jueves, 31 de marzo de 2011

"Tio Aurel stable stad trkilos Suerte en el cncierto..."


"Viene la noche" (Foto tomada en Palacios de Benaver)



Comentario al capítulo tercero del libro "Viene la noche", de Óscar Esquivias, páginas 104 a 125.


Sábado 23 de diciembre de 2006

¡Hola Sara!

Tiene razón tu suegro, es hogrible, os estáis jugando la vida. Tu Jaime al volante, en medio del trafico endiablado de Madrid, ejerce una actividad de riesgo. Todavía no te ves con fuerzas para ponerte al volante, se lo cedes a él.

Vais al intercambiador de la avenida de América, para coger ese autobús que os llevará a Burgos, a Teresa y a ti. El escritor describe fielmente el ambiente de esa estación subterránea, de aire viciado, estrechísimos túneles y deterioro prematuro.

Aunque no vaya a contarte mis batallitas, te diré que es una vieja conocida mía, desde su inauguración en el 2000 hasta el 2007, año en que obtuve plaza en mi inquieta y venerable ciudad. Todos los viernes y todos los lunes del curso , pasaba por allí. La pintura del escritor, no puede dar mejor en la diana. Tiznada por el humo, envejecida en plena juventud, poblada de gente que no tiene a donde ir, mirones, rateros, desocupados, prostitutas, prostitutos...y viajeros, claro. Y lo peor de todo, los conductores de autobús tienen enormes dificultades para salir de allí.



A lo que íbamos, suegra y nuera cogéis el autobús, entre un trasiego de gente que comienza sus vacaciones. Urgencia en los altavoces, nerviosismo, besos, adioses y el vehículo casi os da con las puertas en las narices.



Jaime sale disparado hacia el ensayo en el Auditorio y Benjamín se queda solo en el intercambiador. Como le sobra tiempo, compra "El País", se dirige al bar , pide un café y aprovecha para revisar , en la clandestinidad, sus participaciones de lotería. No, no ha sido agraciado por los "putos niños de San Ildefonso".



Este año fue más lejos en sus contradicciones y telefoneó tímidamente a Hacienda, para preguntar dónde podía adquirir dos números que aparecen en sus novelas favoritas, unas de Galdós. La funcionaria , en un pis pas, le facilita las direcciones y tu suegro se queda asombrado, si todo funcionara así en España, otro gallo nos cantaría. Y compra los décimos galdosianos que irán a la papelera con la de la carnicería, la pescadería, etc.

Benjamín ha quedado con tu padre, Acacio, a las seis y media, para ir al concierto. Tiene por delante unas horas libres que no sabe cómo emplear. Sería el día ideal para ir con Clarita, a comer por ahí; pero no, no le apetece, aún está irritado por los reproches. Pobre Clarita, a quién se le ocurre enamorarse de un egoísta.

Decide ir al pisazo del "Europeo", en la calle Pirineos, el hijo del difunto Córcoles, residente en la muy europea Bruselas. Benjamín solía ir con su finado amigo hasta allí, para orear la casa, echar un vistazo y beberse un güisqui.

Cuando muere Córcoles , el hijo le pide que continúe ventilando de vez en cuando y le entrega una cantidad de dinero más que generosa. Sólo ha de fingir que la casa tiene vida; algo que, tal vez, eche para atrás a los ladrones. Así que cada semana va, abre , sacude y descansa un ratito en un confortable butacón . Se entretiene pasando los canales de la tele, pornográficos incluidos. Antes se masturbaba y se quedaba con su media erección; ahora ha desistido, se sentía derrotado.



Hoy decide bañarse y quitarse el tufo de la estación, en el lujoso baño. Se mete en un mar de espuma pero se siente observado, recuerda que Corcolitos controla con su mando a distancia desde Bélgica; de repente se siente desnudo, sale de la bañera y se va con la precipitación de un ladrón.



Mientras tanto, Jaime, en el ensayo, recibe tu mensaje de "tio Aurel stable...". ¡Ay, el lenguaje SMS!

Acacio, tu padre, ofreció su oche para llevarle al Auditorio. También irán Cebrianitos y Walter Astorga, alias la Puerta, una de sus últimas amistades.

Walter Astorga es pastor de "La Ciudad del Gran Rey", una iglesia protestante. Por cierto, uno de los dos libros que encargaste a Mila se llama también así.



En días laborables se dedica a la fontanería y predica los fines de semana. Su lugar favorito es el metro, allá baja con alguno de sus hiphoperos y bigotudos hijos, donde "se siente el pulso de la ciudad". Ya sabes, Biblia en mano exclama eso de "¡Yo soy la Puerta!".



Benjamín hizo amistad con él, tras coincidir varias veces en los vagones, a pesar de su condición de católico a machamartillo. Le gusta la oratoria de Walter y sus sermones le parecen más convincentes que los del padre Urrez, el capuchino.

A las seis y media, aparece Acacio, tu padre. Él tiene a gala su espinoso nombre que cuadra perfectamente con su personalidad.



Otro de sus orgullos es su alopecia: su calva es de "gorra", producto de años de servicio en la Policia Municipal. Tu suegro, no hace falta que te lo cuente, no le tiene simpatía, por ´policia y por llevar un lustro sin dar un palo al agua, con solo sesenta años.

En el Auditorio no cabe un alma. Suenan los timbres y muchas personas "inquietas" corren a ocupar sus butacas. Hay quienes estudian ávidamente el programa y quienes buscan a sus familiares entre la masa de cantantes. Destellos prohibidos de flash y los músicos británicos afinando con una sonrisa, como si les hiciera gracia tanto jaleo.



Van llegando los tardones, unos piden perdón por hacer levantar a la gente y otros dan las gracias, Benjamín tiene con eso un motivo de reflexión que le hace feliz. Cuando ya se apagan las luces, aparece Morris, el poeta, sin disculpas ni gracias.

La música hace el efecto de un bálsamo, en los espectadores. Miradas fijas, fijas, parecen contemplar algo que cuelga en el aire. A Walter se le caen los lagrimones, cuando el tenor entona esos versículos bíblicos que tan bien conoce. Termina el aria y el predicador da dos sonoros aplausos, los únicos, ganándose miradas y siseos. No se siente abochornado, estruja al viejo dándole las gracias, está emocionadísimo. Seguro que los músicos se están acordando de la parentela del aplaudidor...



Todos los coros se ponen de pie y una corriente eléctrica recorre la espalda de los espectadores. ¡Ahí está Jaime! "And the glory, the glory of the Lord shall revealed". A Benjamín se le pone la piel de gallina, juraría que distingue la voz de su hijo, entre las doscientas cincuenta voces. Orgullo, felicidad y lágrimas. Murmura el nombre de Jaime. Te hubiera gustado estar allí, Sara. Por muy "ostra" que seas, te hubieras emocionado.



La "electricidad" se agota y es reemplazada por el aburrimiento. Demasiado concierto , el entusiasmo por ver a los suyos se apaga pronto. Sólo se animan con los coros más briosos y , sobre todo, con el Aleluya, el único que les suena.



Cuchichean, escriben con el móvil, hojean el programa, bostezan o se van. Para Benjamín también es demasiada música y su pensamiento se desvía hacia el dolor de espalda que pescará el británico director.

Se apaga el amén y estallan los aplausos y los bravos. Morris,como es "poeta", dice algo muy delicado, asegura que se comería el programa para vomitarlo y comérselo, para volverlo a vomitar. A continuación, aparta a Benjamín, para informarle de que Cebrianitos huele a pedo. Ya predijo su cuidadora, la negra Mildred: se pone nervioso y se descompone.

Volverán con tu marido, que tu padre, tan servicial, ni loco carga con Cebrianitos cagado. Pero, antes de despedirse, le pica la curiosidad y pregunta a Morris`por sus poemas; a lo cual contesta que él hace poesia, sin tilde, nunca poesía. Escribe lo que se le ocurre "cuando le dan por culo", como ahora. Y Acacio contesta, socarrón: "igualito que San Juan de la Cruz". Y "el rostro de Morris" se ilumina , mira tú por donde el espinoso viejo le comprende. ¿Es tonto o se hace el tonto?

En esto, llegan Jaime y Andros, sudorosos. Benjamín recibe a su hijo con un abrazo y le presenta al predicador y al poeta. Tu marido está atento a las palabras efusivas de "la Puerta" y no percibe como el viejo va cambiando de color. No puede ser, es Clarita. ¿Cómo ha llegado hasta aquí? No le queda más remedio que disimular y hacer las presentaciones.

Jaime presenta a su jefe, Andros, que saluda a todos a la vez, mientras escucha el buzón de voz de su móvil. Una expresión de alegría inunda su rostro, ¡el premio!, le han dado el premio al mejor escaparate, su tornado de bragas ha arrasado. Abraza a Jaime que, ya le conoces, empieza a estar harto de tantas efusiones.



Tu espinoso padre, y perdona, pregunta discretamente a su consuegro si es "ése" el jefe de su hijo. Benjamín se lo aclara, sí, es el hijo del difunto Ubieta, el de la mercería. Y tu padre, tan abierto de mente, dice que no le extraña que el mercero se muriera de pena o de vergüenza.

"Leandrín" invita a todos a celebrar el premio, en una champanería. A tu homófobo padre la "cuchipanda" propuesta le suena a chupar penes, o algo así. Se disculpa, es tarde. Tu suegro aprovecha para emplumarle a Clarita y a Morris, le resultan tan incómodos en este momento... Los llevará en su coche.

El resto acaba en una champanería de Capitán Haya y todos beben, el predicador abstemio incluido. Acaban cantando villancicos, entre besos, abrazos y vivas a la Navidad y al niño Jesús.



Tu "hámster" Jaime cena restos de comida, en vuestra casa. Está completamente borracho y decide dar un paseo. Sus "pies redondos" y sus "rodillas flojas" le llevan hasta el "Arbolito de naranja", donde la chica de la barra le recibe sonriendo ampliamente. Alguien le palmea la espalda, coño Jaime.Es su jefe Andros flanqueado por dos adolescentes, a los que toquetea el culo. Si tu padre lo ve...

Mientras, los dos viejos aterrizan, achispados, en la casa donde espera Mildred. Esta vez no hay gritos ni reproches, simplemente deja pasar a Cebrianitos, con su carga maloliente, y ni se despide de Benjamín. En su mirada hay más tristeza que rencor.

El viejo cena en un bar lleno de hombres mayores, de los que tienen una razón para retrasar la llegada a su casa. El alcohol no le afecta demasiado, pero ve como "a su alrededor siega la cordura". Decide pasear un poco y ve a su hijo entrando en el "Arbolito de naranja". Piensa que vaya con Jaime, que cómo aprovecha tus ausencias.

Llega a las puertas del tugurio, en ese momento aterriza un grupo de muchachos que le pregunta si va a entrar. No, no entra. Mañana tiene que viajar a la cabeza de Castilla. Tú ya estás allí y no habrás tenido un día muy interesante. Veremos qué pasa con el tío Aurelio.

Un abrazo de María Ángeles Merino a todos los que pasáis por aquí.


Pedro Ojeda dice en "La acequia":

"Mª Ángeles Merino, Abejita de la Vega, comenta el capítulo segundo de Viene la noche, como si fuera un diario melancólico. No os perdáis las ilustraciones. Después aborda el tercero, con el mismo esfuerzo de reescritura ilustrada, tan preciso."

domingo, 27 de marzo de 2011

"...se metía en los argumentos igual que si se sumergiera en un río de cabeza y se dejara llevar por la corriente"


"Viene la noche" (Foto tomada en Palacios de Benaver)

Comentario al capítulo segundo de la novela "Viene la noche" de Óscar Esquivias, desde la página 67 a la 103.

22 de diciembre 2006.

¡Hola Sara!

Como decíamos:

Pasas por delante de la vitrina que da al pasillo, observas a los niños que han nacido estos días. Olor dulce, "quietud de relojería", "corazones acompasados", tímidos pulmones...de momento. Una quietud opuesta al bullicio y al olor salado del paritorio. Tus manos recogieron a muchos de ellos y los pusieron sobre el vientre materno. Sientes algo parecido a un chispazo , tú también. El roce convierte el dolor en felicidad. ¿Añoramos ese contacto íntimo toda nuestra vida? ¿ Lo buscamos, infructuosamente, en el sexo?



Aquel patilludo, el novio de Carolina , mira extasiado a su bebé. Arregladito y con olor a loción, te reconoce, la mano, dos besos, gracias, gracias...y te da una caja de bombones, el dulce regalo habitual para las de tu goloso gremio.



Sales y coges el autobús. Consigues sentarte y sacas los dos librotes que te ha traido Mila. Son lo que tú esperabas: curas, militares, mancebías, "palabras mohosas" y Burgos cada tres líneas.



Consideras que a Benjamín le van a encantar, tan burgalés él, a pesar de ser tan madrileño. Se lo darás el día de Nochebuena, puesto que cenaréis todos juntos, en casa de tus padres.

No lo reconoces, pero la idea de esa cena de Nochebuena te desagrada profundamente. Desde que murió tu hermano aquel 11 M no soportas ninguna celebración conjunta, ni el ruido de un tren. Una mochila, un móvil, una simple locomotora...piensas en un atentado.



Te acuerdas de tus hábitos de antes. Ibas en metro y leías novelas. Ahora vas fabricando tus propias historias, observando a los viajeros. Sí, puedes vivir sin aquella ración de intrigas, adulterios o asesinatos. Estás pasando por una mala época, cuando la superes tal vez te interese otro tipo de literatura.

Llegas a casa y tienes la sensación de entrar en una cueva largamente deshabitada. Pero no, que ahí en el fregadero está la taza del desayuno de Jaime sin fregar. Esa imagen me resulta familiar.



Pelitos de la barba en el lavabo, olores cosméticos y una nota en el espejo. Te dice que come con su jefe y que tiene ensayo de coro. Te pregunta si cenáis hoy con sus padres, aunque lo da por hecho.

Te vas desnudando mientras el ibuprofeno se disuelve. Lo tomas y te hundes en las aguas densas del sueño.



Pero "un estampido brutal" te saca de los brazos de Morfeo; es Ruth, la vecina azafata deprimida, haciendo de las suyas.

Le ruegas. Por favor Ruth, acabo de salir de trabajar, me duele la cabeza, quería dormir un poco. ¿Podías hacer menos ruido?

La azafata se excusa y no desaprovecha la ocasión. Ha de contarte lo sucedido con tu Jaime, está avergonzada. Y va y te larga lo del "Arbolito de naranja". Y tiene el valor de confesarte que le propuso acostarse con ella. Te mira a los ojos y tú callada, sonríes. Os miráis, ella insiste, si no quieres saber lo que pasó. Y tú contestas que te lo imaginas. Un poco fría sí que eres, amiga.

Mientras tanto Jaime está con sus escaparates y con una sonrisa de oreja a oreja.



Hay que ver lo que ha disfrutado contándolo, sólo con una miajita de jactancia, a sus compañeros de trabajo. El ambiente del "arbolito", la proposición de la chica y su puja. Su audencia considera que el sexo oral no constituye infidelidad, Clinton hizo estragos. Le piden detalles acerca de Ruth y Jaime descubre lo poco que sabe de ella. Española de apellidos germánicos, fue una "deidad nórdica" que se hundió en la depresión y se cárgó de kilos.

Su jefe, ese que tu suegro llama "el tarado de Leandro Ubieta", el hijo de los de la vieja mercería, Andros para los amigos, asegura que hubiera preferido al gordo Malibú. Jaime le contesta que el muchacho es un horror, incluso para él. Siguen colocando bragas en el navideño escaparate que opta por el premio del Concurso de la Junta Municipal.



Mientras tanto, tu suegro se detiene ante un portal de la calle Topete. Es una vieja casa, con escaleras de madera crujiente y corredores exteriores en los que se abren las puertas de las viviendas, algo muy del viejo Madrid.



Allí vive Clarita, una señora de setenta años, viuda, jovial y muy sorda. Vive con sus mascotas, en una casa llena de peluches y estanterías repletas de cajas forradas con portadas del "Hola". Así de cursi es la buen señora.

¿Y qué relación une a Benjamín con Clarita? Es por temporadas: la busca en unas y la evita en otras. Es un asunto de alcoba, de cuartucho triste, húmedo y mal orientado. Corre las cortinas, Clarita se tiende en el colchón y nada de toqueteos; que al viejo le da asco tocar viejas, ya ves tú. Lo que le encanta es que Clarita le hurgue y juguetee con sus partes pudendas. Erección a media asta, bandera de luto, un abrazo y sus afamados besos. Sólo con recordarlos , cáensele los lagrimones al vejete. Dejemos esto que ni a ti ni a mí nos agrada...



Mientras tanto, consigues conciliar el sueño, ya era hora. Seguimos a Benjamín y a Clarita, que se ha empeñado en acompañarlo a la biblioteca, nunca ha estado en una. Chándal amarillo y chaquetón naranja, va discretita, contándole sus desencuentros con su hija Águeda.

Benjamín entra en la Biblioteca Central con aire seguro. Para los trabajadores es "un azote bíblico", una castigo divino.




El primer "encontronazo" con ellos fue al principio del tórrido verano madrileño, con el aire acondicionado estropeado. Devuelve "Rojo y Negro" y pregunta a un funcionario a partir de qué edad se prestan los libros, en la sección de adultos. Le contesta que a los catorce años y Benjamín considera que es un libro muy "cochinete" para tan tierna edad. Presentará una sugerencia por escrito, como le indica el bibliotecario.



Y añade que el libro está lleno de erratas y se ha permitido corregirlas. Y le muestra las páginas marcadas con rotulador rojo. Increíble, ha deteriorado el libro, tendrá una sanción. Se forma una larga cola y el acalorado trabajador, como no sabe que hacer, lo manda a dirección.

En el despacho, la directora pasa de saludarle dulcemente a metamorfosearse en "hiena rugidora". Benjamín se cohibe, ante la severa amonestación y la amenaza de retirarle el carnet. Para más inri, tiene que escuchar un encendido elogio a la obra de Sthendal.

Desde aquel día se hace amigo de un grupo de adolescentes que le aplaude a la salida. Lo lidera un tal Garcilaso Morris, poeta, cómo no, con ese nombre. Son enemigos de las fosilizadas y charlatanas novelas. Realizan incursiones por las estanterías y tachan con rotulador negro, línea a línea, las obras maestras. De vez en cuando, indultan algunos fragmentos. A Benjamín le parece una gamberrada, pero siente simpatía por esos muchachos, los "poetas", que le consideran uno de los suyos y le invitan a sus tertulias.

Pero Benjamín devora novelas y busca frases hermosas que ofrece a los "poetas", por ver si la indultan. El viejo se sumerge en los argumentos, como en un río, y se deja llevar por su corriente. Le apasionan los narradores torrenciales, como Víctor Hugo, lleno de digresiones de todo tipo.



También valora mucho la descripción de los sueños de los personajes, en eso Dostoievski es un maestro.

Los "poetas" se burlan de su enfangamiento en el lodazal prosaico. Hoy no están y siente alivio, no le apetece que le vean con Clarita, tan vulgar, la pobre. Devuelve su ejemplar de "Crimen y castigo", le ha gustado mucho y pueden inspeccionarlo, no lo deteriorado. Pero hay una errata, dice "cagar" donde debería decir "vagar". ¿No le hace gracia? Pues no, aquel hombre ni se sonríe ante el chistecito, le profesa escasa simpatía.



Antes de irse, se empeña en abandonar "Turris ebúrnea" en la sección de publicaciones periódicas. Le pillan y nueva bronca de la directora; mas esta vez se enfada: esta no es forma de tratar a un abuelo de ochenta y dos años. No se excite, dice la regañadora. Pues no me provoque,coño, contesta el regañado. Ahora se miran los dos con media sonrisa, se rompe el hielo y la voz de la dire se vuelve dulce; aunque no deja de advertirle que si se salta el reglamento, se quedará sin carnet. Se desean Feliz Navidad. La revistilla va a la papelera y desciende malhumorado hacia la planta baja, donde le espera Clarita.



Por si faltaba algo, a la salida está la garcilasiana panda. Su expresión de sorna, ante Clarita, martiriza a Benjamín. Desvía su atención ofreciendo a Morris una entrada para el "Mesías participativo", ya sabes, donde participa la coral de Jaime. El "poeta" acepta la entrada, le mola conocer el Auditorio. Tu suegro no puede disimular la alegría, no cuenta con el mosqueo de Clarita; ella no ha sido invitada porque no la quiere "lo suficiente". Chantajea emocionalmente a la pobre señora,que le pide perdón y´le felicita la Navidad. Se despiden en el metro, con un beso que atrae las miradas de los viajeros, vaya con la abuelita.

Vuelvo contigo, Sara. Te levantas de mejor humor, comes algo ligero y vas a la piscina. Allí te sientes feliz, entre la infantil algarabía ¿Para cuándo el tuyo?



En el vestuario, coincides con una embarazada, le preguntas de cuánto está, le pones las manos en el vientre, os miráis y sonreís. Creo que tienes sentimientos encontrados.

Jaime está ensayando con el coro "Alastor", en los locales de la asociación de vecinos, casi al lado del famoso "Arbolito de naranja". Son unas lonjas destartaladas donde se dan clases de lo más variado: informática. ajedrez, idiomas, grafitti y "diyís". Banderas anarquistas y republicanas, tablón de anuncios comabativo y bar ilegal.

Alastor es una coral compuesta por gentes variopintas, todos vecinos del barrio, muchos escapados de los coros parroquiales, por falta de fe o por escapar de la música litúrgica ratonera. Polifonía del Renacimiento y alguna del Barroco que suena aquí un poquitín revolucionaria, contagiada del ambiente.

La directora del coro se llama Vanessa, es una joven religiosa sin toca ni hábito, que pasa el día en un poblado marginal, confundida con los drogadictos. Cuando algo no suena bien, agita las muñecas como espantando los sonidos feos. Entonces, algunos callan y otros siguen, el sonido se deshilacha y esas hebras musicales producen un gran placer estético en Jaime, fascinado por la belleza de lo imperfecto. Escaparatista y artista, lo uno no quita lo otro.

Fueron seleccionados para intervenir en "El Mesías", junto con seis corales madrileñas, unos buenos solistas y el coro y la orquesta de Richard Egarr, nada menos. Mañana es el día de la actuación, están viviendo "una felicidad colectiva". Jaime , ya lo sabes, tiene también momentos malos, teme a la catástrofe. "El Mesías" es mucho para unos aficionados, hay algunos que no saben el do re mi.



Jaime llega a casa, casi a las once. Todos estáis callados. aquí ha pasado algo. Su padre le explica que han llamado de la Residencia Sacerdotal, han ingresado al tío Aurelio. Aurelio es el hermano mayor de Benjamín y el único vivo. Destartalado, demente y casi consumido, pero vivo.



Está como siempre, mal; pero tiene fiebre y lo han llevado al Hospital. Habrá que ir a Burgos, Jaime se queda sin lo que le hace tanta ilusión, disculpará su ausencia por fuerza mayor. Una voz entre doscientas cincuenta no se notará.

A Benjamín le hace mucha ilusión ver cantar a su hijo, es una de las pocas alegrías que le quedan. Tú, Sara, arreglas la situación. Mañana puedes viajar a Burgos, ves al tío, hablas con los médicos y si está para morirse, les avisas y cogen el primer autobús. Si no es así, vais al concierto y mañana viajáis.

Tu suegro aplude y te besa efusivamente. Así se hará. Irás en compañía de tu suegra, Teresa, que pude dejar el "reiki". Además, está en la luna y ni se acordaba del concierto. Una terapia de sanación natural, dice. Su marido, sarcástico, le dice que lo que le tienen que sanar es la "camota".

Benjamín no parece muy afectado por el empeoramiento de su hermano, ahora lo que le preocupa es la carta a Putin. Se lleva aparte a Jaime para preguntarle si ya la ha revisado. Sí, ya lo hizo y no ha cambió nada, ni siquiera los abundantes paréntesis. El viejo dice que le gusta este signo de puntuación, que son como los platillos de la frase. Atronará a Putin, ironiza tu marido.

Firma la carta. Ya verá Jaime qué contento se pone Putin. Saltará de alegría, seguro.

Hasta mañana, Sara. Viajarás en el autobús amarillo, por esa autovía que nos conoce. Yo sé que maldita la gracia que te hace el viajecito, pero quieres a Jaime, no hay duda.



Un abrazo para todos los que pasáis por aquí.

María Ángeles Merino

jueves, 24 de marzo de 2011

Descanso de los libros para mostraros la fuente de Campo Real.











La fuente de Campo Real (Madrid) con el caño, el pilón y el lavadero. Agua, prunos, almendros, olivos...mi paseo de aquellos días. Pilar Medina (PMC) me manda estas fotos que permiten a esta "abejita" volver a volar por su "vega".






Paqui Delgado me envió sus olivos, en el tiempo de la aceituna. Completan mis recuerdos,

Gracias, amigas.

Un descanso entre libros...

"Fantasías escritas por un señor ocioso dedicadas a gentes desocupadas que necesitan el arrullo de los cuentos, como los niños"


"Viene la noche" (Foto tomada en Palacios de Benaver)


Comentario al capítulo segundo de la novela "Viene la noche", de Óscar Esquivias, titulado "Viernes 23 de diciembre de 2006".

¡Hola Sara!

¡Qe te voy a contar yo de tu suegro que tú no sepas! Bueno, igual sí...

Es el día de la lotería, ése en que el soniquete cantarín del sorteo invade todos los rincones del país. Cincuenta miiiiiiiiiiiil euuuuuuuuros.

Benjamín se palpa los bolsillos, con la lotería que ha ido comprando, aunque siempre haya alardeado de no comprar. Ya lo conoces, mejor que no le toque, para no poner al descubierto sus contradicciones.

Lotería aparte, hoy está pendiente, como todos los días, agazapado tras las cortinas, de la inminente apertura del locutorio de Magaly. Una vez abierto, lo de siempre, espía la sincronización del bailoteo de su fregona con el de su trasero palpitante , como si en vez de culo fuera un doble corazón. El agua sucia cae mansamente por la rejilla, se van encendiendo las luces y sale fuera con su cigarrito. Es la señal, el abrigo, la gorra y adiós Teresa; que me voy a la biblioteca. Ahí te quedas.


¿Alguien se acuerda de una "Capitanía", que fue "Comandancia? Trilogía...


Magaly le mira malhumorada y Benjamín lee su mudo reproche. Ya, ya sabe que falta media hora para que llegue Mildred,amigo de ella, con Cebrianitos, amigo de él. Pero le ha apetecido "hacerle compañía a su dominicana favorita". Un gruñido por respuesta y la del locutorio sigue barajando cuentas y facturas, rechazando la ayuda de quien asegura haber sido "una flecha haciendo números".

Tu suegro no consigue una mirada de la "osa caribeña", que sólo espabila cuando le recuerda la lotería y los millones que pueden haberle caído. Conecta la radio y surgen las incansables vocecillas. Benjamín apunta la posibilidad de que algún niño sea de su país. Mira el aparato, sigue con lo suyo, a ella qué le importa de dónde sean los niños. Silencio, que se distrae y se equivoca. Este negocio se le va de las manos...se abanica con los papelotes.



Benjamín se pasea, aburrido, por el local que fue su lavandería. Le asombra lo que puede abarcar un locutorio: internet, teléfono con todo el mundo, transferencias de dinero, fotocopias, fax, productos alimenticios dominicanos, bazar y peluquería sin peluquera. Recuerda la bronca, la multa y la sanción que le cayó por unas miserables latas de betún, una actividad económica distinta a las propias de una lavandería. Aquel inspector franquista le acusó "de implantar el capitalismo sin freno"; sin embargo la dueña de este locutorio no tiene dudas en cuanto al permiso para vender todo eso y le responde que no sea "güevón". Debería saber que el liberalismo campa por sus respetos hace mucho tiempo.



Cuando llega "la negra Mildred", Magaly está más que harta de las miradas del viejo. Pero en ese preciso momento, la radio emite la algarabía del gordo y las dos mujeres aplauden y dan saltitos. ¿Quién entiende a las mujeres? Por lo menos a algunas...

Benjamín sale a la calle, en busca de su amigo. Andan un poquito y se refugian en una cafetería destartalada, de esas sembradas de papel, huesos de aceituna roídos y servilletas sucias. Seguramente, tu suegro piensa que Cebrianitos "está hecho un viejo", más joven que él y lleva pañales y andador, como un bebé. Ya sabes que fue su empleado en la lavandería y que también es burgalés. Era listo, simpático y trabajador. Mas su tendencia a enamoriscarse de las clientas, y acostarse con alguna,le trajo disgustos. Nunca le reconvino por eso y mostró indulgencia con tan humanas debilidades.

Después de los carajillos,coloca sobre la mesa "Turris ebúrnea", esa revista poética de vuestra parroquia. Jaime da catequesis a los niños y, de paso, dirige un pequeño taller literario. Benjamín odia esa "mierda con grapas" y las poesías ñoñas de los catequizados.



A continuación, la conversación da un repaso a la carrera literaria, vital y laboral de su hijo. Comienza publicando sus versos de adolescente en la citada revistita. Quiere ser escritor, se apunta al "torpe aliño indumentario" y compone una novela llena de visiones y pesadillas. A su padre le parece un disparate, no hay quien entienda ese tochazo, ilustrado, sin título y con páginas en blanco.

Después le da por la música y la guitarra eléctrica. Pasa por la etapa de querer ser misionero, vuelve a la poesía y ahí apareces tú, con el champú y las tijeras. Lo desinfectas, lo pasas por la peluquería y ya no escribe nada . ¡Cómo si tú fueras la culpable! Y como a este Benjamín no hay quien lo entienda, añade que , en el fondo, le hubiera gustado tener un hijo artista. ¿En qué quedamos? Artista con su concepto de artista, que podía haber ingresado en Bellas Artes, dibujaba muy bien; pero se quedó en "empleaducho", vistiendo maniquíes en las tiendas de ropa que regenta "el tarado de Leandro Ubieta".


¿Alguien se acuerda de lo que se refleja en este escaparate burgalés, que no madrileño? Trilogía...

Empleaducho no es lo malo, es que "ha perdido también su alegría, la capacidad de querer". Besa a su padre como quien besa a una piedra. Y ,atenta Sara, nunca se os ve de la mano, nunca os dais un beso, tu suegro se ha fijado. ¿Es así? Bueno, que Benjamín tampoco es muy cariñoso, los de Burgos son un poco fríos, en consonancia con el clima.

Pero, a pesar de los reproches y de la visión reguñona e irónica de los pinitos literarios de su retoño, apunta lo principal: a su hijo no le cabe el corazón en el pecho. Cebrianitos está de acuerdo en lo de la bondad de tu chico y en lo "mierdúnea" que es la revistita.Y añade que para creer en Dios y para escribir poesía "hay que tener una capacidad de autosugestión admirable". Chúpate esa, amigo.

Alto ahí, que Benjamín se considera creyente. Mas el amigo ateo coge carrerilla y no se calla: la mayoría de los cristianos, curas y monjas incluidos, Benjamín incluido, practica algo fabricado a su propia medida . En esto no chochea el del pañal...Ya, ya, que tú también eres creyente y practicante. Lo respeto.

A lo de "qué sabrás tú", el del andador sabe lo que aprendió con los paúles de Tardajos, enseñanzas que no ha olvidado, a pesar de su ateísmo. Menudos eran los paúles.



Benjamín mira el reloj, quiere ir a la Biblioteca Central, para devolver "Crimen y castigo". Resulta que Cebrianitos.. ¡tampoco es partidario de las novelas!. Que los paúles, cómo no, le enseñaron a desconfiar de la literatura. Sin embargo, San Pablo, "la mente realista que organiza el negocio del cristianismo", le proporciona su lema vital: "Todo me es lícito, pero no me haré esclavo de nada". Estas pocas palabras le iluminan cuando duda sobre cómo comportarse o qué resolución tomar. No, no le ha hecho falta la literatura, le ha bastado con once palabras. Tu suegro le escucha asombrado, qué dice éste, si no ha salido del barrio...Nada de sabiondos, ya lo decía el paúl padre Sabino: "la curiosidad es nociva". ¿Y qué lee este majadero? Periódicos, cuantos más, mejor.


Foto tomada de "En un acorde azul"

Benjamín ya no lee periódicos y entiende "mucho mejor cómo funciona el mundo desde que lee novelas". Un inciso: esas que le has comprado le van a gustar, diga lo que diga. A lo que íbamos, las historias tienen un principio y un final, cosa que en las noticias no ocurre.

Como punto final está la muerte, punto final eficacísimo. Y Cebrianitos recuerda a un amigo común, un tal Córcoles, muerto sin enterarse. Tu suegro reza a Dios para que le permita enterarse y despedirse, aunque no demasiado, sin que se le vaya la mano a la voluntad divina. Su amigo no creyente ironiza, sí porque Dios, como los toreros, no siempre está inspirado con el estoque.

De morirse en sueños, pasan a los sueños propiamente dichos. Benjamín ya no sueña y Cebrianitos ni siquiera duerme, cómo va a soñar. Para el primero, los sueños son una ventana al más allá, para el segundo son química y chisporroteos cerebrales.

El viejo no creyente apunta la posibilidad de que los gusanos que se han zampado el cerebro de Córcoles sueñen por su cuenta. El viejo creyente medita sobre eso y considera gracioso un subsuelo poblado de lombrices literatas. La lombriz Shakespeare alabando las bondades del sol de York, conversando con la lombriz Homero que recuerda al amado Patroclo.



La negra Mildred no viene a buscar a Cebrianitos, estará pegando la hebra con Magaly. A Benjamín le sabe mal dejarlo solo en el café, pero su amigo le anima a irse, que le traiga los periódicos y se vaya sin apuro.

Antes de irse, va al helado cuarto del baño del bar, con el suelo embarrado y la taza atascada con papel higiénico. No puede más y mea sobre gurruños de papel. La orina cae sin fuerza, intermitente y "repartida en varios hilillos".

Cuando regresa , Cebrianitos sigue solo, se levanta torpón, se abalanza, le estruja y le besa en las mejillas. Le desea feliz Navidad, le palmea efusivamente y su alegría es desproporcionada. Benjamín piensa que está perdiendo la cabeza y le habla como a un ni-ño, ale "vuelve a tus periódicos, que pareces Papa Noel". Jo, jo, jo, contesta humorísticamente y mueve una campanilla imaginaria. Para Benjamín no es humor, es que está como una "puta cabra".

Dejamos a los ancianos y nos vamos con "la vida recién estrenada". Esta noche, has atendido dos partos sin ninguna complicación. Terminas tu turno más descansada que otras veces. Como temías, la leve molestia se ha convertido en un potente dolor de cabeza. Llegar a casa, un analgésico y a descansar. Dejas los cuarenta euros de Mila en un sobre, en el control.

Pasas por delante de la vitrina que da la pasillo, observas a los niños que han nacido estos días. Tu hospital es anticuado y no permite que estén con sus madres. Unos sonrosados como cerditos, otros tan oscuros que contrastan con la blancura de la ropa. Olor dulce, "quietud de relojería","corazones acompasados", tímidos pulmones...de momento.




Seguiré contigo, Sara.

Un abrazo de María Ángeles Merino para todos los que pasáis por aquí.