sábado, 30 de junio de 2012

"Bécquer no era idiota ni Machado un ganapán" (1)

Río Duero, a la altura de San Saturio.
No, yo no conocía Soria. Y a descubrirla fui el miércoles pasado, con un nombre de poeta, o de dos, o de tres, en mi pensamiento. Es nuestra excursión de fin de curso y a Soria vamos guiados por una soriana. En el autobús, escuchamos y nos atrevemos a entonar "Camino Soria" de Gabinete Caligari.



 Nuestra compañera ha tenido el acierto de incluirla en unos folios que nos anticipan nuestra aventura soriana. Vamos allá, que " Bécquer no era idiota ni Machado un ganapán". Sus razones tendrían para elegir Soria estos dos poetas que nos enseñaron "que el olvido del amor se cura en soledad".



Después, abro al azar mi "Campos de Castilla". Leo:

"¡Oh, sí! Conmigo vais, campos de Soria, tardes tranquilas, montes de violeta, alamedas del río..."

Tras un café en el desangelado Parador Nacional, contemplamos desde el  Cerro del Castillo  el "verde sueño del suelo gris y de la parda tierra".   Descubrimos el río Duero y  la conocida silueta de San Saturio. ¿Y la ciudad? "Indiferente o cobarde, la ciudad vuelve la espalda..." Un  tercer poeta, Gerardo Diego, sale a nuestro encuentro, alguien nos  recita algunos versos de su "Romance del Duero".




El autobús nos lleva a la ciudad.  Comenzamos nuestro recorrido junto al "olmo seco", muy cerca del cementerio del Espino, donde reposan los restos de Leonor. Leemos el poema "A un olmo seco". Palabras de leve esperanza.

"Al olmo viejo, hendido por el rayo y en su mitad podrido, con las lluvias de abril y el sol de mayo algunas hojas verdes le han salido..."




Seguimos las explicaciones de nuestra excepcional guía mientras recorremos la Plaza Mayor, el Collado y la calle Aduana Vieja con sus señoriales palacios renacentistas.

En la Plaza Mayor,  me llevo una sorpresa. ¡Una irreconocible Leonor convertida en "pongo" callejero!



En fin, dejamos los comentarios negativos para otro momento y usamos la silla para hacernos fotos. Recordamos que Leonor Izquierdo es una niña de quince años cuando se casa con el poeta y que muere tres años después:
Los palacios renacentistas me traen a la memoria otros versos:


Palacio de los Ríos y Salcedo.

Palacio de los San Clemente (Marichalar)

Muy cerca tenemos el "Instituto Antonio Machado", el mismo en que trabajó el poeta, el entonces denominado: Instituto General y Técnico de Soria. Es un edificio barroco, antiguo  colegio de la Compañía de Jesús. Al pisar el claustro nos parece oír "A mi trabajo acudo, con mi dinero pago el traje que me cubre y la mansión que habito, el pan que me alimenta y el lecho en donde yago."




Entramos en el aula Machado. La mesa del profesor con un libro que recoge las firmas de los visitantes, los añosos pupitres de madera con agujero para la tinta, fotografías y documentos administrativos.



Entre estos últimos, se guarda un acta de lo que hoy llamaríamos evaluación, las notas de los alumnos con la firma del profesor.
Siete alumnos de primer curso, Lengua Francesa.
Con la firma del profesor: Antonio Machado.
Siete alumnos de primer curso, la asignatura es Lengua Francesa. Llama la atención el escaso número de alumnos y que todos hayan obtenido la calificación de Aprobado, ni más ni menos. ¿Aprobado general? No pudieron  imaginar esos  muchachos sorianos su condición de privilegiados discípulos. ¿Aprendieron la lengua de Moliére? ¿Aprendieron a pensar? ¿Conocieron alguno de los poemas de este poco convencional profesor? No nos podemos imaginar el contenido de aquellas clases impartidas en esta aula tan pequeñita. Tal vez se parecía al  ficticio Juan de Mairena:

"Mairena era, como examinador, extremadamente benévolo. Suspendía a muy pocos alumnos, y siempre tras exámenes brevísimos. Por ejemplo:
- ¿Sabe usted algo de los griegos?
- Los griegos... los griegos eran unos bárbaros...
- Vaya usted, bendito de Dios.
- ¿...?
- Que puede retirarse. "

En la próxima entrada, seguiré con mi visita a Soria y con Machado. Y también con Bécquer.

Un abrazo para todos los que pasáis por aquí de:

María Ángeles Merino

domingo, 24 de junio de 2012

¿Poco literarios los geranios?



¡Es verdad! Parece que nos hayamos puesto de acuerdo en convertir a las flores en protagonistas de nuestras entradas: Gelu Penélope, Paco Cuesta, Mimosa, Aldabra,  María Ángeles Merino  y una larga lista de  blogueros amigos. Nuestra amiga Myriam, de "De amores y relaciones", así nos lo hace notar y nos guía por un amplio recorrido floral.

En mi entrada del 20 de junio, confecciono un juego botánico, poético y nostálgico en torno a las "azules campanillas" de la rima 43 de Gustavo Adolfo Bécquer; las mismas que aparecen fugazmente en la leyenda "Tres fechas" del mismo autor.

Campanillas que me envía Asun, del blog "Para reflexionar".

 Las busco, las hallo y las coloco, según mis palabras, "junto a geranios rojos y  poco literarios".

Nuestra amiga Aldabra, la de "Congo y yo", me dice  en su comentario: "¿cómo que son poco literarios los geranios, mujer?... no estoy de acuerdo, me encantan los geranios, el rojo geranio, el granate geranio... será que siempre los hubo en el patio de mi infancia...". Y tiene razón, tal vez yo me he explicado mal.



Porque a mi también me gustan mucho los geranios, los tengo de todos los colores y coloco todos los que puedo, los que caben, entre ventana y contraventana. Los he mostrado varias veces en el blog, incluso con un fondo de nieve.



Los califiqué de "poco literarios" porque los escritores no suelen acordarse de tan humilde flor, muy agradecida y que requiere pocos cuidados. Los poetas son más de rosas, claveles, lirios o violetas.

Me pregunto: ¿qué escritor convirtió , en alguna ocasión, la belleza botánica de los geranios en belleza de palabras? Enseguida me viene a la mente, no sé por qué, el gran poeta Juan Ramón Jiménez. Así que googleo, hago que compartan el recuadro de "buscar" y  unos muy literarios "geranios rojos" salen a mi encuentro:

"Soñaba la lámpara su rosada lumbre tibia sobre el mantel de nieve, y los geranios rojos y las pintadas manzanas coloreaban de una áspera alegría fuerte aquel sencillo idilio de caras inocentes."


Reconozco esas palabras. Una  niña  sentada en un pupitre, la misma que vive dentro de mí, las lee en silencio mientras  sigue la  lectura en voz alta de otra colegiala.  Bata blanca, chalina azul de lunares blancos, cuello de rígido plástico, rígida disciplina. Muy atenta porque, en realidad, está siguiendo  dos lecturas: la de la compañera, líneas arriba, y la suya propia, unas cuantas líneas más abajo. Teme que descubran y castiguen su indisciplina lectora.


De aquí.

Es una edición infantil de "Platero yo", de la argentina editorial Losada. Porque, en mi colegio, había burritos"plateros" por todas partes: en los cuadritos de las paredes, en el armarito de los libros de lectura, en los dictados y  en nuestros dibujos. Mis maestras quisieron ponernos en contacto con la mejor prosa poética, restando tiempo a libros patrioteros, de genuino sabor franquista. Es de agradecer.

http://elcocodriloazul.blogspot.com.es/2010/04/anos-40.html

Reconozco, a pesar de las cuatro décadas y pico, la "rosada lumbre", el "mantel de nieve" los "geranios rojos" y las "pintadas manzanas". Un bello color rojo geranio baña la inolvidable "comida de los niños" en un "dulce comedor encendido". Me siento inmersa en un mundo de inocencia, cariño y  protección. Percibo colores, contrastes, silencio, miedos y ruidos. Y me siento identificada con la quietud y tristeza de Platero. Así lo siento, así lo sentí. Leedlo conmigo:



Era la comida de los niños. Soñaba la lámpara su rosada lumbre tibia sobre el mantel de nieve, y los geranios rojos y las pintadas manzanas coloreaban de una áspera alegría fuerte aquel sencillo idilio de caras inocentes. Las niñas comían como mujeres; los niños discutían como algunos hombres. Al fondo, dando el pecho blanco al pequeñuelo, la madre, joven, rubia y bella, los miraba sonriendo. Por la ventana del jardín, la clara noche de estrellas temblaba, dura y fría.

De pronto, Blanca huyó, como un débil rayo, a los brazos de la madre. Hubo un súbito silencio, y luego, en un estrépito de sillas caídas, todos corrieron tras de ella, con un raudo alborotar, mirando espantados a la ventana.
¡El tonto de Platero! Puesta en el cristal su cabezota blanca, agigantada por la sombra, los cristales y miedo, contemplaba, quieto y triste, el dulce comedor encendido.
(Susto, "Platero y yo, Juan Ramón Jiménez)


De las campanulas a los geranios. De Gustavo Adolfo Bécquer a Juan Ramón Jiménez. Del instituto al colegio. De un recuerdo adolescente a un recuerdo infantil. Y todo empezó con la búsqueda de unas "azules campanillas".

Tienes razón, Aldabra, los geranios pueden ser muy literarios.


Un abrazo para todos los que pasáis por aquí de:


María Ángeles Merino

miércoles, 20 de junio de 2012

¿Tienen "azules campanillas"?

Por fin encontré campanulas, campanillas azules.

¿Recordáis? El año pasado, por estas fechas, leíamos colectivamente las Rimas de Gustavo Adolfo Bécquer.

 Violetas, rosas, madreselvas, azucenas...Vehículos de amor, testigos de amor o la misma mujer amada. Todas las flores de las Rimas duermen su "dulcísimo sueño". . Pero, en mi primera lectura adolescente, ninguna lo tuvo tan dulce como aquellas "azules campanillas" mecidas por manos enamoradas.

 Me veo con un libro en la mano, en el jardín de mi viejo instituto. Caí atrapada en sus redes de suspiros, viento y murmullos. Imaginé unas flores de un extraordinario color: el azul Bécquer, el de las campanillas.





 Cuatro décadas después, me asomo a través de la reja del instituto. Y descubro que las veinticinco palabras siguen ahí, ocultas "entre las verdes hojas". Oigo:

Si al mecer las azules campanillas
de tu balcón,
crees que suspirando pasa el viento
murmurador,
sabe que oculto entre las verdes hojas
suspiro yo.
...

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Jardín botánico del Instituto "Cardenal López de Mendoza·" (Burgos)

En busca del azul,  pregunto en varias floristerías: ¿Tienen "azules campanillas"? No, las tuvimos hace poco, ahora  no tenemos, ya no es su tiempo...

 Me hubiera gustado fotografiarlas para acompañar las entradas de la lectura colectiva de las "Rimas", pero  me tuve que conformar con imágenes de Internet.

Un año después,  me  salen al encuentro semiocultas entre otras plantas de exterior. La dependienta me informa, muy puesta:

-"Campanula isophylla". Campanilla, Campana de Italia, Estrella de Italia. Planta perenne. Hojas de forma acorazonada y dentadas. Flores con la corola en forma de receptáculo, azul violácea o blanca. Floración en primavera. Se cultiva en macetas suspendidas, ya que las ramas son colgantes. Prefiere la semisombra, hay que protegerla del sol fuerte. Necesita riego abundante, escaso en invierno...



Ella con su retahíla y yo con la mía:

-¿Son las que decía Bécquer en la rima 43? "Si al mecer las azules campanillas de tu balcón..." Las mismas  que lucían en la ventana de la misteriosa mujer de la leyenda "Tres fechas?

"... una maceta de campanillas azules, cuyos tallos subían a enredarse por entre las labores de granito, y unas vidrieras con sus cristales emplomados y su cortinilla de una tela blanca, ligera y transparente."

La muchacha sabe de flores, pero a Gustavo Adolfo Bécquer apenas lo relaciona con unas "oscuras golondrinas". Me anima a llevarme la planta, veré como sus ramas colgarán y cubrirán de azul un  balcón, una terraza, una ventana...

Ahí las tengo, entre cristal y cristal, junto a  geranios rojos y poco literarios.



Esta mañana, abro la ventana y oigo " el viento murmurador". ¿O son suspiros? ¿Estará el espíritu del poeta "oculto entre las verdes hojas?

Despierta, María Ángeles, despierta.

Un abrazo para todos los que pasáis por aquí de:

María Ángeles Merino

lunes, 11 de junio de 2012

¿Una poesía de Lope de Vega en primero de Primaria?

De aquí.

¿Una poesía de Lope de Vega en primero de  Primaria?


Un atribulado maestro me cuenta su “reunión” con la madre de un alumno, bien cargadita de reproches y mala leche. La buena señora, poco satisfecha con el rendimiento  de su retoño, ataca con lo que tiene a mano. Airea una tarea escolar donde aparece nada más y nada menos que un poema de Lope de Vega, aquel de tema navideño que comienza: “Pues andáis en las palmas…”


Según su criterio, “eso” no es lectura adecuada para su hijo, alumno de primer curso de primaria.


...

¿Problemas religiosos? No. Aleccionada e instruida a marchas forzadas por una “profesora particular” dispara: su niño no puede leerlo porque “no hay relación sujeto predicado” (?). Mi amigo se queda cortado. ¿ Mala sintaxis el “Fénix de los Ingenios”?



No contenta con eso, proclama que Lope de Vega es "muy antiguo", que tiene ¡" más de cien años”! El maestro salta como un resorte y corrige: “¡más de cuatrocientos !”. Mas su interlocutora no parece afectada por haber sido pillada en flagrante ignorancia literaria y sigue cargando contra la labor del paciente docente. ¿A quién se le ocurre "poner a leer poesía" a niños de seis años?

De aquí.

Bloqueado, le parece inútil replicarle que los alumnos de primer ciclo, según indicaciones oficiales, han de "aproximarse a obras de la tradición literaria para desarrollar hábitos de lectura" . Que el proyecto curricular incluye la "comprensión, memorización y recitado de poemas", que la psicología del niño de esta edad...Mire usted: multitud de libros de texto, libros infantiles, páginas de Internet...


Podría haberle explicado que la Poesía , la emoción ante la belleza de la palabra, nos permite conservar la "perspectiva encantada" del niño pequeño que contempla maravillado una hoja que mueve el viento, el vuelo de una mariposa, una pompa de jabón... Magia que comienza a evaporarse precisamente a partir de los seis años. Y ese interés por el mundo ¿no es el mejor punto de partida para un gozoso aprendizaje? No, no entendería nada, me dice mi amigo.



Sí señora, Poesía con mayúsculas y de Lope de Vega, por qué no. Mañana los niños van a a leer "En las mañanicas del mes de mayo", también de Lope. Despertará educativas emociones, a pesar de sus cuatrocientos años. En el aula cantarán los ruiseñores, se reirán las fuentes, retumbará el campo, lucirá sus tapetes de colores. Mucho jaleo, pero merecerá la pena:

Porque "La poesía, señor hidalgo, a mi parecer es como una doncella tierna y de poca edad y en todo estremo hermosa" (Miguel de Cervantes).

 
Perdonadme, amigos, el que haya utilizado una "amargura vieja" para mi entrada. Un abrazo de:

María Ángeles Merino

lunes, 4 de junio de 2012

El mejor verano de la perra Baldomera.


Agosto de 2011. Calor y hora de la siesta. Campos de siega. El monasterio benedictino de Palacios de Benaver (Burgos) proyecta su sombra sobre las baldosas. Tal vez pase desapercibido un bulto oscuro delante de los  románicos muros. 



Hacemos “zoom”. Un perro sestea plácidamente con las patas bien estiradas disfrutando del fresco pavimento y de una tranquila digestión.


Era  una perra mestiza que alguien abandonó  por aquí cerca o por allá lejos, vaya usted a saber.  Un animal sin nombre, sin chip ni pedigree. En primavera comenzó su ronda por el “barrio chico” del pueblo, flaca muy flaca, tremendamente desconfiada y  hambrienta. Buscó un rincón donde pasar las noches. Como le dieron algo de comer, decidió quedarse ; los humanos de por aquí  no le parecieron  tan  malos como otros que tristemente había conocido. Nunca, nunca dejó de guardar una prudente distancia. Hacía bien.


Y no sólo comida, también encontró a un buen compañero. Vino del barrio grande y no estaba abandonado. Eso sí, gozaba de la libertad de ser perro de pueblo. Pequeño, de color canela, tan distinto; pero no la dejaba ni a sol ni a sombra.

Baldomera , así la bauticé yo, prestó quedó preñada de su paticorto amigo. Dicen que parió una surtida camada, con características paternas y maternas en extraña mezcolanza. De ellos, sólo conocí, más tarde, a uno. Aquí tenéis al cachorro superviviente, lo recogió un hombre del pueblo que le puso de nombre “Lobito”.




Guau. Me llamo Lobito, aunque está bien claro que soy un perro. Me pusieron ese nombre por lo de “perro lobo”. Algo de eso tengo porque algo  tenía mi mamá, tampoco mucho, ya lo veis. Digo tenía porque ya no está aquí. Un día, empezó a hacer un poco de frío y se la llevaron unos hombres. La atraparon con cuerdas, la metieron en un coche grande y ya no la vi más. Una mujer decía  que eran de la protectora, otra decía algo de una perrera. Alguien se había quejado, era muy ladradora.

Espero que esté bien allá donde esté, desde aquí la digo que echo de menos sus lametones. Y que esté tranquila, que mi amo me trata bien. Guau. Guau. Aunque me ata para que no me escape. Guau. Guau.

Espero que os haya gustado compartir conmigo esta historia que tenía guardada desde el verano pasado. Un abrazo de:

María Ángeles Merino