jueves, 28 de febrero de 2013

"Cuando no me he muerto este invierno es que ya no me muero nunca"


   Antiguo Hospital General de Atocha

Comentario a algunos contenidos de la novela "Mala hierba", de Pío Baroja, para la lectura colectiva de "La acequia", dirigida por Pedro Ojeda.

“La mole del Hospital General, de un color ictérico”. ¡Qué color más adecuado para un hospital! El otro día te abandoné allí, con Jesús, en el momento en que la luz del amanecer va destapando formas y colores, “bajo el cielo húmedo y gris”.
Te saludo de nuevo, Manuel, personaje de ficción barojiano, hilo conductor para tejer la lucha por la vida de los ambientes más lúgubres y miserables del Madrid de mil novecientos y poco. Estamos en los finales de la segunda parte se acentúa la miseria física para pasar pronto a la miseria moral, la de los timadores y proxenetas de la tercera parte, a donde te conduce tu primo Vidal. Los mendigos del Asilo eran mucho más dignos que esos sinvergüenzas.

Cargador de algún bulto en Atocha, recogedor del rancho sobrante de un cuartel e invitado a una cena de peseta y media entre tres, con mucho aguardiente. 
Porque vuestro compañero ocasional, don Alonso el "Hombre Boa", antiguo director de circo en Niu Yoc, pesimista optimista, el de "ya vendrá la buena", ha tenido alguna suerte en sus actividades de colocar cuadernillos pícaros. Aprende de este hombre que  no aparca la voluntad, aunque tenga que correr detrás de un simón o declarar en la Casa de Socorro que padece una enfermedad llamada hambre.
Vuestra vida es "un Uaterlú continuo", pero hoy no os acostaréis con el estómago vacío. No hay para casa de huéspedes, dormiréis los tres arremolinados en una casa en ruinas, entre harapos, papeles y personas que buscan calor.



 De allí huiréis despavoridos la noche en que una hoguera prendió el cañizo. En la oscuridad os sorprenden las luces de la Fábrica de Gas, tan amenazadoras como las llamas del incendio.


Jesús se indigna, no debería haber fábricas, la tierra debería dar de comer a todos, la civilización no ofrece nada al pobre, aumenta las diferencias, cándil y luz eléctrica, ir a pie e ir en automóvil."Antes el rico tenía que vivir entre los pobres; hoy vive aparte, se ha hecho una muralla de algodón y no oye nada." Don Pío pone en boca de tu compañero una opinión propia, vertida en un periódico*. Aunque, tal vez, en el caso de tu compañero, sea terror al trabajo mismo. 

Seguís deambulando, una noche dormís en los bancos de una iglesia con resonancias literarias, la de San Sebastián. El sacristán os entrega a una pareja de Orden Público. Os llevan  detenidos, a don Alonso y a ti, a la Delegación. Jesús se escabulle.


Te bajan a los infiernos de las Cuevas del Gobierno Civil y te alojan  en una jaula por el delito de no tener domicilio conocido. Uno de tus compañeros de mala suerte, enfermo y desnudo, se ha ensuciado...Sales libre porque le pides al sargento que le diga a alguno de los periodistas recogedores de noticias que un cajista de "El Mundo" está preso. Y da resultado. De despedida, te arrean un puntapié y a la calle.
Llovizna y te guareces en los arcos de la Plaza Mayor. Te sientas en los escalones de un portal, ibas a dormirte cuando "un hombre con trazas de mendigo" comparte tu asiento. Te cuenta que es un repatriado de la guerra de Cuba, no tiene trabajo ni sirve ya para trabajar, "acostumbrado a vivir a saltos de mata". Nada que ver con los repatriados de una zarzuela que yo recuerdo:
 Va teniendo suerte, asegura: "cuando no me he muerto este invierno es que ya no me muero nunca". Cada uno con sus cuitas y ya sois amigos. Dormís acurrucados en la Plaza de la Cebada y os desayunáis con unas nueces que apaña el ex combatiente.

Te lleva hasta un convento trapense cerca de Getafe, donde dan de comer. Pero hay que esperar, el repatriado se las sabe todas y te pregunta si sabes hacer versos. Te cuenta que el otro día alguien compuso algunos  para el rector Domingo  y este le mandó entrar. Lo intentas pero no te sale nada que termine en ingo, cómo se guasea don Pío de las rimas facilonas. Al fin, llega un lego con la comida sobrante y coméis en la tapa del caldero, evitando meter la cuchara después de un tipo repulsivo con el labio hinchado y ulcerado.


Es una tarde de mayo espléndida, el sol calienta pero no atempera los comentarios violentos, coléricos e indignados del repatriado. Y Baroja nos sumerge en la guerra de Cuba, dando fecha adecuada al episodio y enjuiciando muy críticamente aquellos acontecimientos históricos. Su pintura del desastre del 98 no da lugar a dudas.



La vida en la isla, "una vida horrible, siempre marchando y marchando, descalzos, con las piernas hundidas en las tierras pantanosas y el aire lleno de mosquitos que levantaban ronchas". Un teatrucho convertido en hospital, el no descansar nunco, los oficiales disputándose las propuestas para las cruces mientras los soldados se burlan del valor militar.



La "guerra de exterminio de Weyler" , ingenios ardiendo, ni una mata en aquellas lomas que fueron verdes, la gente famélica proclamando su hambre, fusilamientos, el machetearse unos a otros, odios y rivalidades entre generales y oficiales, soldados indiferentes que no contestan al fuego enemigo, para qué, "mi capitán yo me quedo aquí y se les quitaba el fusil y se seguía adelante".



La vuelta a España, aún más triste: "todo el barco lleno de hombres vestidos de rayadillo, un barco cargado de esqueletos, y todos los días, cinco, seis, siete que expiraban y se les tiraba al agua"

Y el desencanto al llegar a Barcelona, ellos que esperaban "algún recibimiento por haber servido a la patria y encontrar cariño". Nada, ni caso, desembarcados como fardos de algodón, pensaban que les iban a marear a preguntas, nada, a quién le importa lo que pasó en la manigua. Defender a la patria, "que la defienda el Nuncio", "para morirse después de hambre y de frío". Y recibir reproches:  "si hubieráis tenido riñones no se hubiera perdido la isla".

"Iba ya inclinándose el sol".  Volvéis a Madrid, desde Getafe.

Aquí te dejo por hoy, a las puertas del capítulo IX, de la segunda parte. Dos sortijas y un reloj os complicarán las cosas a vosotros dos, que nada tenéis.

Un abrazo de:

María Ángeles Merino

http://es.wikisource.org/wiki/La_lucha_por_la_vida_II_Mala_hierba_(Versi%C3%B3n_para_imprimir)

http://www.latinamericanstudies.org/spanish-executions.htm
*"El Pueblo Vasco", 18 de septiembre de 1903. Recogido en "Hojas sueltas".

jueves, 21 de febrero de 2013

"Esta vida tan igual y tan monótona"


 
Máquina plana tipográfica de imprimir Heidelberg año 1900, procedente de editorial Aldecoa
 Imagen tomada en  la Biblioteca Pública  "Gonzalo de Berceo", Burgos.

 
Comentario a parte del contenido de "Mala hierba", de Pío Baroja, para la lectura colectiva de "La acequia", dirigida por Pedro Ojeda.

¡Hola Manuel!

Esto suele repetirse cuando llevo un tiempo dándole a la tecla, tratando de explicar mis impresiones personales acerca de un personaje de ficción. Cojo confianza y acabo hablándole de tú a tú, como si la criatura ficticia fuera real. Como persona te voy a hablar, aunque sólo seas personaje. Don Pío me perdonaría, creo.

Ayer subí a la biblioteca "Gonzalo de Berceo". Como me ha salido espontáneamente ese verbo, aclaro que en Burgos subimos o bajamos cuando vamos o volvemos del barrio, antiguo pueblo, de Gamonal. Quería prorrogar el préstamo de tu segundo libro, "Mala hierba".


Fue un trámite muy rápido y, a la salida, me encontré con una máquina plana tipográfica de imprimir del año 1900. Y, dada la fecha, pensé que en alguna así trabajabas tú, junto al dulce  Jacob con su seseante lengua sefardita, aguantador de las burlas del amargo Jesús. Y te veía colocando una hoja de papel sobre la platina:

"Cogía éste una hoja de papel de un montón y la colocaba sobre la platina; venían al momento las lengüetas de la prensa a agarrar la hoja con la seguridad de los dedos de una mano; al movimiento del volante, la máquina tragaba el papel, y al poco rato salía impreso por un lado, y unas varillas, como las de un abanico, lo depositaban automáticamente en una platina baja."


Trabajabas por la mañana en las cajas, por la tarde y la noche asfixiante en la máquina. Seis reales diarios y a dormir én el suelo del taller.


Te superaste en el arte de componer, más difícil. Te habían comentado que así tendrías segura la "pitanza":

"Manuel trabajaba siempre que podía, esforzándose en adquirir ligereza; algunas noches hacía líneas, y era para él un motivo de orgullo el verlas después impresas."



Utensilios de cajista


En aquel sótano nacían nueve periódicos de diferente ideología, los "sapos", con una sola prensa movida por un motor a gas. Una columna distinta para cada uno y todo lo demás igual. Unidad y variedad, el milagro del impresor Sánchez Gómez, el "Proteo" de la tipografía. Ironía mitológica la del escritor.
 
Ya ganabas ocho reales y no vivías en el sótano, habías ascendido a inquilino de un cuartucho propio; pero todo se vino abajo aquel día en que  Jesús te preguntó si no estabas cansado de trabajar, si no te daba asco "esta vida tan igual y tan monótona". Tu respuesta, un "¡psch".
 
Tu compañero no ve a la familia como una responsabilidad, su hermana "la Fea" se arregla para vivir, ahora que vive con la Salvadora y su milagrosa máquina de coser. Pero Jesús no soporta el orden doméstico femenino, tú tampoco, no deseáis que os salven del desorden, la suciedad y el despilfarro:
 
 
Máquina de coser Singer
 
-La chica esta no nos va a dejar vivir -decía Jesús."

¿Te acuerdas de  cuando  Salvadora, chica esmirriada, vivía debajo de una escalera con su hermanillo? Baroja, acusado tantas veces de misoginia, muestra algunos personajes femeninos con la voluntad que os falta a hombres como tú.
 
 Jesús te propone el peregrino plan de ir por los caminos, trabajar un poco en cada pueblo y cobrar un socorro de dos reales que da el Ministerio de Gobernación. No confiaría yo en ese subsidio, Manuel.
 
Aquel día, con el jornal caliente en el bolsillo, os vais de tabernas, a comer y beber, nada de ahorros. Son demasiadas copas, abandonas a tu compañero que no puede ni moverse.
 
De regreso a casa, te tambaleas. Nieva y te marean los copos de nieve; conoces a Petra, una chica "fea de veras", con la  "cara abotagada y erisipelatosa", se le ha ido la mano con los polvos faciales y semeja a un "pez enharinado que espera la sartén".  Habla por los codos, vende "Heraldos" y ejerce la prostitución, aunque esto último es lo único que no te cuenta.
 

 
 
Tras un chocolate con "una ensaimada agria"y un baile en Tetuán, ha de tener  lugar tu "iniciación del amor". Tiemblas de emoción "al pensar que llegaba el momento trágico", os detenéis "en un portal abierto, iluminado por la claridad, entre confidencial y misteriosa, que daba un farol grande con una luz muy triste".  La luz del farol se contagia de tus sentimientos. Desaparecéis.
 
 
 
Al día siguiente no te levantas, no vas a la imprenta. Jesús tampoco, en la taberna sólo saben que se fue "hecho un pepe". Te vuelves a meter en la cama, piensas que mañana no faltarás al trabajo, quieres convencerte a ti mismo.  Sientes "una inercia imposible de vencer".
 
Vuelves a levantarte tarde, la Salvadora no está dispuesta a darle a la máquina para que Jesús y tú vayáis de juerga, te ordena que no vuelvas.  Sales de casa, a una plaza de Oriente nevada e irreal, a tono con tu estado de ánimo.
 
Vuelves, a pesar de la expulsión, y te acuestas, te despiertas muy temprano y te acercas a la imprenta. No entras porque el amo va a armarte un escándalo, "los arboles  parecían aplastados por la nieve", como tú. "Reinaba un profundo silencio", la nevada te deja solo contigo mismo.
 
 
El amo ha despedido a Jesús, lo encuentras en la taberna, no quieres; pero acabas tomando unas cuantas copas. Termináis borrachos, queréis volver a vuestros cuartuchos; pero os sale al encuentro la administradora de la casa que  reclama el alquiler. Os pone en la calle de un empujón, vaya con el sexo débil. Unas copas de aguardiente y perdéis la conciencia de vuestros actos. "Todo está frío...todo".
 
Os despertáis ateridos de frío y muertos de hambre y os de acompañar, página tras página, por cobertizos, casas abandonadas y asilos. Dormís en el suelo, entre basuras, excrementos y cucarachas muertas. El agua entra por el tejado, las paredes destilan humedad y mugre, son focos de infección. O en la tarima de los asilos, junto a golfos, mendigos, cojos y tullidos que muestran sus deformidades, obreros sin trabajo y algún caído con la dignidad de una corbata sucia. Baroja nos deja unos apuntes impecables de la Beneficencia de aquel principio de siglo. Ya no dan sopa, ni de agua, ni de ajo.
 
Tienda Asilo
 
 

Dormitorio del asilo de la Montaña Príncipe Pío
 
Empeñas la capa y te abrigas el pecho con unos periódicos. Diez reales dan para algunas raciones económicas en la Tienda Asilo de Príncipe Pío.
 
Tienda Asilo
 
¿Y el trabajo? Al principio preguntabais en imprentas, ahora ya no lo buscáis. Un mes vagabundeando. Cuartel, convento o asilo, vais viviendo o sobreviviendo. Un mendigo joven os ha hablado de unas semanas en que vivió "al pelo" en un pueblo cercano, Vaciamadrid, casi deshabitado. Os ha pintado un paraíso terrrenal en la estación de Arganda: perforaba un barril de vino, llenaba la bota y lo tapaba con pez. Como el Lazarillo con el jarro de vino, el agujero y la tortita de cera. Jesús dirá "tenemos que ir a ese pueblo", y tú contestarás que "bueno". No iréis.
 
Ruinas de Vaciamadrid
 
 
Un mendigo viejo con antiparras desdeña la opinión del joven y os indica los buenos rincones de las afueras, él va en primavera a un campo santo cerca de un depósito de agua...¿Quieres vivir en un campo santo, Manuel?
 
Os quedáis dormidos y despertáis con el ruido de una pelea, interviene la autoridad...Antes de amanecer, todos salís y os desparramáis por los andurriales. Un paisaje de contornos difusos cierra un capítulo, un hermoso cuadro impresionista:
 
"De las chimeneas del taller de la estación salían columnas apretadas de humo blanco; las pupilas rojas y verdes de los faros de señales lanzaban un guiñó confidencial desde sus altos soportes; las calderas en tensión de las locomotoras bramaban con espantosos alaridos.

"Estación de Saint Lazare", Monet.
Temblaban las luces mortecinas de los distanciados faroles de ambos lados de la carretera. Se entreveían en el campo, en el aire turbio y amarillento como un cristal esmerilado, sobre la tierra sin color, casacas bajas, estacadas negras, altos palos torcidos de telégrafos, lejanos y oscuros terraplenes por donde corría la línea del tren. Algunas tabernuchas, iluminadas por un quinqué de luz lánguida, estaban abiertas... Luego ya, a la claridad opaca del amanecer, fue apareciendo a la derecha el ancho tejado plomizo de la estación del Mediodía, húmedo de rocío; enfrente, la mole del Hospital General, de un color ictérico; a la izquierda, el campo yermo, las eras inciertas, pardas, que se alargaban hasta fundirse en las colinas onduladas del horizonte bajo el cielo húmedo y gris, en la enorme desolación de los alrededores madrileños..."

"Alrededores de Madrid", Aureliano de Beruete.

Es largo, pero me resistía a no colocarlo aquí. Sus colores desvaídos son los tuyos.
 
Un incendio, la cárcel, te seguiré, Manuel. Estoy agotada de andar por " la enorme desolación"
 
Un abrazo para los que me seguís:
 
María Ángeles Merino
 
 

jueves, 14 de febrero de 2013

Manuel se despide de la blanca niña y entra en un sótano negro. Sólo el papel es blanco.

Mala hierba

Comentario en torno a "Mala hierba" de Pío Baroja, para la lectura colectiva de "La acequia", dirigida por Pedro Ojeda.

Concluimos la lectura de la primera parte de "Mala hierba". Manuel ha sido modelo de escultor, ayudante de fotógrafo, auxiliar del inefable agente de colocaciones Mingote, actor en la farsa del falso hijo de la baronesa Aynant , vestido de marinerito,  y acompañante de la misma desaprensiva aristócrata en su huida a Cogolludo, un poblachón poco parecido a una aldea flamenca.

Cogolludo

Pero trabajar, trabajar, lo que se dice trabajar, como un digno obrero, todavía no lo ha probado.

Comienza  la segunda parte, Manuel está de vuelta de la estación del Norte. Acaba de despedirse de la baronesa y de u hija, la idolatrada Kate. Y, para sorpresa suya, se lleva la mano a los ojos y descubre que está llorando; va a echar de menos las trapisondas de la baronesa y, sobre todo, a la candorosa niña Kate, el amor de Roberto. ¿Enamorado él también? No, sino fascinado.

"Era la muchacha de un candor y de una inocencia inmaculados... sentía verdadera sumisión ante aquella naturaleza aristocrática y elegante; tenía un sentimiento de inferioridad que en nada le molestaba"
´
De cara a la Plaza de Oriente y a los atardeceres rojizos, ella le deslumbra hablándole de Londres y de París, él la asusta con historias en cuevas, descampados y tabernas, la vida pobre madrileña. Uy, esa gente debe ser muy mala, piensa la Nena, que procura no rozarse con el pueblo.


Ella siembra orden y belleza, incluso en la destartalada casa de Cogolludo:

"Había arreglado su cuarto con un orden perfecto. Sabía embellecerlo todo. Con la cama, cubierta con la colcha blanca y oculta por las cortinas; los tiestos, en la ventana, en los que empezaban a brotar las plantas; su armario, y los cromos en las paredes azules, su alcoba tenía un aspecto de gracia encantador"



Manuel  obedece ciegamente y a gusto a este "dechado de perfecciones"; pero no se le ocurre enamorarse de ella, es "demasiado buena, demasiado hermosa". No sabe que hay muchas formas de enamorarse...

A pesar de su anglosajón y aristocrático origen, Kate es una flor en medio del estercolero, algo semejante a lo que, un día, quiso Manuel ver en la Justa, la hija del trapero, la que se levantaba las blancas enaguas para no mancharse al pasar por el vertedero. La de las miradas candentes, lo más opuesto a la blanca niña Catalina.

 
Volvamos al comienzo de la segunda parte. Manuel sale de la estación del Norte, acompañado de Roberto que le pregunta por qué no se decide de una vez a trabajar. El muchacho no sabe dónde buscar, insta a su amigo periodista para que le busque algo, en una imprenta estaría bien.


Estación del Norte de Madrid
Ya está, Manuel va  a trabajar de aprendiz, sin cobrar. Hasting le lleva a casa del director de un periódico, un tal Sandoval, hombre grasiento que los recibe desnudo y aostado, a las diez de la mañana, en un cuarto mugriento y desordenado:

"Sobre la cómoda y el estante se amontonaban libros desencuadernados y papeles; en las sillas, enaguas y vestidos de mujer; el suelo estaba lleno de puntas de cigarro, de trozos de periódicos y de pedazos de algodón utilizados para alguna cura; debajo de la mesa aparecía una jofaina de hierro convertida en brasero, llena de ceniza y de carbones apagados."

Roberto consigue que Sandoval escriba una carta para el impresor Sánchez Gómez, recomendando al chico. Y el recomendador  se levanta en calzoncillos, busca el jabón entre los papeles y se lava en una palangana llena de agua sucia en la que nadan " remolinos de pelos de mujer". 

Y "un peine grasiento, algún cepillo de dientes gastado y rojo por la sangre de las encías; un cuello postizo con ribetes de mugre..." Manuel lo observa todo con curiosidad, tanta guarrería rompe sus esquemas.

Con la carta en la mano, se dirigen a la imprenta de Sánchez Gómez, el "animal" que ha de enseñar el oficio a Manuel. Cuando se lo piden, proclama que "como no le enseñe yo la...". Y suelta una tanda de barbaridades y blasfemias.

El taller no es menos sucio que su dueño: "entraron en un sótano negro, iluminado por la puerta de un patio húmedo y sucio. Un tabique recién blanqueado, en donde se señalaban las huellas impresas de dedos y de manos enteras, dividía este sótano en dos compartimientos. Se amontonaban en el primero una porción de cosas polvorientas; en el otro, el interior, parecía barnizado de negro; una ventana lo iluminaba; cerca de ella arrancaba una escalera estrecha y resbaladiza, que desaparecía en el techo." Sólo el papel sobre la máquina "parecía blanco como la nieve".


Operarios en una imprenta

Manuel abandona la golfería, aprende a trabajar en las cajas por las mañanas y en la máquina por la tarde y la noche. Va progresando: duerme en el taller, consigue un salario, aprende a componer. Ascendido a cajista, puede pagarse un cuartucho en la Ronda de Toledo. Y así Baroja encuentra un hilo conductor, para mostrarnos los distintos escalones de la pobreza, a través de los vecinos del nuevo obrero.

El escritor aprovecha las notas que ha tomado en su cuaderno de campo, yo así me lo imagino. Manuel es más un personaje guía que un protagonista.


 El carpintero y su mujer que maltratan a una niña porque es suya y hacen con ella lo que quieran. Dos gitanos viejos y ladrones, una ciega que canta flamenco y se mueve "con convulsiones de epiléptica", "dos hermanas muy golfas, muy zarrapastrosas, pintadas, chillonas, embusteras, liosas, pero alegres como cabras". Don Pío va apuntando la miseria física y también la moral. Suciedades del cuerpo y del alma.


Los de la Conferencia de San Vicente de Paúl y su ineficaz caridad, la mujer hidrópica, la Salvadora y su hermanillo viviendo debajo de una escalera, la Sinforosa amancebada con su hermano el cajista Jesús, amigo de Manuel...Y otra hermana, la Fea, maltratada por su familia, violada, dará a luz como un animal. En la paleta del novelista hay mucho más negro que blanco. Bueno, está el papel triunfante en su blancura.

Seguiremos, mucho nos tememos que Manuel abandone el trabajo y vuelva a las andadas.

Un abrazo para todos los que pasáis por aquí de:

María Ángeles Merino

viernes, 8 de febrero de 2013

Bruselas mon amour

RECIBIMOS ESTA CRÓNICA VIAJERA DE NUESTRO AMIGO JULIO, "LA MOSCA COJONERA". YA LAS ECHÁBAMOS DE MENOS.


Hola amiguitos.

Pues sí, otra vez me he ido de viaje, y también he vuelto a repetir ciudad: Bruselas. Parece que además se va a convertir en un destino recurrente a partir de ahora. Realmente, hay poca cosa nueva que pueda contaros después de dos viajes. Ya veremos cuando lleve 5 o 6. Pero siempre hay cosillas, incluso alguna que se me quedó en el tintero la vez anterior.

Llegué el pasado día 29 por la tarde-noche, a un hotel en el que había reservado una habitación triple, por un precio bastante majo. Así era el hotel de cutre. Las paredes del ascensor estaban con sintasol o algo parecido. Pero es el que más cerca encontré del lugar de trabajo, así que una cosa por la otra, porque el gustazo de poder ir andando al trabajo es algo que no se puede dar uno todos los días.

El tiempo bien, gracias. Nublado, húmedo, pero no hacía frío. De la ciudad hay poca cosa que os pueda contar que no os haya contado ya. Pero sí puedo hablaros de la exposición que había en el edificio de la bolsa: los guerreros de terracota de Xian. La exposición estuvo hace un par de años en Madrid, pero no encontré el momento para ir. Así que en cuanto vi el panfleto, y que además, sólo los miércoles estaban abiertos por la noche, que era cuando podía ir, pues ni me lo pensé. Ahí tengo que ir.

La exposición era pequeña. Un par de salitas, con algunos guerreros y un par de caballos. Unos al aire... y otros en urnas. Lo cual da que pensar que los de la urna son verdaderos, y los otros más falsos que un euro de madera.

La historia de los guerreros de terracota, como tantas otras de grandes descubrimentos aqueológicos, empieza con unos campesinos arando las tierras, y encontrando trozos de arcilla extraños. El aparentemente pequeño hallazgo, se torna en el descubrimiento de todo un ejército con todos sus grados: soldados rasos, arqueros, caballería, generales... A tamaño natural (bueno, yo diría que un poco más grandes de lo natural, porque no creo que los chinos de hace 2000 o más años midieran 1.70 de media) Y además, los chorromil guerreros con caras distintas, y con detalles como los peinados, las cotas de malla... y hasta los caballos de los jinetes. Todo este ejército para guardar la tumba del primer emperador que unificó el territorio de lo que vino en llamarse el "Reino Interior", que es lo que significa "China".

Aquí un arquero.

Y aquí un General

La dinastía del primer emperador, la Dinastía Qing, o Ching, o algo así, parece ser que duró poco. Mientras vivía, les tenía a todos acojonados a raya. En cuanto murió, no parece que a los hijos les tuvieran tanto respeto, porque entonces parece ser que empezó al dinastía Han. Y cuando se murió el emperador también se enterró en las cercanías con otro ejército, pero por lo visto más chiquitito. Estos son unos jinetes, que conservan aún los colores originales, y como podeis ver, fueron más modestos en cuanto al tamaño:

 
Y aquí una piedra curiosa:

 
La explicación decía:
Piedra sonora Qing

Esta piedra aparentemente ordinaria era usada para ayudar a mantener la armonía entre el imperio Chino y el universo. La piedra se colgaba en un marco de madera junto a otras piedras sonoras de distinto tono , y formaban un instrumento musical. Cuando se las golpeaba con un martillo, el instrumento producía un sonido que debía ayudar al emperador a estar a tono con las vibraciones del universo.

Los músicos de la época debían ser muy cuidadosos. Al establecer la conexión entre el emperador y el universo, podían ser castigados con pena de muerte si tocaban fuera de tono

Lo cual, le da un nuevo sentido a la palabra "desafinar".

Si os acordais del último viaje, me pasé por el museo de la ciudad a ver los trajes del Mannekenpis. Pues esta vez ví como le disfrazaban en la fuente. Esta vez tocaba de estudiante europeo, en homenaje a una asociación, COMENIUS, que Ele Bergón seguro que le suena.

 
Pues lo divertido del asunto es que se suben un par de personas a disfrazar la niño, y cuando terminan, cantan una canción, que he intenado buscar por youtube, pero no he encontrado. Y según cantan, hay un par de momentos en que le suben la presión al agua, y el Mannekenpis mea literalmente al público espectador, entre las risas del respetable.

Esto se me quedó en el tintero la otra vez: las terrazas de los bares. En España, vamos a un bar, y las mesas están donde caen, y las sillas donde entran. ¿Sí? ¿Todos tenemos la imagen en la cabeza ya? Bueno, pues una terraza bruselitana es así:

 
Si vamos dos a una terraza, lo mínimo que hacemos es ponernos uno en frente de otro. Aquí no. Aquí, todos en fila. A mí me recuerda a las butacas del cine, sólo que la película de ver pasar a la gente y los coches tiene pinta de aburrida. Y no es exclusivo de este bar, o de Bruselas. También lo he visto así en París.

La primera vez que fui a Bruselas, con la compañía de la Arañita, Ele Bergón me dijo que buscara una estatua del Quijote y Sancho Panza. En aquella ocasión no la ví, y pensé que se había equivocado. Pues tengo que rectificar. La estatua existe, y es similar a la que hay en la Plaza de España de Madrid. En Bruselas, también está en la Plaza de España.

 
Y ya lo último. Esta vez, la curiosidad me la encontré en el aeropuerto, antes de embarcar. Ya sabemos todos que hay muchos yupis y hombres de negocios en los aeropuertos, que no pueden dejar de trabajar ni cinco minutos. Pues para tí, yupi, banquero, hombre de negocios, o workahólico en general, el aeropuerto pone a disposición tuya unos enchufes para que recargues el portátil o el móvil y no tengas excusa para dejar de currar.

 
Eso sí, el aeropuerto no es una ONG, sino un negocio, así que si quieres que haya electricidad en el enchufe, tendrás que dar pedales. ¡Y no te quejes, que además te ayudamos a ponerte en forma!
Sí, es realmente divertida la imagen de encorbatados dándole a los pedales, sí.Y con ésto, termino la crónica de este viaje


jueves, 7 de febrero de 2013

"...la mala hierba crece en nuestra sociedad por todas partes; arriba, abajo y en medio; aniquila e imposibilita la vida de los que quieren trabajar".

 
 
 
 
Comentario en torno a "Mala hierba" de Pío Baroja, para la lectura colectiva de "La acequia", dirigida por Pedro Ojeda.

"Mala hierba" es el título de la segunda novela de la trilogía "La lucha por la vida" de Pío Baroja. ¿Por qué "Mala hierba"?

Después de leer "La Busca", intuimos que el escritor va a sumergir al protagonista, Manuel Alcázar, en unos ambientes que le van a poner muy difícil aquel propósito final:

"Para los unos, el placer, el vicio, y la noche; para los otros, el trabajo, la fatiga, el sol. Y pensaba también que él debía de ser de éstos, de los que trabajan al sol, no de los que buscan el placer en la sombra."

 Porque las malas hierbas poseen indudable atractivo y el abúlico muchacho no va a poseer las fuerzas necesarias  para huir de esos campos en que germinan fácilmente  sus semillas .

Jardín invadido por bellas malas hierbas,
Y hay que arrancar las que ya han anidado dentro, o matarlas con un buen herbicida. También se puede proteger la tierra para que no aniden, los jardineros saben mucho de eso, podríamos preguntarles.

Los jardineros colocan mallas para evitar malas hierbas. ¿Os dais cuenta de que este jardín es el mismo de la foto anterior?

Baroja lo tenía muy claro. Cuando ya estaba gestando la segunda novela de la trilogía, se queja en el artículo "Mala hierba" de "El globo"(12-12-1902) de que "la mala hierba crece en nuestra sociedad por todas partes; arriba, abajo y en medio; aniquila e imposibilita la vida de los que quieren trabajar".

El escritor distingue tres clases de delincuentes: abajo, la golfería miserable de los barrios pobres; un poco más arriba, los hampones del centro de Madrid y, por último, los círculos aristocráticos de golfería. El segundo grupo, la clase media de la delincuencia va a debutar en la novela "Mala hierba", la que  brota en torno a los garitos, farsantes buscavidas como Mingote o la desaprensiva baronesa, vieja conocida nuestra.

Comienza la novela. Roberto Hasting, el rastreador incansable de una peregrina herencia, escribe y escribe frente a las espachurradas esculturas de Alex, su abatido compañero de "guardilla". Mientras tanto, Manuel resueltamente decidido a trabajar al sol, le busca de casa en casa porque Roberto es el único conocido que le puede "favorecer ".

Los que ya le conocemos, leemos con escepticismo: "Hallábase Manuel con decisión para intentar seriamente un cambio de vida; se sentía capaz de tomar una determinación enérgica y dispuesto a seguirla hasta el fin."

Astenia

¿La familia? Su hermana le ha despachado con ropa vieja del marido bombero y "algunos buenos y vagos consejos acerca del trabajo, el cual, como nadie ignora, es el padre de todas las virtudes, como el caballo es el más noble de todos los animales, y la ociosidad, la madre de todos los vicios". Pío Baroja atrapa por los pelos  la ocasión de burlarse de los tópicos vacíos.

Al fin, da con Roberto que  le pregunta cortante: "¡Hola! ¿Eres tú?... ¿Qué hay?". Le cuenta que se "ha quedado parado", algo que Hasting no entiende a la primera. Manuel sigue con sus cuitas pero calla porque el otro sigue escribiendo a toda velocidad. Mira con asombro "a los dos gigantones derrengados ", dos chocantes esculturas que reinan en aquel cuartucho humilde. Roberto le explica: "El autor los llama «Los explotados».. Quiere dar a entender que son los hombres a quienes agota el trabajo. Poco oportuno el asunto para España."

Relacionemos este comentario de un personaje de origen extranjero como Hasting con las palabras que anotamos antes:

"la mala hierba crece en nuestra sociedad por todas partes; arriba, abajo y en medio; aniquila e imposibilita la vida de los que quieren trabajar".



Sigamos el diálogo entre Manuel y Roberto, en la misma línea. Está sin trabajo desde hace unos días y...

-¿Y qué piensas hacer?
-Pues estar a lo que salga.
-¿Y si no sale nada?
-Creo que algo saldrá.
Roberto sonrió burlonamente.
-¡Qué español es eso! Estar a lo que salga. Siempre esperando... Pero, en fin, tú no tienes la culpa.

Roberto Hasting, de origen inglés y apellido de batalla, se revuelve contra ese "algo saldrá", una pasividad que él considera muy española. Es un personaje singular, un bicho raro, alguien que trabaja incansablemente, día a día, para lograr sus objetivos, aunque parezcan inalcanzables. Es un abanderado de la voluntad. 

"Se necesita más voluntad para vencer los detalles que aparecen a cada instante que no para hacer un gran sacrificio o para tener un momento de abnegación. Los momentos sublimes, los actos heroicos, son más bien actos de exaltación de la inteligencia que de voluntad... pero ¿sería capaz de llevar a cabo una obra diaria, de pequeñas molestias y de fastidios cotidianos? Sí, me dije a mí mismo...Desde entonces (trabajé) con una constancia rabiosa.” (La busca)

Batalla de Hastings, tapiz de Bayeux.
Roberto trabaja todo el día y vive modestamente porque envía dinero para que su madre y hermanas vayan viviendo. Su jornada es maratoniana: traduce diez páginas antes de salir de casa, da clases, corrige, da más clases, escribe cartas y trabaja en un periódico.

Frente a este héroe de las molestias cotidianas, Baroja coloca a los artistas bohemios que se reúnen con Alex, el escultor.

 "Dos o tres eran escultores, otros pintores y literatos. Ninguno de ellos conocido. Pasaban el tiempo correteando de teatro en teatro y de café en café, reuniéndose en cualquier parte para tener el gusto de hablar mal de los amigos"

Roberto da su veredicto:

"Viven como hombres que poseyeran de los genios sus enfermedades y sus vicios, pero no su talento ni su corazón...Son incapaces de realizar una cosa. Quizá haya algo de genial... pero eso no basta: hay que ejecutar lo que se ha pensado, lo que se ha sentido, y para eso se necesita el trabajo diario, constante... Esos quieren hacer de golpe y porrazo una obra hermosa y no hacen más que hablar y hablar."

Manuel admira profundamente a Hasting, le pregunta qué puede hacer; pero él no se siente con fuerzas para "buscar, preguntar, correr, trotar", ni " para "trabajar hasta echar el alma por la boca". Veamos lo que sigue:

"¡Pero si no tengo en dónde!

Siempre hay donde trabajar si se quiere. Pero hay que querer. Saber desear con fuerza es lo primero que se debe aprender. Tú me dirás que no deseas más que vegetar de cualquier modo; pues ni eso conseguirás si te reúnes con los que vienen aquí al estudio; además de vago, concluirás en sinvergüenza."

Roberto le recomienda que deje de ser un vago y se convierta en obrero, que transforme su vida estática en dinámica. Manuel lo contempla desanimado. "Hablaban los dos en distinto idioma". Pero lo que sí entiende el muchacho es que, además de los sermones, le ha proporcionado un techo y una peseta para almorzar, dormirá en el sofá del cuarto y comerá algunas raciones de pan y queso.



Una peseta de 1900

Este nuevo Lazarillo  trabajará como modelo del escultor Alex, como ayudante de fotógrafo, y con el agente de colocaciones Mingote que le propone participar en la  farsa de hacerse pasar por el hijo de la baronesa Aynant.  Vivirá un tiempo protegido por esta vieja conocida, terminará la primera parte y Manuel no habrá encontrado un trabajo digno de obrero. Veremos en la segunda parte.

Un abrazo para los que pasáis por aquí de:

María Ángeles Merino

Los enlaces correspondientes a las palabras textuales de la obra están tomados de:
http://es.wikisource.org/wiki/La_lucha_por_la_vida_II_Mala_hierba_(Versi%C3%B3n_para_imprimir)

La frase escrita en color amarillo la he copiado de la página 17 de la edición de "Mala hierba" de Juan María Marín Martínez, 2010, Cátedra, Letras hispánicas. A su vez está tomada de "El Globo", 12 de diciembre de 1902, artículo titulado "Mala hierba".