jueves, 29 de julio de 2010

Capítulo que comienza una fresca mañana y en el que don Quijote tiene que habérselas con Sancho y con un bandido generoso.

El capítulo comienza con una fresca mañana, como ésta de hoy, 29 de julio de 2010, por lo menos aquí. La de don Quijote creo que era de mediados de agosto.

Comentario al capítulo 2,60 del Quijote, publicado en "La acequia".

De lo que sucedió a don Quijote yendo a Barcelona

Llevamos leído mucho Quijote, novela sin frío, calor, lluvia, viento ni tormentas. Sin embargo, con muy escasos datos, nos situamos en un cálido y seco verano manchego o aragonés. Las inclemencias del tiempo se obvian en este libro; pero, en el capítulo 2, 60, la mañana es fresca y el día lo va a ser también. Están pasando de tierras aragonesas a tierras catalanas…

Don Quijote sale de la venta con instrucciones acerca del camino que ha de tomar para ir derechito a Barcelona, sin pasar por Zaragoza. Ha de quedar como mentiroso ese “nuevo historiador” que le ha puesto de chupa de dómine.

Al cabo de seis días de monótono camino, se les hace de noche entre una espesa arboleda. Amo y mozo se recuestan sobre unos troncos, procurando que se adapten a su anatomía, algo difícil. Un poco durillos el colchón y la almohada…

Sancho duerme pero don Quijote no pega ojo, viajando con el pensamiento. Las imágenes van y vienen: la cueva, una soez Dulcinea brincando sobre la pollina, Merlín que pone condiciones y Sancho, tan flojo y escasamente caritativo, que sólo se ha dado cinco azotes.

No se imagina el durmiente Sancho lo que está tramando su amo. Enojado, piensa que si a Alejandro le dio lo mismo cortar que desatar, lo mismo será que los azotes se los dé otro. Él mismo puede propinárselos. ¡Qué idea! ¡A por él!

Y, ni corto ni perezoso, agarra las riendas para zurrarlo y comienza a desatarle las dos cintas de los greguescos, una especie de pantalones cortos ahuecados. Pero Sancho despierta y don Quijote le reprocha que, por su descuido, Dulcinea “perece”; así que ha de bajárselos para recibir unos dos mil azotes.

Sancho se niega. Quietecito o le ha de oír. Los azotes del desencanto son voluntarios, nunca a la fuerza. Ahora no tiene ganas, ya le avisará cuando las tenga, un día de éstos. Y si son de mosqueo, también puntúan. Recuerde que dio su palabra y eso ha de bastarle, impaciente amo.

Don Quijote, desesperado, intenta desatarle los dos lazos que sujetan precariamente los greguescos. A continuación, Sancho nos deja con la boca abierta cuando le arremete, le pone la zancadilla y lo inmoviliza en el suelo. ¡El traidor criado atacando a su amo! Imagen escandalosa en una sociedad de rígida estructura. Muy crecido se siente el escudero, para tal atrevimiento. Incluso parafrasea aquello de “ni quito, ni pongo rey, pero ayudo a mi señor”. Sancho ni quita ni pone y ayuda a su señor, el cual no es otro que él mismo. Y si le promete no azotarle, lo soltará. De lo contrario, amenaza con un “aquí morirás, traidor…enemigo de doña Sancha”, encajando un verso del romancero. Se lo promete, si se pone así…

Sancho se levanta y busca un árbol más alejado, por si acaso. Siente que le tocan en la cabeza, levanta las manos y se encuentra con los pies de un hombre, calzado y todo. Tiembla, se va hacia otro árbol y lo mismo. Da voces y acude don Quijote que, enseguida cae en la cuenta del significado de tan macabro espectáculo. Aquellos racimos son cuerpos de bandoleros ahorcados por la justicia, de lo cual deduce que están cerca de Barcelona.

Amanece y se ven rodeados de cuarenta bandoleros, vivitos y coleando, que les dicen, en catalán, que se estén quietos, hasta que llegue su capitán.

Don Quijote lo entiende. A pie y desarmado, no es momento de locuras. Cruza las manos y espera.

Los bandoleros limpian las alforjas y la maleta que lleva el rucio, menos mal que Sancho lleva los escudos en la faja. Van a mirar sus intimidades, pero, en ese momento, llega su capitán y les ordena que no lo hagan. Admirado de ver la triste figura de don Quijote, se llega a él y le dice que no esté tan triste, que no ha caído en unas manos crueles sino en las del compasivo Roque Guinart.
Roque Guinart según Ana Queral.

El caballero sabe quién es el tal Roque, tal es su fama. Le responde que no le pone triste caer en su poder sino el haber faltado a la orden de la andante caballería que le obliga a vivir alerta. Si le hallaran armado y sobre su caballo, no les fuera fácil rendirlo. Y se presenta como don Quijote de la Mancha, de hazañas famosas en todo el orbe.

Al oírlo, Roque lo considera como más loco que valiente. Aunque había oído hablar de él, nunca tuvo por verdaderos su hechos. Se alegra mucho de haberlo encontrado y le dice que no considere el encuentro como fruto de la “siniestra fortuna”, que el cielo ayuda dando extraños rodeos.

Cuando Don Quijote va a dar cortésmente las gracias, oye un ruido de caballos, a sus espaldas. A toda furia llega un mancebo veinteañero, impecablemente vestido y sobradamente armado: daga, espada, escopeta y dos pistolas. Lleva prisa, urgentemente quiere hablar con Roque…

 Se acerca y ¡sorpresa! Sus ropas masculinas ocultan a una hermosa muchacha llamada Claudia Jerónima, hija de un tal Simón Forte, amigo de Guinart, al que le une la común enemistad con un tal Torrellas, el cual tiene un hijo, el Vicentet, del cual se enamora la forte doncella , a escondidas de su señor padre. ¡Uf! Que la mujer más encerrada pone en marcha rápidamente sus “atropellados deseos”. ¡Ay, Cervantes!

Él le promete, ella le da la palabra, mas no pasan a las “obras”. Pensamos que hemos entendido, no la ha deshonrado. Mas, unas líneas más abajo, se entera de que va a desposarse con otra y, sin permitir que se explique, le cose a balazos y le abre “puertas” por donde, dice, va a salir la sangre junto a su honra. Ya saben: glóbulos de honra. ¡Qué bruta! Y allí lo deja, que ni sus criados se atreven con ella.

Claudia Jerónima pide a Roque que le pase a Francia y, también, que defienda a su padre de la venganza de los de don Vicente.

Guinart, admirado pero prudente, quiere comprobar si el Vicentito está muerto.

Don Quijote, como caballero andante, se ofrece a hacerle cumplir la palabra prometida. Sancho avala las habilidades casamenteras de su señor; pero Roque sólo tiene ojos para Claudia y no hace caso ni a uno ni a otro. No entiende nada y les pide que se retiren a donde pasaron la noche. Ordena a sus escuderos que les devuelvan lo del rucio y se va con la vengativa mujer a buscar a Vicente, herido o muerto.

Cuando llegan, ya se lo llevan sus criados, para curarlo o enterrarlo. Claudia se llega a él y, enternecida pero rigurosa, le dice que si le diera sus manos a tiempo, no se viera así. El moribundo caballero le asegura que la han engañado, que él no se va a casar con la tal Leonora. Alguien quiso provocar sus celos. Y la quiere tanto, tanto que desea recibirla por esposa, asesina pero esposa. Él le aprieta la mano y ella se desmaya. Don Vicente muere y a Claudia la espabilan con agua fría. Chilla, se arranca los cabellos, se araña y se desespera desesperadamente. Todos lloran, incluso el duro bandolero.

Claudia Jerónima se va a un monasterio y se niega a que Roque la acompañe. ¡Ay, los celos! Y así termina este relato truculento, sin que intervenga ni Sancho ni don Quijote. ¿Por qué esta historia tan "postiza"? ¿Está parodiando ciertas novelas sentimentales?

El capítulo continúa, Roque se los encuentra donde los dejó ...El encantador bandido asalta a un grupo de viajeros y realiza un peculiar reparto del botín. Y da aviso a sus amigos de Barcelona, ahí va don Quijote.

Un abrazo de María Ángeles Merino Moya

Os pongo este enlace, es un artículo de "El País", de Antonio Muñoz Molina, comentando un libro del filólogo Rico. Entre otras cosas dice que, en el Quijote, siempre es verano.

Un abrazo de María Ángeles Merino , en especial para Pedro Ojeda.

miércoles, 28 de julio de 2010

¡Menudo capitulillo el 2,60 del Quijote!



Aquí estoy, manos a la obra, con el comentario al capítulo 2,60 del Quijote, el de esta semana. Se titula "De lo que sucedió a don Quijote yendo a Barcelona".

Una fresca mañana, Don Quijote y Sancho ,camino de Barcelona , evitan Zaragoza; el caballero intenta azotar al escudero por las bravas , éste le derriba e inmoviliza; árboles con racimos de ahorcados, ya están en Cataluña; Roque Guinart, el bandido generoso asalta a unos viajeros y reparte el botín de forma peculiar, los peculiares viajeros; Claudia la bella muchacha deshonrada que mata al autor de su deshonra , pero se casa con él mientras agoniza ; Roque escribe cartas a sus amigos de Barcelona , les avisa de que ahí va don Quijote...¡Menudo capitulillo el 2,60 del Quijote!

Hasta mañana, amigos. Se hará lo que se pueda.

martes, 27 de julio de 2010

Avellaneda contesta a Cervantes


Quijote apócrifo
En el comentario del 5 de junio de 2009,correspondiente al Prólogo al lector con que Cervantes comienza la segunda parte de su obra, publicado en este blog y en "La acequia", me imaginaba que Alonso Fernández de Avellaneda contestaba al verdadero padre de don Quijote. Ahora que hemos llegado al capítulo 2,59 me ha parecido oportuno publicarlo otra vez.


Alonso Fernández de Avellaneda contestaría a Cervantes con algo semejante a esto:

¡Válame Dios con este Cervantes! Dice que en el prólogo no ha de hallar el lector vituperios. Y diciendo que no lo dice, lo cierto es que me llama “asno, mentecato y atrevido”. Si se llega a decidir a reñirme y vituperarme…

La verdad es que no pude resistir la tentación y coger la pluma. Mi amigo Lope me animó a sacar a don Quijote de su aldea, mira qué aburrido está el buen hidalgo, todo el día contemplando como trajinan el ama y a la sobrina, mientras su lanza se cubre de orín. Sácale de allí y obtendrás más fama que el viejo Cervantes. ¿No niega él mismo su autoría? ¿No dice que fue ese Cide Hamete quien escribió el Quijote desde el capítulo IX en adelante?

Dice que con mi pan me lo coma, con pan candeal y alguna tajada de corderito lechal y con frutas de sartén ¡Faltaría más!

Se me fue la mano llamándole viejo, algo que no está en nuestra mano detener. Tiene razón, los años suelen mejorar el entendimiento, siempre que no se cumplan demasiados…y ya se está acercando a los setenta. Es afortunado, un viejo soldado que no ha visto su vida segada por el morbo gálico, las cuartanas o unas calenturas pestilentes.

Y, en cuanto a lo de manco, qué orgullo el motivado por sus heridas o por su gloriosa manquedad, originada en “en la más alta ocasión que vieron los siglos pasados, los presentes, ni esperan ver los venideros”. ¡Para lo que sirvió la batalla de Lepanto! Sólo tres años después, en 1574, Túnez y la Goleta cayeron en poder de los turcos.

Lo califiqué de envidioso y él confiesa poseer sólo envidia santa; mas seguidamente dice de cierto sacerdote, del cual no sólo admira el ingenio y las obras sino también “la ocupación continua y virtuosa”. Como todos saben que del “Fénix de los Ingenios” se trata, todos entienden la burla, que mi buen amigo Lope pecador es, y muy conocidos sus pecados, y calificarlo de virtuoso…

Le manifesté mi opinión acerca de sus novelas, más satíricas que ejemplares, a mi juicio. Son buenas pero censuran sin servir de ejemplo…Y él, apuntándose una alabanza, volvió el sentido de la palabra “satíricas”, yendo a su significado primero de “variadas”. Y, en cuanto, a lo de ejemplares, él sabrá lo que quiso decir con ese título.

¡Y dice que se contiene!¡Y que debo tener una gran aflición pues escondo mi nombre y mi patria. Afligido no me hallo, mas tuve mis razones para mentir; ni Alonso, ni Avellaneda ni tordesillano…traidor jamás. Todos conocemos a nuestro Alonso tan seco y avellanado.

¡Tentación! La puerta se quedó abierta, el libro terminaba "con esperanza de la tercera salida de don Quijote". Cuando tuve ante mis ojos ese verso extraído del “Orlando furioso”, el que dice: "Quizá otro cantará con mejor plectro”, pensé que me señalaba a mí. ¡Fama y dinero!

¿Qué me quiere decir con los cuentecitos de perros y locos? ¿Mi labor sólo ha sido hinchar una obra ya escrita? ¿He dejado caer una losa sobre su libro? ¿Me está amenazando?

En cuanto a las ganancias, si hay para los dos, miel sobre hojuelas. Me place que el teatro y la perendenga saquen de la pobreza a Cervantes, junto con el de la triste Figura. Y los dos príncipes que, por su bondad le favorecen, el conde de Lemos y el ilustrísimo de Toledo, don Bernardo de Sandoval y Rojas. ¡Sin adulación y sin aplauso! ¡Favorecido por los altos y nobles espíritus!

Veamos la dedicatoria que escribe para el de Lemos. A juzgar por sus palabras, se ha visto obligado a encaminar, a toda prisa, a su don Quijote, para aliviarse de las nauseas que mi don Quijote le ha producido. ¡A mí me causa hámago leer el cuento ése del emperador de la China! Lo confiesa, está enfermo y “muy sin dineros”; aunque el conde lo sustente y lo ampare. No lo dudo, no, amigo Cervantes, que ciertamente conoces mi nombre…

En cuatro meses tendrá lo de Persiles y Segismunda, y besa las manos, los pies , lo que haya que besar. ..Criado de Vuestra Excelencia, así concluyes la dedicatoria, Miguel. Dices bien…

Firmado por ése que tú conoces tan bien, amigo de ése que tanto envidias.


Un abrazo a Pedro y a los que nos visitan

María Ángeles Merino Moya

lunes, 26 de julio de 2010

Mirad las flores del trigo (Palacios de Benaver)







Sin agujitas, sin raspas, trigo moro, trigo sarraceno o trigo mocho. Mirad las flores con que se adorna ese trigo en este trigal...

viernes, 23 de julio de 2010

En una venta mal abastecida, don Quijote se entera de que lo han “avellaneado”.


Don Quijote se entera de que lo han “avellaneado".

Segunda parte al comentario al capítulo 2,59 del Quijote, publicado en "La acequia".

Pregunta don Quijote, al huésped, si hay posada. Se sienta en un poyo y se está quietecito y calladito, Sancho recoge la llave, guarda su repostería en un aposento, lleva los jumentos a la caballeriza y los piensa. Todo tan normal, qué alivio. Demos gracias al cielo.

Se recogen en su estancia, Sancho pregunta al huésped qué tiene para cenar y éste le dice que pida por esa boca ya que la venta dispone de un buen surtido de “pájaricas”, aves y peces. No hace falta tanto, ásenles dos pollos y será bastante, que ni el amo ni el criado son tragantones. Mas no hay pollos, ni pollas, ni ternera, ni cabrito, ni huevos con tocino, eso último tan socorrido. Al final, sólo cuenta con una pobretona olla con garbanzos y dos uñas de vaca, todo un homenaje al hambriento hidalgo del Lazarillo.



Ni pollos ni pollas, aunque sean híbridas como éstas.


¡Ay, aquellos huevos que gastó el ama! En esta venta ni huevos...

Sancho está hambriento y recibe bien la propuesta, qué remedio. Que nadie las toque, dice. Y el ventero le asegura que nadie lo hará, que sus huéspedes son tan “principales” que traen cocinero y de todo. Nadie más principal que su amo, asegura el escudero; pero su oficio impide llevar encima despensas ni botillería. Eso sí, de bellotas y nísperos se pegan cada atracón...

Se acabó la plática, que el huésped pregunta qué ejercicio es el de su amo y ya salieron malparados en otra venta, con otro ventero…

Llega la hora y se disponen a cenar la olla, en su estancia. Pero, en ese momento, don Quijote oye algo muchísimo más interesante que la comida.

En el aposento de al lado alguien le dice, a un tal don Jerónimo: “leamos otro capítulo de la segunda parte de Don Quijote de la Mancha.” Don Quijote escucha atentamente lo que de él se trata. Al parecer Jerónimo no quiere leer “esos disparates” y opina que no puede gustar la segunda parte al lector de la primera. Su compañero, llamado don Juan, le anima a leerla porque “no hay libro tan malo que no tenga alguna cosa buena”, aunque le disgusta que pinte a don Quijote “desenamorado de Dulcinea”.

¿Desenamorado? El caballero, enfadadísimo, no aguanta más. Declara, en voz alta, que don Quijote no olvida y no puede olvidar a Dulcinea. Y si alguien lo dice, le hará ver lo equivocado que está, que ni don Quijote puede olvidar ni ella ser olvidada.

Los del otro aposento preguntan quién les responde y Sancho les hace saber que es el mismo don Quijote de la Mancha. Inmediatamente entran dos emocionados caballeros lectores, que echan los brazos al cuello de su héroe de ficción. Y al verlo, proclaman que no hay duda, están ante el “norte y lucero” de la caballería andante, a pesar de cierto autor usurpador, cuyo libro le entregan. Es una falsa segunda parte de su historia.

Don Quijote hojea el libro y “de allí a un poco” da su opinión. Sin leerlo y en muy poco tiempo, encuentra tres cosas reprehensibles: algunas palabras del prólogo, la escasez de artículos y cuando dice que la mujer de Sancho se llama Mari Gutiérrez.

Las palabras del prólogo deben ser ésas en que tilda al autor de viejo, manco y envidioso. La escasez de artículos la considera Cervantes, erróneamente, como un aragonesismo. Lo de llamar Mari Gutiérrez a Teresa Panza fue, en realidad, culpa de Cervantes que así la bautizó en la primera parte. Socarronería cervantina…

Sancho se sorprende y pide a su señor que mire a ver si anda él por ahí , no vaya a ser que le hayan cambiado el nombre.

Don Jerónimo se fija, ahora, en Sancho. Lo reconoce y le dice que “este autor moderno” le pinta comilón, simple, nada gracioso y muy diferente del de la primera parte.

Los dos caballeros invitan a don Quijote a una cena más digna de un caballero, en su aposento, dejando a Sancho con toda la olla, a compartir con el ventero.

Durante la cena le piden nuevas de Dulcinea. Casada, parida, preñada…no por Dios. O si se acuerda de don Quijote y sus pensamientos amorosos, en el caso de que esté soltera y entera. Intacta su entereza y tan seca como siempre; pero transformada en burda labradora. Y les cuenta, con todo detalle, lo del encanto, lo de Montesinos, el sabio Merlín y los azotes de Sancho.

Los dos caballeros lectores reciben gran contento con esos sucesos y quedan admirados. ¡Qué disparates cuenta y qué estilo tan elegante! Ya les parece discreto, ya les parece loco y mentecato. Mitad y mitad.

Sancho acaba de cenar y se pasa a la estancia de su amo. Quiere preguntar si el autor de ese libro, ya que le llama comilón, le llama también borracho.

Se lo confirman, pero le tranquilizan diciendo que son razones mentirosas, a la vista del buen Sancho presente. El cual lo tiene claro, ese Quijote y ese Sancho no son los de la historia compuesta por Cide Hamete Benengeli. El amo es valiente, discreto y enamorado. El criado es simple gracioso, ni comilón ni borracho.

Don Juan lo cree así y opina que se había de dar la orden: ninguno tratará las cosas de don Quijote si no es Cide Hamete, su primer autor.


En checo, pero de Cervantes(foto Julio y Esther)

Nuestro caballero pide que le retraten pero no le maltraten, que la paciencia se cae, bajo el peso de la injurias. Ninguna se le puede hacer porque, como dice don Juan, dispone de la venganza o su gran paciencia. Cervantes, tal vez, esté pensando en él mismo cuando escribe esto. ¡Paciencia!

Pasan gran parte de la noche en estos razonamientos. Don Juan quiere que el caballero andante lea más del libro pero él les dice que lo da por leído y lo confirma “por todo necio”. Además, no quiere que el autor se alegre pensando que don Quijote lo ha leído.

Le preguntan hacia dónde se dirige y responde que a Zaragoza, a las justas. Don Juan le dice que la “nueva historia”, pobre y simple, lleva a ese don Quijote, o quien sea, hasta Zaragoza. Al oír esto, decide que no pisará Zaragoza, para poner en evidencia la mentira del “historiador moderno”.

Don Jerónimo aprueba su decisión y le recuerda que hay justas también en Barcelona. Así lo va a hacer, pide licencia para acostarse y se ofrece para que le pongan en la lista de grandes amigos y servidores. El mismo ofrecimiento hace humildemente el escudero.

Los dos caballeros lectores quedan admirados de la mezcla de discreción y locura y, por supuesto, están seguros de que estos son los verdaderos y no los del escritor aragonés.

Madruga don Quijote y se despide de sus admiradores, dando golpes en el tabique del aposento. Esta vez Sancho paga muy bien al ventero y le aconseja menos alabanzas y más provisiones.

Este extraño suceso ¿se puede tener por aventura?

Un abrazo para todos los que pasáis por aquí de:

María Ángeles Merino Moya


jueves, 22 de julio de 2010

El verde prado, la fresca fuente, don Quijote chantajea pero Sancho sortea.



Primera parte del comentario al capítulo 2,59 del Quijote, publicado en "La acequia"

Donde se cuenta del extraordinario suceso, que se puede tener por aventura, que le sucedió a don Quijote.

Una “fuente clara y limpia” les socorre del polvo, del cansancio y del susto, mucho susto…El agua refresca y hace cobrar el aliento ¡Aquellos toros descomedidos!

En una “fresca arboleda “se sientan caballero y escudero, mientras el rocín y el rucio pacen a sus anchas. Sancho extrae, de las alforjas, un tesoro de pan y queso; mas don Quijote, pesaroso, no come y Sancho, comedido, espera a su señor, hasta que el escudero, impaciente, se olvida de la cortesía y comienza a engullir pan y queso.

Don Quijote, sarcástico, le dice que coma, viva y... le deje morir a manos de sus pesarosos pensamientos. Si él nació “para vivir muriendo”, se ve que Sancho lo hizo “para morir comiendo”. Ahora que sus historias son impresas , respetándole los príncipes, solicitándole las doncellas…ahora que espera palmas, se ve pisado por inmundos animales. Considerando esto, no puede comer y se dejará morir de hambre, la peor muerte.

Creo que , en realidad, a don Quijote no le duelen tanto las coces y su breve huelga de hambre es una redecilla que va a tender al pajarillo Sancho. El chantaje emocional es una trampa que Sancho va a saber sortear.

Él mastica y desaprueba la actitud de su señor. Le aconseja bien: hay que tirar de la vida y la desesperación es gran locura. Coma un poco, échese un sueñecito sobre la hierba y volarán las pesadumbres.

Estas “filosofías” convencen a don Quijote que , seguramente, empieza a tener algo de hambre. Ahora es el momento de proponérselo. Él dormirá, y mientras tanto, puede Sancho apartarse, echar al aire sus “valientes posaderas” y azotarse un poquillo, con las riendas de Rocinante. Sólo unos trescientos o cuatrocientos azotitos de nada, y comenzará la cuenta atrás para desencantar a Dulcinea.

Sancho sabe parar a su amo. Tranquilo, mi amo, por ahora los dos echamos un sueñecito y Dios dirá. Tenga paciencia la encantada tobosina y verá a Sancho como una criba, cumpliendo lo prometido; que azotarse es “cosa recia” y precisa su preparación.

Don Quijote se lo agradece, come algo y a dormir los dos. El rucio y el rocín, compañeros inseparables, quedan libres para darse un atracón de jugosa hierba.
Y el verde colchón se pega a sus magullados cuerpos más de la cuenta y han de apresurarse para recorrer esa legua que los separa de una venta; que así la llama don Quijote esta vez , abandonando su antigua costumbre de llamar castillos a las ventas.
(Sigue)

Un abrazo para Pedro Ojeda y para todos los que pasáis por aquí. Sigo con el capítulo...

lunes, 19 de julio de 2010

domingo, 18 de julio de 2010

Suri al agua!!



Hola. Mira que soy relimpia, pero no ha habido manera.

Me amenazaban mis papis con meterme en la bañera, y hoy, por fín, lo han conseguido. Me han calado desde los pies hasta las orejotas. Y luego he tenido que aguantar la sesión de peinado y secador. Shiro me miraba con cara de terror, sólo de pensar que él podría ser el siguiente, pero se ha librado, el muy cab...

Pero para cabr... los que están ahí en frente con el Carabaña Rock. Han empezado a dar vocinazos a las 3 y media de la tarde con las pruebas de sonido, y no sabemos hasta que hora estarán dando por c... y me perdonen que sea soez, pero mi ventana da justo al escenario y no paro de oír berridos tipo "a ver esos cuernos, joputas!" y todo se pega menos la hermosura, y en el día de hoy, por no pegar, no se pega ni ojo.

Para el próximo año, estoy empezando a buscar asilo político. Espero de algún alma caritativa que se apiade de mí.

Fdo: Suri.

sábado, 17 de julio de 2010

Que trata de la Libertad, santos a caballo, agüeros, la ceguezuela Altisidora,una Arcadia fingida y un tropel de toros . Menudo menudeo.(2)


Ana Queral pinta al Quijote.

Segunda parte del comentario al capítulo 2,58 del Quijote, publicado en "La acequia".


Dice bien Sancho, pero ahora don Quijote quiere matizar aquello que dijo de tener por buen agüero el ver tal muestrario de imágenes. Eso que el vulgo llama agüeros no se funda “sobre natural razón”, son felices acontecimientos y nada más. Y eso ha querido decir nuestro caballero, que un cristiano y discreto caballero andante no cree en tales supercherías, no es un agorero “mendoza” que se acongoja si derrama la sal. A los malos agüeros se les da la vuelta, se les ve como buenos y asunto terminado…

Sancho asiente y vuelve con Santiago Matamoros, quiere que le aclare por qué es costumbre española entrar en la batalla al grito de « ¡Santiago, y cierra, España!» Se pregunta si está España abierta y hay que cerrarla. Don Quijote le tilda de simplicísimo y le explica que Dios nos dio al de la cruz colorada por patrón, qué cruz. Por eso, se le pide amparo cuando atacan los agarenos. Y se presenta en persona, que hay quienes le ha visto faenando en algunas gloriosas batallas “derribando, atropellando, destruyendo y matando” al islámico enemigo. ¡Un santo; oiga!

Como no se entera de lo que cierra Santiago, Sancho cambia de tema. Ahora se muestra “maravillado” de la desvergüenza de aquella Altisidora, tan ceguezuela como el rapaz que la traspasó con sus flechas, ése que llaman Amor. Don Quijote le advierte que el primer efecto del amor es quitar la vergüenza y, despojada de ella, declaró Altisidora esos deseos que confundieron al viejo hidalgo.

El escudero, que a estas alturas se toma todas las confianzas, tacha a su amo de cruel, desagradecido y de corazón duro. Y no se explica qué vio Altisidora para enamorarse de esa manera. Que si, en don Quijote, se ven “más cosas para espantar que para enamorar”…no sabe “de qué se enamoró la pobre”. Vamos, que le llama feo con toda la desvergüenza. Pero el aludido le advierte, con toda paciencia, que hay dos hermosuras: la del alma y la del cuerpo. La del alma se muestra en las buenas cualidades morales que también caben en un hombre feo. Su amo sabe que no es guapo; pero no es ningún monstruo y eso es suficiente si va unido a las dotes del alma.

Razonando y platicando, se apartan del camino y entran en un bosque. De pronto, el caballero andante se enreda en unas redes de hilo verde, tendidas de unos árboles. Lo interpreta en clave caballeresca: está ante una nueva aventura, obra de los encantadores que le han enredado, para que no siga su camino. Se vengan por haber sido riguroso con Altisidora. Pues que se enteren, si en vez de hilo fueran de diamante las rompería igualmente.

Caballero y escudero se abren paso entre las redes y ven salir, entre árboles, a dos hermosísimas y jovencísimas pastorcillas, vestidas con sayas y pellicos; mas tan ricas son las telas que niegan su pastoril condición. Sus cabellos, tan rubios que con el sol pueden competir, libres vuelan libres por sus espaldas, pero se coronan con delicadas guirnaldas de laurel y amaranto.

Hermosa vista que admira a Sancho, suspende a don Quijote, detiene al sol e impone el silencio…hasta que habla una de las zagalas, para pedirle que no rompa las redes, tendidas para pasatiempo y no para hacer daño. También desea decirles quiénes son. Son hidalgos y gente principal de una aldea cercana que se entretienen representando una nueva Arcadia, pastorilmente vestidos. Traen aprendida una égloga de Garcilaso y otra de Camoens. Gente que lee…

Tienen plantadas sus tiendas de campaña, al lado de un arroyo, junto a un prado ameno. Como les faltaba el detalle de los pajarillos, tendieron unas redes. Don Quijote, si gusta de ello, puede ser agasajado como huésped de este grupo tan bucólico.

Nuestro caballero está encantado con el juego literario, aunque lo suyo sea de otro género. Manifiesta haberse quedado atónito con la belleza de la primera zagala y alaba el asunto de sus entretenimientos. Ofrece sus servicios como bienhechor de todos y, en especial, de la gente principal. Y se presenta como don Quijote de la Mancha…

La otra bella pastorcilla ha leído el libro y comunica alegremente a su amiga, la ventura que supone tener delante a este señor. El más valiente, el más enamorado y el más comedido del mundo. Y ahí está su escudero Sancho Panza, el más gracioso.

Su compañera cae en la cuenta de que conoce de “oídas” al caballero. Y sobre todo ha llegado a sus oídos su fama de “leal enamorado” de la hermosa Dulcinea del Toboso. Hay que suplicarle que se quede, para disfrute de sus padres y hermanos…

Muy galantemente deja compartir “la palma de la hermosura” con su Dulcinea, pero don Quijote no puede detenerse, ha de atender las obligaciones de su profesión.

Ahora llega el hermano de una de ellas, vestido también de pastor engalanado. También ha leído la quijotesca historia y le pide que vaya con él a sus tiendas. Le convence con masculina persuasión.

Se llenan las redes de incautos pajarillos y se juntan más de treinta personas vestidos a la moda pastoril. Reciben no poco contento al saber que tenían delante, en carne y hueso, a los personajes de aquella conocida historia.

En las tiendas, las mesas ofrecen una buena comida. Don Quijote come con ellos y todos le miran y admiran. Alzan los manteles y alza el hidalgo su voz, para dar un reposado discurso, dando unas cuantas vueltas al agradecimiento. El desagradecimiento es un pecado del que ha procurado huir. Y en agradecimiento a las mercedes recibidas, proclamará que las señoras zagalas son las más hermosas y corteses del mundo, exceptuando sólo a Dulcinea. Y lo hará durante dos días, en el real camino.

Sancho, entusiasmado, pregunta si puede haber quien diga que su señor está loco, diciendo lo que dice. Y a don Quijote le molesta muchísimo la salida de su escudero. Con el rostro encendido le reprende agriamente, llamándole tonto, bellaco, malicioso…Le manda callar y ensillar a Rocinante. Con gran furia, se levanta de la silla, dejando a los presentes en la duda, si es loco o cuerdo.

Puesto sobre Rocinante, con su escudo y su lanza, se coloca en medio de un real camino, cercano a la Arcadia. Le sigue Sancho con su rucio y toda la gente del “pastoral rebaño”, deseosos de ver en qué para su extravagante ofrecimiento.

¡Y hiere el aire con sus palabras! Se dirige a todos los que pasan por el camino, proclamando que don Quijote de la Mancha está allí puesto para defender la superior hermosura de “las ninfas habitadoras de estos prados y bosques” sobre todas…dejando a un lado a su señora Dulcinea. Y si alguien es de parecer contrario, allí lo espera.


Ana Queral pinta al Quijote.

Dos veces lo repite y nadie aparece…Pero, poco después, aparecen muchos hombres a caballo, con lanzas y mucha prisa. Los “pastores” los ven y se apartan. Sólo don Quijote se está quedo, con Sancho escudado en las ancas del rocín.

Uno de los lanceros, a grandes voces, le dice que se aparte, porque unos toros le harán pedazos. No hay toros que valgan para don Quijote, el cual insiste en que los lanceros confiesen lo que él ha publicado.

Un tropel de toros bravos, con mansos y cabestros, pasan sobre don Quijote, Sancho, Rocinante y el rucio. También los vaqueros y otros que llevan los toros a encerrar. Sancho molido y espantado don Quijote. El rucio y Rocinante también llevan su parte.

Cuando consigue levantarse, don Quijote corre tras la vacada y vocea a la “canalla malandrina”, pero los corredores no hacen ni caso a sus amenazas. Cansado y enojado, espera a que lleguen Sancho, Rocinante y el rucio. Suben amo y mozo y siguen su camino, sin despedirse de la Arcadia fingida.

Un abrazo de María Ángeles Merino






jueves, 15 de julio de 2010

Que trata de la Libertad, santos a caballo, agüeros, la ceguezuela Altisidora,una Arcadia fingida y un tropel de toros . Menudo menudeo (1)

Primera parte del comentario al capítulo 2, 58 del Quijote, publicado en "La acequia".

Que trata de cómo menudearon sobre don Quijote aventuras tantas, que no se daban vagar unas a otras.


Si atendemos al título, son muchas y seguidas aventuras las que nos esperan. Mas lo que nos encontramos son algunos razonamientos entre Don Quijote y Sancho: que si la libertad, que si qué habrá visto Altisidora en vuestra merced, que si los agüeros…Y varios encuentros: con unos que transportan imágenes de santos, otros que juegan a pastorcillos de la Arcadia y un tropel de toros bravos, como broche final, lo único con trazas de aventura.

Empezamos la lectura del LVIII. ¡Uf! ¡Qué alivio! Ahora sí que está en su elemento, ahora sí renueva el espíritu de la caballería. Ya está don Quijote en el campo, con su fiel Sancho, libre de los requiebros de Altisidora y de las burlas de los duques. No nos extraña que, al dejar atrás el castillo, sus primeros “razonamientos”, con su escudero, hablen de libertad, “uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos”. Tesoro inigualable por el que se puede y se debe poner en riesgo la propia vida. Por el lado contrario está el cautiverio, el mayor mal.


Libertad


Cautiverio

Don Quijote le razona como se sintió en la estrechez, en medio de la abundancia. Porque a los banquetes, ofrecidos por los duques, les faltaba el sabroso ingrediente de la libertad, la de gozar de algo propio. Las “mercedes recibidas” son ataduras que no dejan al ánimo a sus anchas. Cervantes, harto de agradecimientos, pone en boca de su personaje ese anhelo de no tener que agradecer nada a nadie, al vejo estilo del “Beatus ille”.

Pero Sancho aprovecha para informarle de los doscientos escudos de oro que le dio el mayordomo, algo que “no es bien que se quede sin agradecimiento”. Bolsilla sobre el corazón, que calma su ansiedad, ante la posibilidad de caer en ventas donde les apaleen.

Tras los “razonamientos”, ven a una docena de labriegos comiendo en la yerba, con unas capas a guisa de mantel. Junto a sí, unas sábanas blancas que cubren unos bultos.

Don Quijote, picado de la curiosidad, tras saludarlos cortésmente, les pregunta por lo que cubren los lienzos. Uno de ellos le responde que son unas imágenes para un retablo y que las llevan, cuidadosamente, hasta su aldea.

Al caballero andante le gustaría verlas, deben ser buenas si con tanto mimo se transportan . El hombre que le habla no tiene duda de su bondad, dado su precio de más de cincuenta ducados cada una. Se levanta y quita la cubierta a la primera imagen de la caballería celestial que va a componer el modesto aldeano retablo.


"San Jorge", Ana Queral pinta al Quijote.

Es un San Jorge, bien doradito, tal y como solía pintarse, hincando la lanza al fiero monstruo enroscadito a sus pies. Don Quijote lo identifica como caballero andante de la milicia divina y defensor de doncellas.


San Martín (Ana Queral pinta al Quijote)

Pide que le enseñen más imágenes y le sigue la del caritativo San Martín, dando media capa a un pobre. Toda entera se la diera, según don Quijote, si fuera verano. A lo que Sancho contesta con un atinado refrán, tanto que su amo se ríe y no se enfada: “para dar y tener, seso es menester”.


San Diego (Ana Queral pinta al Quijote)

A continuación destapan a un Santiago Matamoros, don San Diego, en su cotidiana faena de cortar cabezas y pisotear moros con las patitas del caballo. “Uno de los más valientes y santos caballeros” del mundo y del cielo, dice don Quijote.


San Pablo (Ana Queral pinta al Quijote)

La milicia celestial se completa con San Pablo, en plena conversión, cayéndose del caballo. Tal parece que Cristo le habla y Pablo responde. El mayor enemigo y el mayor defensor de la Iglesia, caballero andante, santo, trabajador y enseñante; todo eso dice don Quijote que fue y los portadores deben estar preguntándose de dónde ha salido éste que sabe tanto.

No hay más imágenes, las manda cubrir y va a expresar su satisfacción por haber visto a estos caballeros que, al igual que él, profesan el ejercicio de las armas. Por buen agüero lo tiene, aunque él pelee a lo humano y los santos hicieran uso de su fuerza para ganar el cielo, a lo divino. Don Quijote quisiera saber lo que ha de conquistar con sus trabajos, se siente sin rumbo. Si su Dulcinea “saliese de lo que padece” podría encaminar sus pasos. Sancho sabe de qué van los tiros y… amén; pero los del retablo no entienden las razones de tan extravagante personaje. Cargan con sus santos de madera y se despiden.

Sancho queda admirado de la sabiduría hagiográfica de su señor y dirigiéndose a él como “señor nuestramo”, fórmula campesina de mucho respeto o cariño, manifiesta su satisfacción por esta aventura tan dulce, sin palos ni peleas.

Y nos preguntamos ¿por qué Cervantes incluye este encuentro tan pacífico? Tal vez, para dar un repaso irónico, propio de un erasmista, al gusto exagerado por las imágenes que trae la Contrarreforma Católica. Las iglesias se llenan de recargadísimos retablos, con especial predilección por los caballeros andantes del santoral, porque “el cielo padece fuerza”. No se salvan ni las iglesitas de las aldeas, unos pocos ducados y no van a ser menos que los del pueblo de al lado. Si los protestantes quitan los santos de los templos, los católicos no han de dejar un hueco sin cubrir.
(Sigue)

martes, 13 de julio de 2010

A partir de mañana podemos visitar el Museo de la Evolución Humana, en Burgos.




Así estaba hoy el Museo de la Evolución Humana, en Burgos, a la espera de la Reina Sofía que hoy lo ha inaugurado.

Museo de la Evolución Humana en Burgos (La Mañana en Vivo)





Luz del Olmo (Ele Bergón) y María Ángeles Merino (Abejita de la Vega) se reunieron cerca del Museo, el 8 de julio pasado y encontraron al "Homo Antecessor", acompañado de un niño que nos representa a todos, los "Homo Sapiens". La criatura no se queja y eso que María Ángeles le ha puesto la mano en la carita y no le deja ver.

Podéis hacer una visita virtual pinchando aquí.

Lo de las entradas os lo cuentan aqui

Es interesante la oferta de visita combinada: museo, yacimientos de Atapuerca y transporte por 10 euritos.
Hablaremos...

domingo, 11 de julio de 2010

Palacios de Benaver en julio: trigo, amapolas, tapia, ciprés, palomar...pájaros cantando.



El trigo, las amapolas, las florecillas, los hierbajos, la tapia, el ciprés y el palomar. Pero me falta algo en ese querido rincón, al que yo llamo el de Sor Austringiliana; con todos los respetos hacia quienes viven detrás de esa tapia...




¡Aquella mañana de abril!

"Y se quedarán los pájaros cantando"

viernes, 9 de julio de 2010

Kety me envía este poema .



A CURRY

Bajo la sombra
Del castaño de Indias
Curry jugaba

Acompañado
De su más fiel amiga
Que le cuidaba.

Curry le dejó
Excelentes recuerdos
Grandes momentos.

Su compañía
Su mirada anhelante
Todos sus gestos.

Kety Morales


Me gusta mucho, Kety. Da la casualidad de que esta mañana he salido a paseo por allí y he hecho fotos de aquel que llamamos " árbol mujer ". Donde antes estaba mi perrillo ahora hay unos rayitos de sol. Eso era él para mí, un rayito maravilloso que iluminó mi vida casi 13 años. Gracias, amiga



Gelu me dice :

Trece años, Curry,
provocando sonrisas,
perrillo amigo.


Gracias, amiga Gelu

jueves, 8 de julio de 2010

Don Quijote no desea estar entre algodones. A Sancho, tal vez, no le importara ....



Coloco aquí a un don Quijote y a un Sancho, pequeñitos y de barro. Los dejo descansar sobre una nube de algodón que se posa en dicho capítulo. El caballero andante no desea estar entre algodones. Al escudero, tal vez, no le importara ... En realidad, los duques no les han dado precisamente una vida ociosa ni regalada. ¡No les han dejado en paz un momento!

Capítulo 2,57 del Quijote, publicado en "La acequia".

Que trata de cómo don Quijote se despidió del duque y de lo que le sucedió con la discreta y desenvuelta Altisidora, doncella de la duquesa.

Don Quijote, guiado por sus lecturas, sabe que un caballero andante huye de la ociosidad. El mundo necesita de sus servicios y ha de abandonar esta vida, entre algodones, que lleva en el castillo. Para ello, ha de pedir licencia ,a los duques, para partir; y ellos se la dan, con muestras de pesar. Se acabó la diversión, vaya por Dios.

Sancho Panza recibe aquellas cartas que escribió su Teresa. Y llora con ellas. Se lamenta por aquellas grandes esperanzas engendradas en el pecho de su buena mujer. Pero está contento, su Teresa no olvidó remitir las bellotas para la duquesa. Y nadie puede hablar de cohecho bellotero porque cuando se las envío, ya era Sancho gobernador. Y, de todas maneras, se justifica, es razonable mostrarse agradecido siempre que se recibe algo. E insiste, machaconamente, en que desnudo nació y desnudo está, ni ha perdido ni ha ganado.

Don Quijote se presenta armado en la plaza del castillo, dispuesto para partir. Desde los corredores mil ojos le siguen, incluidos los de los duques.

Sancho no cabe en sí de gozo. Alforjas, maleta, repuesto y…doscientos escudos de oro que le dio el mayordomo, para el camino. Su amo aún no sabe nada del bolsico recibido.

Entre dueñas y doncellas curiosas, se alza una voz quejumbrosa. Es Altisidora, deseosa de complacer a los duques con una prórroga de la burla, una romancera despedida despechada que no está en el guión.

El mal caballero, falso y monstruo horrendo, ha de escuchar las recriminaciones que le hace la poetastra, jugando paródicamente con Virgilio, con Ovidio o con Lope de Vega que pilla mucho más cerca.


Ana Queral pinta al Quijote.

Su contenido no tiene desperdicio burlesco. Don Quijote es el “fugitivo Eneas” y el pobre Rocinante es “una mal regida bestia”. La que canta, aparte de “corderilla”, es “la más hermosa doncella” en los montes de Diana y en las selvas de Venus. No tiene abuela esta muchacha. Luego dirá que sus piernas se igualan al mármol del mejor , blancas o negras, qué más da.

Ya están los oyentes a punto de reventar de risa cuando Altisidora acusa de ladrón al impío. Se lleva sus “entrañas” entre las garras, cual un ave de rapiña. Y no contento con eso, roba sus tres gorras de dormir y ¡una liga! Comprometedora está esta Altisidora.

Sigue con las maldiciones. Que Dulcinea no salga de su encanto por las duras entrañas, y tiernas posaderas, de Sancho. Que todo le salga al revés, que le tengan por falso en todas partes, que pierda jugando a las cartas, que sangre si le cortan los callos y le dejen la raíz si le sacan una muela. De Dulcinea a los raigones, se ha despachado a gusto la del “harpa”. Desde el mundo ideal que sueña don Quijote hasta las curas chapuceras de algún barbero cirujano…Barroco contraste.

Mientras Altisidora se queja así, don Quijote la mira en silencio. Se vuelve,muy, muy nervioso, hacia Sancho y le pregunta, por sus muertos, si tiene las prendas de la “enamorada doncella”. El escudero reconoce tener los tres tocadores; pero lo de las ligas está tan lejos de la verdad como los cerros de Úbeda.

La duquesa queda admirada del desparpajo de Altisidora. La tenía por atrevidilla pero no tanto. Además del contenido de la cancioncilla, ya es una osadía no advertirla , de esta prolongación de la burla.

El duque aguanta la risa para reforzar la farsa , con unas severas palabras hacia el atrevido caballero, que ha osado llevarse, por lo menos, tres tocadores; circunstancia que no se corresponde con su fama.

Y si no devuelve las ligas, el duque le desafía “a mortal batalla”, sin temer a “malandrines encantadores” que le cambian la cara, como han hecho con Tosilos. Los presentes no pueden más, van a estallar las carcajadas como esto se prolongue.

Don Quijote responde que no, por Dios. Dios no lo querrá. ¿Cómo va a desenvainar su espada contra su ilustrísima, de quien tanto ha recibido? Devolverá los tocadores. Ni caballero ni escudero tienen las dichosas ligas. Que busque y rebusque Altisidora en sus íntimos cajones y aparecerán. Seguro.


Al viejo hidalgo le duele especialmente lo de ladrón, acusación tan grave, algo tan lejos de su condición antes, ahora y en el futuro, con la ayuda de Diosa. Palabras de enamorada, qué culpa tiene él. Y suplica a Su Excelencia le tenga en su prístina buena opinión y le dé licencia para seguir su camino.

Contesta la duquesa y le expresa el deseo de que Dios se lo dé inmejorable y las buenas nuevas lleguen a sus ávidos oídos. No se resignan, no, a perder de vista su pasatiempo favorito. ¡Qué bien lo han pasado viviendo con un caballero andante! Mejor que con los libros, sí. Pero que ande ya con Dios, que va abrasando con su fuego a las enamoradizas doncellas. En cuanto a la suya, la castigará para que no se desmande…

La que presuntamente va a ser castigada, cierra el capítulo pidiendo perdón por lo de las ligas. Ahora se da cuenta, la muy descuidada, que las lleva puestas. La muy graciosa se acuerda ahora de un cuentecito, el de aquel que buscaba el burro y sobre él iba montado.

Sancho expresa su satisfacción. Si hubiera querido ser ladrón, qué mejor ocasión que la de su gobierno.

Don Quijote hace mil reverencias a los duques y a todos. Sale del castillo con Sancho, en dirección a Zaragoza. ¿Los veremos allí?

Un abrazo de María Ángeles Merino para todos


lunes, 5 de julio de 2010

"esto del amor es como un misterio y yo creo que nadie lo ha resuelto todavía. "


Caserio Zabalaga, en el Chillida Leku. La cámara de la "abejita de la vega" pilló a estos dos ¿enamorados?

Ele Bergón, mi amiga Luz del Olmo, dijo:

Ya está el cotilla del mayordomo diciéndole a los duques lo que mi padre ha hecho o dicho o ha dejado de hacer o decir ¡Qué manía le tengo!.

Ahora le van a tomar el pelo al Alonso y el bobo va a caer en la trampa,no sin antes encomendarse a Dulcinea, hacia tiempo que no la mentaba, pero¡ay! viene el Amor " que es invisible y entra y sale por donde quiere sin que nadie le pida cuenta de sus hechos". Ahí el Cervantes ha estado sembrao, si lo sabré yo. No sé el porqué me enamoro y desenamoro sin ton ni son. Ahora estoy en el pueblo de mi madre de vacaciones y la Nerea, pues como que se me está olvidando. Yo quiero recordarla,pero pasa el día y apenas le he dedicado un pensamiento. Estoy todo el día en la calle y hay cada pibita por aquí con unos cuerpazos que cualquiera se resiste. Así que por una vez y sin que sirva de precedente, le comprendo al tal ¨Toslos, porque esto del amor es como un misterio y yo creo que nadie lo ha resuelto todavía.

Los encantadores han vuelto, claro que vienen muy bien para echarle la culpa de todo lo que no tiene explicació,como esto del amor.

Choque de manos y felices vacas para los que estáis disfrutando de ellas.¡Que bien se vive en vacaciones!


Choque de manos
El Sanchico

sábado, 3 de julio de 2010

Cervantes y la jubilación de Jacinto, un gran maestro y un gran compañero.




Ele Bergón, mi amiga Luz del Olmo, en su blog, nos habla de la jubilación de Jacinto Fernández, gran amigo y compañero, en el Centro de Educación de Adultos "Enrique Tierno Galván".Incluye el hermoso soneto que le dedicó , titulado : "Sin despedida". No os lo perdáis...

Tuve la suerte de trabajar y aprender con Jacinto, en mis dieciséis años, en ese centro. Todo un privilegio. ¡ Ay, aquellos viernes!

La Dirección Territorial de Educación de Madrid Este, con sede en Alcalá de Henares, ha tenido la acertada idea de regalar estos bustos cervantinos a los maestros que se jubilan, en su área. Jacinto lo recibió de manos de la Directora del Centro, Carmen Jiménez, durante la celebración del día 29 de junio, en la que estuve presente como si el tiempo no hubiera pasado, un gran día para mí...Gracias, compañeros.

Ofrezco las quijotescas imágenes a la colección de Pedro Ojeda.

Jacinto, que la jubilación sea de verdad un júbilo para ti, aunque sabemos que no dejarás ni el Inglés ni las flores. Un abrazo muy grande de esta compañera , la de Campo Real, que tanto aprendió de ti.


Os aconsejo también esta entrada , en el blog de Luis Cuesta.

¡Ah! Se me olvidaba decir que Jacinto Fernández fue, a su estilo un gran Quijote. De Molina de Aragón a Torres de la Alameda, de Torres a Nueva Yok, de Nueva York a Arganda del Rey, Velilla de San Antonio, Loeches y Morata de Tajuña.

viernes, 2 de julio de 2010

Tosilos y sus flechas del amor.

Comentario al capítulo 2,56 del Quijote, publicado en "La acequia"

De la descomunal y nunca vista batalla que pasó entre don Quijote de la Mancha y el lacayo Tosilos, en la defensa de la hija de la dueña doña Rodríguez


Estos duques son insaciables, no se cansan de tanta burla. Aquel día apareció el fiel mayordomo a contarles, con pelos y señales, todo las palabras y acciones del pobre Sancho, en Barataria. Con qué gusto escuchan lo del asalto a la ínsula y el miedo de Sancho, bien adobado y encarecido por este… ¿Cómo llamaban, en el XVII, a pelotas y lameculos? Por cierto, no se te ocurra aparecer por aquí, mayordomo…

Llega el día de la batalla. El duque está muy puesto en esto, es la única “ciencia” que conoce un señor feudal. Advierte a Tosilos como ha de avenirse para vencerle, sin matarle ni herirle. ¡Menos mal! Las lanzas irán sin hierros, el Santo Concilio no permite batallas con peligro de la vida, así se le ha de advertir al andante caballero. Se le da campo franco, eso sí.

Don Quijote, sumiso, manifiesta su total conformidad con lo que mande su excelencia.

Llega el día, jueces y dueñas demandantes se instalan en un cadahalso, qué palabra tan siniestra . Acude mucha gente deseosa de asistir a espectáculos novedosos, si hay sangre mejor. Nadie había visto algo semejante a la batalla entre Tosilos y don Quijote, ni había memoria de ello.

Entra el maestro de ceremonias, revisa el campo por si hay algún engaño o cosa en que tropezar. Entran, tapadas hasta los ojos, dueña y dueñita, mostrando gran pesar.

Don Quijote espera en la estacada. Tutú, tutú, suenan las trompetas y asoma Tosilos, sobre un caballote frisón de patas lanudas, más apto para el arado que para un torneo. La visera lleva calada y las armas relucientes.

Vaya, mi ordenador ya está haciendo tonterías, espero que no sea el mayordomo rastrero. A ver, no...¿Quién eres?



Me presento: me llamo Tosilos y soy lacayo de mi señor, el duque. Acabo de despistar a ese mayordomo que vuestra merced acaba de citar. Le he dicho que su excelencia preguntaba por él y ha salido a toda priesa.

Bien me ha informado mi amo. Soy un "valeroso combatiente", tanto que he de huir al primer encuentro porque en ninguna manera he de matar a don Quijote.

Llego donde está la Rodríguez y echo un vistazo a esa que me pide por esposo. Una mocosa tan melindrosa como su gruñona madre. Esto...¿qué veo? Se le cae el manto. ¡Cómo ha empollinado la creatura! ¡Ay, que me mata con esa mirada! ¡Qué boquita de fresa! ¡Ay, la blancura de su tez!



El maese de campo , ante mi presencia y la de caballero andante , pregunta a la madre y a la hija si consienten que el de la Mancha vuelva por su derecho. Ellas dicen que sí, que dan todo por válido.

Los duques están acompañados por una ruidosa multitud, la cual espera la victoria de uno de los dos combatientes. Si venzo quedo libre del casorio, si vence don Quijote me he de casar con la mochacha, lo cual ahora que la he visto bien vista…

El de las ceremonias nos parte el sol y nos coloca, a cada uno, en nuestro puesto. Retumban tambores y trompetas, la tierra tiembla a nuestros pies , los corazones en suspenso…Don Quijote encomendándose a Dios y a esa Dulcinea del Toboso que siempre tiene en la boca, espera la señal para atacar.

Nada de arremetidas, en lo que pienso es en mi enemiga, la más hermosa del mundo entero. El niño cegato, ése que llaman Amor, o Cupido, ha debido espetar mi corazón, con una de sus lanzas. ¿Es locura o es amor?

No suena la trompeta o es que yo no la oigo ; pero Don Quijote arremete y, corriendo todo lo que le permite su caballejo, parte contra mí. Su escudero Sancho dice no sé que de natas y de flores y le desea la victoria. Yo no me muevo, aunque viene a por mí.

Llamo a voces al maese de campo y le pregunto si la batalla es porque yo me case o no me case con la señora, allí presente. Me lo confirma y declaro, ante el asombro de todos, que no puedo seguir con la batalla porque yo… ¡yo me quiero casar con ella!

Admirado y mudo queda el maese, buen sabidor de todas las ducales maquinaciones. Don Quijote se para en seco, al ver que no le ataco. El duque no entiende, el maese le cuenta y su mirada mata, cual si fuera un basilisco.

Pero yo, ni caso. Me acerco a doña Rodríguez y declaro, a voces, que quiero casarme con su hija, sin “pleitos ni contiendas”.

Al “valeroso” don Quijote le parece de perlas que nos casemos, así todo queda arreglado. Por ahí viene el duque, la que me va a caer va a ser suave.

Se dirige a mí como “caballero” y quiere que le confirme si, dándome por vencido y azuzado por mi conciencia, me quiero casar con la doncella. Respondo afirmativamente y el escudero me dice que hago bien con un refrán que no entiendo.

Me va faltando el aire y pido que me ayuden a desenlazarme la celada. Me la quitan apriesa y todos ven mi rostro de pobre lacayo. Doña Rodríguez y su hija montan en cólera. Dan grandes voces proclamando el engaño, han puesto a Tosilos en lugar del verdadero esposo. Sí, a ése que le echen unos galgos…

Piden justicia por la malicia o bellaquería: mas don Quijote les dice que ni lo uno ni lo otro, ni el duque tiene nada que ver. ¡Han sido no sé qué encantadores que desean quitarle la gloria de vencer! Ellos han trocado el rostro de aquel que dio palabra de casamiento y han puesto la mía. Se le ha debido secar el celebro a este loco.

A pesar de los encantadores, el loco le aconseja que se case conmigo, que sin duda soy yo con quien desea casarse esta mochacha. ¡En esto el loco habla con sensatez!

Mi señor, a punto de reventar de risa, disimula y dice que, para casarnos, habrá que esperar quince días. ¡Ay, que me tendrán encerrado ese tiempo, por ver si vuelvo a mi estado original! Se les pasará el rencor, en ese plazo, a los encantadores.

Sancho no está de acuerdo, que esos malandrines tienen costumbre de mudar las cosas. Que a un caballero con espejos lo cambiaron por un bachiller de su pueblo. Y que su señora Dulcinea del Toboso es ahora una rústica labradora. Y, que así, me quedaré en lacayo toda la vida. En eso, no anda desacertado, no.

Por fin habla la hija de Rodríguez, qué voz tan dulce la suya. Y proclama que, sea quien sea yo, me lo agradece y más desea ser la mujer de un lacayo que no la burlada de un caballero que no lo es. ¡Así se habla!

En resolución, me encierran hasta ver en qué me transformo. ¡Qué gracioso el duque! Aclaman a don Quijote y muchos quedan decepcionados porque no nos hemos despedazado.

Mi futura esposa y mi futura suegra quedan contentísimas. Por una vía u otra, hay boda. Y yo en este lóbrego calabozo. Paciencia, Tosilos, paciencia.

Un abrazo de María Ángeles Merino