosotros.

Al principio, daba clases en un colegio de Castroforte, donde sufría las burlas de los alumnos y sentía vivos  deseos de acogotar al director don Celso. Y lo hubiera hecho de seguir el consejo del anarquista Bastidoff, una de sus imaginarias compañías. Don Celso lo despedirá por impartir clases particulares sin permiso y sin compartir honorarios, a quién se le ocurre. Se las daba a la señorita Vieites que preparaba oposiciones de magisterio y no distinguía las causales de las consecutivas.  El aula era la habitación de la opositora, en la misma pensión del "Espiritista", aquella en que vivía Bastida. Las mil quinientas pesetas que la alumna iba a abonarle le servirían para comer una chuleta sangrante y restaurar sus fuerzas decaídas. 



Julia, la hija del dueño de la pensión, la única persona real con quien puede hablar, ya le advirtió que la Vieites era una lagarta y que le cobrase por adelantado. Pero don Joseíño no se atrevía a molestar a una "chica de dinero". La adinerada aprobó y si te he visto no me acuerdo. Ni dinero ni chuleta. 


Tenía razón Julia: lagarta lagartísima que, entre las causales y las consecutivas, va y le muestra un pecho y luego otro, ante los atónitos ojos del treintañero que jamás había visto pecho femenino alguno. Nunca se había sentido tan humillado...En compensación, Julia le quiere un poquito, aunque tenga un novio seminarista que la visita los fines de semana. En secreto, le entrega algunos suplementos alimenticios; es una chica realista y de buen corazón, además de guapa. 
La solución económica viene de la mano del "Espiritista", el dueño de la pensión. Con otros siete vecinos ha creado el "Círculo Espiritista y Teosófico del Baralla". Piensa que el desgraciado profesor posee cualidades de medium y le contrata como tal. A cambio, le da cama y comida, la mínima para que no muera de hambre. Espera que Bastida le ponga en contacto con el nazi Goebbels, para que le confirme que Hitler no ha muerto. 



Como no tiene trabajo, Bastida se dedica a buscar documentos relacionados con Castroforte, en los archivos de la ciudad. De ahí va a salir su crónica redactada con mucho tesón,  a pesar de no ser castrofortino.
Don Joseíño habla con cuatro amigos imaginarios: el francés M. Joseph Bastide, el inglés Mr John Bastid, el ruso Bastidoff y el portugués José Barbosa Bastideira. Cada uno tiene su personalidad pero todos son ficticios. Y todos esos desdoblamientos van a colaborar en el tejido de la mejor crónica fantástica para una ciudad fantástica.

Seguiremos con la saga/fuga. El escritor no nos lo ha puesto fácil, pero confiamos en ir entrando. ¿O no? 

Un abrazo de:

María Ángeles Merino

miércoles, 5 de marzo de 2014

"¡Veciños, vecinos, roubaron o Corpo Santo! " ¡Venid en mi ayuda, veciños!



Comentario de introducción a la novela "La saga/fuga de J.B.", de Gonzalo Torrente Ballester. Para la lectura colectiva de "La acequia", dirigida por Pedro Ojeda.

Comenzamos una nueva aventura lectora: la novela "La saga/fuga de J.B."(1972), de Gonzalo Torrente Ballester (1910-1999), conocido popularmente por la versión televisiva de su trilogía "Los gozos y las sombras" que vi y leí en su momento. Carlos Larrañaga estaba soberbio y no digamos Charo López, ay el poder de la televisión, y más cuando solo había una cadena. También en los ochenta, compré "Filomeno a mi pesar", ganador del Premio Planeta en 1988. Y creo que lo leí, o tal vez se me cayó, no recuerdo a Filomeno "señorito descolocado", muy a mi pesar.



En la edición crítica de Clásicos Castalia, de Becerra y Gil González, encuentro esta presentación: "Como Emilia Pardo Bazán, como Valle Inclán, o como Camilo José Cela, Gonzalo Torrente Ballester es uno de esos grandes autores gallegos de la literatura contemporánea en lengua española". Y de la novela: "La saga/fuga de J.B. es probablemente a un tiempo, su más importante contribución a las letras españolas...y la más gallega de sus novelas". Y ello a pesar de no haber sido un escritor bilingüe, de no haber escrito apenas en gallego, lengua familiar que manejaba con fluidez. Y aunque, reflexionando sobre su ideal de prosa literaria, reconociese*: "Todo es un problema musical. ¡Quién sabe si eso que me falta no lo encontraría en el gallego!"


Gonzalo Torrente Ballester, un ferrolano errante e incómodo.

Comienzo la novela. A ver si se cumplen tan brillantes expectativas. Leo y pido ayuda:

¡Veciños, venid en mi ayuda, que no sé donde estoy!

¿Dónde estoy? Porque me rodea una niebla muy espesa. El libro me ubica en Castroforte del Baralla, capital fantasma de una provincia fantasma. Pienso en un mapa, pero no, no me servirá el Atlas de la escuela ni el mapa de carreteras; sólo figuraría en un mapa de ciudades literarias, junto a Vetusta u Orbajosa.


De su galleguidad no tengo dudas porque la primera línea no deja lugar a ellas, incluso se molesta en darnos una breve traducción de la palabra "veciños" entre comas. Guasón este don Gonzalo.

"¡Veciños, vecinos, roubaron o corpo santo!"

La edición de Castalia señala como referente a Pontevedra, "ambientada en una posguerra no demasiado inmediata", podrían ser los años cincuenta.



Googleo y me encuentro con una pequeña ciudad provinciana con tal vocación de antigua que, no conformándose con ser medieval, atribuye su fundación a un héroe de los que se ocultaron en el mítico caballo de Troya.  




Con pretensiones helenas, dos ríos, enfrentada a la ciudad vecina y a los funcionarios "godos", su colegiata, su ciudad vieja y nueva; parece que Pontevedra cuadra. Mas, como señaló José María Merino "no deja de ser una réplica exagerada y burlona, parodia con tintes declaradamente costumbristas, no sólo de Pontevedra, que parece ser el modelo originario, sino de cualquier otra ciudad de provincia, sobre todo de la mitad norte de España"
Una palabra latina: "Incipit". No sé por dónde anda mi viejo diccionario de latín. No me seas antigua niña, ve a lo fácil, a la wiki: "Un íncipit (del latín incipit, ‘empieza’) son las primeras palabras de un texto. Siguiendo una tradición hebrea que se retoma en el cristianismo, el íncipit da su título al documento". Ya estoy dentro del "incipit" y avanzo entre la niebla. ¿La de mi entendimiento o la de Castroforte del Baralla? Me ilumina un poco la incipiente luz del alba, menos mal.

¡Veciños, venid en mi ayuda, que me pierdo en la niebla!





Porque oigo una  campana y unas voces  desgarradas que anuncian la desaparición de un “Corpo Santo”. Sale una vieja enlutada y greñuda, doña Benita, es la que más grita; el sacristán le dice que se calle y la mujer va y le muerde. El mordido avisa al Deán y a don Acisclo; pero está claro que el segundo es más importante que el primero por muy hombre de iglesia que sea. Don Acisclo sabrá lo que hay que hacer, que para algo está bien relacionado; el que manda, manda.

¡Veciños, venid en mi ayuda, que me pierdo entre tanta gente!



Niños sin peinar,  mujeres con horquillas en la mano, hombres abrochándose la bragueta. Van llenando la Rúa Sacra y el Deán no sabe qué hacer. Don Acisclo ordena que no entre nadie en la iglesia, que les ponga a rezar si gritan. Y rezan un rosario. El Deán comprueba que el camarín del Corpo Santo está vacío. Don Acisclo no tiene dudas y le dice al Deán que va detrás como un corderito: 

"No tendrá usted la menor duda de quién fue...No hacen falta más que dos dedos de frente para comprenderlo". El Deán comprueba que su frente mide lo menos cuatro y escucha a don Acisclo que está seguro: "Fue don Jacinto Barallobre, y no hay quien pueda acusarlo de robo ante ningún tribunal, ni civil, ni eclesiástico, porque ustedes llevan más de dos mil años aceptando el desafuero de que el Santo Cuerpo no sea propiedad eclesiástica...De manera que aquí ya no hay nada qué hacer".

Y lo mismo acaba de decir el señor Juan Evangelista a Florindo el Maricallo ante la evidencia de que en el río ya no hay lampreas. Ambos no son amigos, aunque pescan juntos y con parecido éxito. Tienen en común que no han catado hembra. El señor Juan por casta indiferencia, porque es un santo. Florindo... porque, según afirma la tía Benita, su compañera de cama y mantel, tiene las partes más pequeñas que las de un niño, ni tocarla, que lo sepa el señor Deán.



Y doña Benita ya no hará empanadas de lamprea, con esa masa finita que tan bien le sale. Y la gente se extraña de ver hablando y manoteando al santo y al pecador, suponen que el río se ha quedado desierto, se preguntan qué comerán ahora los pobres. ¿Pero de qué estamos hablando?



¡Veciños, explicadme qué tienen que ver las lampreas con el Cuerpo Santo!

"Las lampreas se han ido...el nombre de Barallobre está en todas las lenguas...no levanta gritos sino sollozos. No protestas, sino conformidad resignada y llorosa. Barallobre es el Dueño del Cuerpo Santo: un día u otro se lo tenía que llevar..."

La barca de don Jacinto no está, se ha ido. Las lampreas han huido siguiendo al Santo Cuerpo, no a don Jacinto Barallobre, J.B. Todos saben que a una cosa seguiría la otra. El pueblo está perdido:

"...¿qué va a ser de nosotros, Dios del Cielo?"



A continuación, sigue la "Balada incompleta y probablemente apócrifa del Santo Cuerpo Iluminado". Y después, sólo después, comenzará el primer capítulo, monólogo de José Bastida, un maestro de Gramática, pobre, hambriento y represaliado. ¡Cielos!

¡Veciños, explicadme por qué escribió Torrente Ballester esta saga y esta fuga! O mejor ¿para quién?

Para un lector especial, no me cabe la menor duda. Sigo, de nuevo, a José María Merino que escribe: 

"La saga/fuga de J.B.... nos invita a considerar la importancia que entonces tenía un lector bien caracterizado, dispuesto a colaborar con el autor en el desarrollo de una obra acaso ardua, capaz de acompañarlo hasta el fin aunque bastantes parajes fuesen ásperos y difíciles, confiado en que la lectura merecería la pena en su conjunto, y sería capaz de gratificarlo con muchos deslumbramientos"
  
No sé si me siento capaz de seguir parajes ásperos y difíciles, tal vez en buena compañía lo sea.



¡ Que Pedro Ojeda y los compañeros blogueros vengan en mi ayuda!

¡Santa Lilaila, en vos confío!

Un abrazo de:

María Ángeles Merino